El viaje de Olga: las imágenes del inconsciente colectivo y el Archivo Eranos

Máscaras funerarias dionisiacas de origen etrusco descubiertas en Tarquinia (Italia), fotografiadas por Domenico Anderson a principios del siglo XX. Foto: Archivo Eranos en el Instituto Warburg (Londres).

Artista plástica, mística y fundadora del Círculo Eranos, la alemana Olga Fröbe-Kapteyn dedicó gran parte de su vida a la elaboración de un archivo simbólico como parte de un viaje personal (y onírico) que acabó pasándole factura.


«Si todos los seres humanos compartimos una serie de experiencias psíquicas heredadas de nuestros ancestros, bastaría con catalogarlas para descifrar el verdadero significado de nuestros sueños». Así describió Olga Fröbe-Kapteyn su ambicioso propósito en una carta dirigida a Ximena de Angulo, una amiga interesada en difundir sus ideas en los Estados Unidos. Por lo que sabemos, Olga llevaba más de una década trabajando en un archivo basado en la noción de inconsciente colectivo acuñada por Carl Gustav Jung. Cada entrada correspondería a un arquetipo e iría acompañada de su correspondiente ficha; pero, en su forma completa, se expandiría más allá de las imágenes permitiendo al soñador comparar sus visiones con las de la totalidad de la cultura humana, pasada y presente. «Digamos, por ejemplo, que sueño con un barco cuyo mástil es un árbol de Navidad, y un león y una serpiente están sentados a sus pies —explica Olga— Primero buscaría en la carpeta que contenga imágenes de barcos o del Árbol de la Vida, con sus respectivos textos de referencia que me remitirán a otros sueños similares en los que aparezcan barcos, árboles, leones y serpientes. Con esta imagen, texto y material onírico podría adentrarme en mi propio sueño muy a fondo».

De haberse materializado, aquella «máquina interpretativa de los sueños» hubiera supuesto la culminación del trabajo de toda una vida, al servir como base para elaborar una «nueva historia del arte escrita desde el punto de vista de la representación arquetípica». En aquella época, la actividad de Olga era tan frenética que apenas le dio tiempo a madurar el proyecto en su cabeza, pero su ambición enciclopédica por rastrear las formas cambiantes de la experiencia religiosa acabaría inspirando Las máscaras de Dios, el monumental estudio comparativo de las mitologías de Joseph Campbell y La Gran Madre. Una fenomenología de las creaciones femeninas de lo inconsciente (1955) del psicoanalista Erich Neumann.

FotografíA, acreditada al Estudio Giraudon de 1935, de la Vénus de Lespugue (CIRCA 25.000 a.C.), recuperada de la cueva Grotte des Rideaux en Lespugue, (Francia). imágenes archivadas por Olga Fröbe-Kapteyn bajo el epígrafe la gran madre (FUENTE: Instituto Warburg, LONDRES).

Izquierda: fotografía de un jarrón griego, fechado en el siglo V a.C., con textura de clavo de la colección del Louvre. Derecha: fotografía de una urna canópica de Estrucan, (CIRCA 700 a.C.), en poder del Museo Civico en Chiusi, Italia. Ambas imágenes archivadas por Olga Fröbe-Kapteyn bajo el epígrafe la gran madre (FUENTE: Instituto Warburg, LONDRES).

De haberse materializado, la «máquina interpretativa de los sueños» de Olga hubiera supuesto la culminación del trabajo de toda una vida

«Imagina un viaje hacia atrás en el tiempo que hará avanzar a la humanidad de hoy, querida», continúa la carta a su amiga. Tras la muerte prematura de su marido en un accidente aéreo durante la Primera Guerra Mundial, Fröbe había regresado a Suiza y se había instalado en las afueras de Ascona, un municipio fronterizo con Italia a orillas del lago Maggiore, apenas a veinte minutos de Monte Veritá, la colonia de artistas y librepensadores que promulgaban un estilo de vida alternativo y desacelerado. Aunque siempre mantuvo una distancia cordial con todos ellos, Olga simpatizaba con el sueño libertario de Erich Mühsam de levantar un refugio para toda clase de fugitivos y apátridas que no estuvieran capacitados o no quisieran convertirse en miembros productivos de la sociedad capitalista. Artistas como Sophie Taeuber-Arp, Jean Arp y Paul Klee; anarquistas y socialistas como August Bebel, Peter Kropotkin (viejo amigo de la madre de Fröbe), Otto Braun, e incluso Lenin, Trotsky y Bakunin; los bailarines Isadora Duncan y Rudolf von Laban; y poetas, autores y filósofos como Hermann Hesse, Thomas Mann, Stefan George y Rudolf Steiner.

La puerta de entrada al Sanatorio Monte Verità en 1907.

En cierto sentido, a Olga le resultaba inspirador comprobar que no muy lejos de allí los aristócratas que habían sido privados de sus privilegios se codeaban con los mismos revolucionarios que se los habían arrebatado, estableciéndose en comunas, experimentando con el amor libre y tramando una sociedad utópica. Al menos, lo suficiente como para imaginarse la construcción de un «templo» en el antiguo viñedo de Villa Moscia, que albergó el Centro de Investigación Espiritual supervisado por Alice Ann Bailey. Olga había conocido a Bailey a través de unos escritos sobre meditación trascendental atribuidos a un gurú al que la teósofa norteamericana se refería a menudo como "El Tibetano", y que la utilizó como médium. Bailey abandonaría Ascona dos años más tarde, después de que su relación con Fröbe se deteriorara, alegando que el enfoque de los cursos resultaba demasiado académico para su gusto y que, para colmo de males, el Maestro le había revelado en sueños que en el pasado aquel emplazamiento había servido de escenario a misas negras y aquelarres. Tras distanciarse de la Sociedad Teosófica, regresó a los Estados Unidos para fundar y liderar varios cultos de lo más heterogéneos que marcarían el comienzo de la Era de Acuario.

Fotografía de la compañía de danza de Rudolf von Laban a orillas del lago Maggiore (Ascona), en 1914.

Para Olga, su marcha resultó un alivio en más de un sentido, permitiéndole centrarse en su interés por la ciencia, la biología y sus implicaciones espirituales, sin necesidad de ver al esposo de Bailey nadando desnudo en las instalaciones casi a diario. Gracias a su experiencia organizando de salones culturales en Munich y Berlín, donde el esoterismo y el sincretismo espiritual ya estaban en boga, y en los que las mujeres desempeñaban un papel activo, Fröbe se había convertido en una erudita autodidacta en temas relacionados con la teosofía, el espiritualismo y el orientalismo, y pudo rodearse de los mayores especialistas en la materia. Una vez al año, los reunía a todos en aquel antiguo granero reconvertido en sala de conferencias, bautizado como Eranos por sugerencia del teólogo Rudolf Otto. A Olga le fascinaron las implicaciones de la palabra griega para referirse a un banquete de ideas en el que se compartían conocimientos sobre espiritualidad y simbolismo, igual que se hacía con el pan, el vino y el alojamiento. Mejor aún, como «un baile en el que los artistas cambiaban pero el movimiento continuaba» y al que muchos “bailarines” regresaron con devoción año tras año. El primer simposio de Eranos se celebró en 1933, bajo el lema «Yoga y meditación en Oriente y Occidente». En los años siguientes Olga acogió, en torno a su mesa redonda, a ponentes como Mircea Eliade, Heinrich Zimmer, Erwin Schrödinger y, muy especialmente, a Carl Gustav Jung

Uno de los encuentros en Eranos (1938). Jung, en primera fila, asiste como oyente.

Fröbe se había convertido en una erudita autodidacta en temas relacionados con la teosofía, el espiritualismo y el orientalismo, y pudo rodearse de los mayores especialistas en la materia.

Al igual que en el caso de Hilma af Klint con Rudolf Steiner, parece que para Olga hubo un antes y un después de su encuentro con el suizo. Aunque nunca se ganó la vida como artista, Fröbe produjo cientos de pinturas abstractas de un estilo art decó refinado, geométrico e iluminado que sintetizaba símbolos orientales, cristianos, pero también teosóficos y místicos. Proyecciones del inconsciente que le asaltaban, con tan solo cerrar los ojos, desde que era pequeña, similares a los mandalas orientales y las visiones esotéricas. Aquellas «placas de meditación», como ella las llamaba, se expusieron durante algún tiempo en la sala de conferencias de Eranos, hasta que las duras críticas de Jung hicieron que las retirara para siempre y mantuviese su creación y presentación en un entorno más privado.

Pese al contratiempo inicial, la colaboración entre ambos se prolongó durante décadas. Según consta en los archivos del proyecto Eranos, Olga comenzó a recopilar imágenes alquímicas para Jung a principios de los años 30. Recorrió Europa y Estados Unidos fotografiando manuscritos, discutiendo con bibliotecarios y trabajando en un fondo fotográfico temático compuesto por unas 6.500 piezas que abarcan desde representaciones de pinturas, esculturas, objetos, hasta símbolos de todo el mundo. Gran parte de la colección se refería al arquetipo de la «Gran Madre», que ella misma se encargó de conservar en función de los temas tratados en la conferencia de 1938. Para Fröbe, «no se trata de explorar las diferentes visiones de la maternidad a lo largo de la historia cultural, sino de mostrar cómo todas ellas representan ideas primigenias y eternamente existentes en el mundo psíquico, que han buscado expresión en todas las épocas y en todas las culturas, y aún hoy siguen tan vigentes como en el principio de los tiempos».

De izquierda a derecha: fotografía de una réplica de un devoto de la diosa serpiente de fayenza minoica, (circa 1700 a.C.).; reproducción no identificada de un cuadro de la Virgen de la Merced; fotografía de Isis representada en la tapa de un sarcófago en la tumba de Thutmosis IV en el Valle de los Reyes en Luxor, Egipto, (circa 1400 a.C.). Todas las imágenes archivadas por Olga Fröbe-Kapteyn bajo el epígrafe la gran madre (FUENTE: Instituto Warburg, LONDRES).

De izquierda a derecha: fotografía de la escultura de LA VIRGEN María no identificada; IMAGEN de LA DIOSA Kali CON cuatro brazos Y la guirnalda mundamala de cabezas cortadas, de pie sobre el pecho de Shiva (CIRCA 1908); fotografía de la estatua de Aditi, la personificación védica del infinito (CIRCA 200 a.C.). Todas las imágenes archivadas por Olga Fröbe-Kapteyn bajo el epígrafe la gran madre (FUENTE: Instituto Warburg, LONDRES).

«¡Ay, esos arquetipos! ¡Son como la peste! Duermo en el desván del inconsciente, rodeada de las imágenes para mi archivo. Y dado que los arquetipos no requieren comida ni sueño, yo tampoco puedo descansar ni alimentarme adecuadamente».

Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Olga asumió que su base de datos era más necesaria que nunca e insistió en que la búsqueda cultural y la introspección intelectual era lo que más necesitaba un continente devastado por la guerra. Eranos sería capaz de abordar los «problemas de la humanidad actual» desde la perspectiva de la psique en lugar de las preocupaciones materiales. El mundo necesitaba conocer la teoría de los arquetipos de Jung, y su archivo serviría como inductor. Hasta que en un viaje a Creta, la propia isla y su mitología comenzaron a fusionarse con su sentido de identidad y Olga, abrumada por las visiones, llegó a afirmar que albergaba el reflejo del minotauro en su interior: «¡Ay, esos arquetipos! ¡Son como la peste! —le escribió frustrada a su amiga— Duermo en el desván del inconsciente, rodeada de las imágenes para mi archivo. Y dado que los arquetipos no requieren comida ni sueño, yo tampoco puedo descansar ni alimentarme adecuadamente». Aquellas maletas repletas de imágenes extrañas pusieron al FBI tras la pista de Fröbe, impidiéndole trasladarlas a los Estados Unidos para protegerlas ante una posible invasión alemana de Suiza.

Izquierda: fotografía no acreditada de una máscara votiva de terracota encontrada en el Santuario de Artemisa Orthia, EN Esparta (ALREDEDOR DEL 600 a.c). Derecha: máscara de madera ENCONTRADA cerca del río Sepik en Nueva Guinea, presentada POR Ernst Fuhrmann EN Neu-Guinea (Hagen: Folkwang-Verlang, 1922). Foto: Archivo Eranos en el Instituto Warburg, Londres.

Izquierda (arriba): grafito de laberinto encontrado en Pompeya (70 d.C). IZQUIERDA (ABAJO): minotauro y laberinto grabados en una gema antigua. Ambas imágenes reproducidas, en negativo, EN Mazes and Labyrinths (1922) DE WH MATTHEWS. A LA Derecha, iluSTRación del Comentario al Apocalipsis deL Beato de Liébana: «He aquí que viene con las nubes, y todo ojo le verá, y los que le traspasaron; y todos los linajes de la tierra harán lamentación por él». FOTO: Archivo Eranos en el Instituto Warburg (Londres).

Por más que el propio Jung le advirtiera en repetidas ocasiones que no se identificara demasiado con Eranos, Olga sentía que el peso del proyecto recaía casi en exclusiva sobre sus hombros. «Estoy devolviendo las imágenes de la Gran Madre a la Gran Madre de Ascona», le escribió a Neumann. Cohabitar con aquellas imágenes durante tanto tiempo contribuyó a borrar la línea entre la psique personal y un abismo temible que estuvo a punto de engullirla. El camino hacia el interior no solo era más importante que el mundo exterior, sino que era el único camino para sanar un mundo en caos. Pero, ¿acaso puede la introspección provocar un cambio real en el mundo? ¿Reconocemos un inconsciente colectivo reflejado en nuestras vidas individuales, o más bien proyectamos nuestras inquietudes personales en el arte de culturas lejanas? Una vez terminada la guerra, Olga consintió organizar el traslado de los fondos del archivo al Instituto Warburg de Londres, donde aún permanecen hoy en día. Tras la mudanza, Erich Neumann le devolvió su carta, felicitándola porque su habitación estaba nuevamente en condiciones de ser habitada.

Olga Fröbe-Kapteyn y carl gustav jung en ascona (suiza) en 1938