Neverland en Madrid

El «cangrejo» te llevaba hasta el Magic Park, donde podías pasarte el día en su Laberinto Chino o en la Plataforma de la Risa. Hace más de un siglo Madrid fue Neverland

Hace poco más de un siglo Madrid tuvo su particular Neverland, el Magic Park, a medio camino entre el fastuoso parque de atracciones fin de siecle al estilo francés y el decorado de una película surrealista. De hecho, si pudiéramos transportarnos a través del tiempo, el trayecto hasta llegar hasta este (Paseo de Rosales, hoy en día del Pintor Rosales, justamente en lo que era el Lavadero de Arguelles, al lado de la calle Ferraz) ya supondría una rareza: hubiéramos tomado el tranvía eléctrico que los madrileños de por entonces llamaban «el cangrejo», por estar pintado de rojo. Al llegar, el inevitable «¡Ohhh»!...

Anuncio de la inauguración de Magic Park

Anuncio de la inauguración de Magic Park

El público en la inauguración del Magic Park

El público en la inauguración del Magic Park

El periódico ABC, en su edición de 14 de junio de 1913, anunciaba la inauguración para esa misma noche: «Por fin será satisfecha la curiosidad pública. La expectación verdaderamente extraordinaria que existe por conocer la fecha en que el público pueda admirar el suntuoso “Magic Park”, vamos a satisfacerla. Hoy sábado, a las nueve y treinta, es el día y hora señalados para la apertura del citado establecimiento recreativo, que una empresa, derrochadora de iniciativas y de innovaciones, ha instalado en pleno Paseo de Rosales, frente al quiosco de la música, para que el público madrileño tenga lugar digno y acondicionado, que le distraiga y endulce las calurosas noches que se avecinan. Ardua y difícil sería la tarea de reseñar los múltiples motivos de distracción que encierra el “Magic Park”, y nos substraemos de hacerlo ahora, reservándonos para el día de la apertura».

Uno de los escenario del Magic Park (1915) en una noticia publicada en ABC

Uno de los escenario del Magic Park (1915) en una noticia publicada en ABC

«El Saturno Park seguía la senda de misterio y surrealismo. Presidiendo la entrada, un gran planeta rodeado de anillos, junto a una puerta dorada, que al traspasarla nos conducía a las atracciones, como el famoso barco Titanic»

Se inauguró en 1913, mientras Europa se encaminaba hacia una guerra como nunca antes se había visto y España vivía tiempos convulsos de agitaciones políticas e intrigas de toda índole. Tenía un teatro-cine, pero el mayor reclamo eran las atracciones propiamente dichas, como una «plataforma de la risa», un gran laberinto chino, montaña rusa, pista de patinaje, conciertos de cupletistas y espectáculos de variedades, restaurantes, pastelerías, cervecerías, etc. Los madrileños acudían a aquel lugar entre el asombro y la sensación de lujo francés. Al estar prácticamente a las afueras de la ciudad (la urbe concluía un poco más allá, por lo que debía recorrerse un trecho a pie), el servicio de transportes puso a disposición varios tranvías. Los pasajeros, al bajarse, se disponían a pasar el día en un auténtico parque «mágico». El terreno era de campo, empinado y desigual. Podías alejarte un poco y ya estabas en el campo, contemplando la ciudad un poco más allá, hasta que esta misma ciudad acabó «devorando» los terrenos en que se levantó.

Estuvo abierto hasta 1918. En aquel año cambió de nombre e incluso se renovó y ofreció más espectáculos, ahora con el nombre de Saturno Park, que pretendía estar a la altura de otros que se llamaban así. El Saturno Park seguía la senda de misterio y surrealismo. Presidiendo la entrada, un gran planeta rodeado de anillos, junto a una puerta dorada, que al traspasarla nos conducía a las atracciones, como el famoso barco Titanic.

La atracción del Titanic en Saturno Park

La atracción del Titanic en Saturno Park

Restaurante del Saturno Park

Restaurante del Saturno Park

Luego, llegó la guerra, que dividió Madrid entre partidarios de Francia e Inglaterra, y aquellos otros, generalmente mal considerados por la mayoría, que defendían los deseos imperiales de Alemania. Avante, un periódico independiente, en su edición de julio de 1915, describió lo que haría un madrileño al llegar el verano: «En estas noches sofocantes que los desheredados de la fortuna tenemos que aguantar resignados, ya que el verano fuera de Madrid nos es imposible, formamos nuestra peña varios amigos, unas veces en Rosales, y otras en el Buen Retiro, Parisiana, Magic-Park o en algún cine al aire libre, según el humor, en donde se comentan las peripecias del día, se discuten los asuntos de actualidad, y en primer término, la guerra, puesto que todavía no se ha prohibido hablar de ella o se hacen chistes para todos los gustos, aunque casi siempre resultan malos».

Parisiana era otro enclave fundamental del antiguo Neverland madrileño que desapareció muy pronto. Se inauguró en 1907 de la mano de la Sociedad Franco-Española de Grandes Hoteles y Viajes en España y Portugal, y estaba ubicado en lo que hoy es el faro de Moncloa y, por lo tanto, muy alejado del centro. Era comparable con el Gran Casino de San Sebastián y ofrecía toda clase de lujosos espacios a modo de bares, restaurantes y atracciones, con numerosos conciertos. Se convirtió en uno de los epicentros de la aristocracia de la capital y ofrecía numerosas diversiones, teniendo un gran protagonismo las actuaciones musicales de grupos de jazz.

La espectacular Parisiana al fondo

La espectacular Parisiana al fondo

Público de la alta sociedad madrileña en la Pariasiana durante un espectáculo

Público de la alta sociedad madrileña en la Pariasiana durante un espectáculo

El final de la Parisiana fue trágico al encontrarse en plena zona de guerra, en un lugar como Moncloa y Ciudad Universitaria, que vivieron intensos combates. Fue arrasado durante aquellos tristes días del mes de noviembre de 1936.

A la derecha, la Pariasiana destruida tras las bombardeos en noviembre de 1936 (Archivo Histórico del PCE)

A la derecha, la Pariasiana destruida tras las bombardeos en noviembre de 1936 (Archivo Histórico del PCE)

[Vía Historia Urbana de Madrid]