Las fugas de la Modelo

ALCANTARILLA POR LA QUE SE FUGARON 58 PRESOS DE LA CÁRCEL MODELO DE BARCELONA, EN DICIEMBRE DE 1933. (FOTOGRAFÍA: PÉREZ DE ROZAS)

Coincidiendo con el estreno de ‘Modelo 77’, la película dirigida por Alberto Rodríguez, inspirada en el intento fallido de huida de 45 presos en 1978, acudimos a la hemeroteca para rememorar las evasiones más célebres de la prisión barcelonesa.


La instantánea que encabeza estas líneas, incluida en nuestra Galería Fotográfica de Agente Provocador, fue tomada en Barcelona el 13 de diciembre de 1933. Según relata el cronista del ABC, a las once de la mañana unos viandantes «vieron salir de una alcantarilla, en la calle de Calabria, cercana a la cárcel celular, a ocho individuos, que vestían traje de mecánico, y cuando se encontraron en la superficie, arrojaron los trajes al interior de la cloaca y marcharon apresuradamente. Esta conducta llamó la atención de los transeúntes, que en un principio creyeron que se trataba de elementos extremistas que habían dejado allí alguna bomba».

La sospecha resultaba más que razonable, con la ciudad revuelta por los conflictos sociales, con manifestaciones y huelgas constantes, por lo que se apresuraron a informar al director de la prisión sobre un inminente atentado anarquista. Para su sorpresa, los funcionarios descubrieron un boquete de 500 metros de profundidad por 50 centímetros de ancho en una de las celdas de la planta baja y, a su vez, comunicaba la alcantarilla con otro butrón en la galería cuarta. El mismo modus operandi empleado en un primer intento frustrado en marzo de aquel mismo año.

«En un principio creyeron que se trataba de elementos extremistas que habían dejado allí alguna bomba»

Fue entonces cuando los guardias civiles que prestaban servicio de vigilancia en el Instituto Frenopático de Las Corts, distante a un kilómetro del penal, «observaron que una mujer ponía en la boca de una alcantarilla un hilo con un papel, del que colgaba una piedra. Recogido el papel se vio que tenía escrito con gruesos caracteres: "Por aquí es la salida". Suponiendo que se trataba de una fuga de presos, los guardias civiles telefonearon a la cárcel y, confirmadas sus sospechas, se dispusieron a detener a los fugitivos. Una hora más tarde los guardias oyeron ruido y dispararon sus fusiles para amedrentar a los que se disponían a salir. Estos dieron gritos prometiendo entregarse, como así lo hicieron, a medida que llegaban a la superficie. El número de detenidos en aquel lugar fue de 21 y todos quedaron a disposición del Juzgado. Más tarde la Guardia Civil detuvo en la boca de otra alcantarilla a cinco individuos más». La misma junto a la que posa una comitiva de guardias civiles, periodistas y chismosos, y por la que consiguieron huir un total 58 presos. La mayoría procesados por atraco, asesinato y robo a mano armada, entre los que se encontraban Alejo Más Vidal, responsable del boquete, y los principales autores del plan de fuga, Pedro Campón y Adolfo Vallano, ambos procesados por el atraco y asesinato del cajero de la cafetería El Oro del Rhin, así como los asesinos del joyero de la calle de Salmerón, Lucio Ruano y Manuel Castelorena.

Delincuentes comunes como El Vaquilla y El Torete, intelectuales como Pere Portabella y Albert Boadella o el creador del Capitán Trueno, Victor Mora, también conocieron sus celdas. Lo mismo que Nazario Luque y Ocaña. O Salvador Puig Antich.

Aquella fue la primera fuga en la historia de la prisión desde su inauguración en 1904. Pero, naturalmente, no sería la última: el 2 de junio de 1978, los vecinos de la calle Provença se quedaron atónitos cuando de nuevo las alcantarillas empezaron a escupir hombres del subsuelo. En esta ocasión fueron 45 convictos los que lograron escapar a través de un túnel que ellos mismos habían excavado, a imagen y semejanza de sus compañeros de antaño. Habían empleado quince días para excavar una vía hacia las alcantarillas con platos, maderas, hierros… pero finalmente decidieron tomar un atajo y asaltar a un funcionario en el hueco del montacargas, obligándole a acompañarles hasta una de las bocas exteriores de la cloaca, desde donde se dieron a la fuga. La mayoría de ellos rondaba la veintena y eran perros callejeros de los barrios periféricos de l’Hospitalet de Llobregat, Santa Coloma de Gramenet, Badalona. «Salían a la calle, iniciando una veloz carrera —relata La Vanguardia— Los presos tomaron un R-5 en Infanta Carlota, junto a la delegación de la Citroen, y otros subieron a una ambulancia estacionada junto a la Mutual Cyclops, en la avenida de Roma. La policía cortó el tráfico de las calles inmediatas y los especialistas se introdujeron en el alcantarillado por si algún preso estaba aún en su interior, y unos guardias civiles se colocaron encima de la tapa del alcantarillado para impedir nuevas posibles evasiones». Ocho años tardó la policía en detenerlos a todos y ponerlos de nuevo entre rejas.

La mayoría de los fugados rondaba la veintena y eran «perros callejeros» de los barrios periféricos de l’Hospitalet de Llobregat, Santa Coloma de Gramenet, Badalona.

Pese haber sido concebida como un centro penitenciario ejemplar, inspirado en la tesis del panóptico del jurista y filósofo británico Jeremy Bentham y diseñado por Salvador Vinyals Sabaté y Josep Domènech Estapà, las condiciones de vida en la Modelo eran infrahumanas. A lo largo del siglo XX, y a medida que Barcelona crecía alrededor de las dos islas que ocupaba del Eixample, la masificación, la alimentación desastrosa y la disciplina impartida con saña fueron alejándola de su propósito inicial. Durante el Franquismo, las celdas de este recinto acogieron a miles de presos políticos, sobre todo durante la década de 1940, durante la gran represión de la Posguerra. Se convirtió en el centro de la humillación y del maltrato. Contaba con un modulo de «invertidos» y otro de presos preventivos por aplicación de la ley de vagos y maleantes. Y al inflamable combinado de hacinamiento, se añadió la heroína. Ni las huelgas de hambre ni los motines alcanzaron para reclamar lo que acabaría siendo la llamada «minirreforma penitenciaria» de 1983.

En enero de ese mismo año, otros 11 presos se fugaron de la Modelo: «Los Panaderos» cavaron otro túnel que partía del almacén de harina de las cocinas y daba acceso al transformador de electricidad, una caseta de FECSA, ubicado en el patio exterior. Una vez alcanzada la puerta exterior, bastaba con mezclarse entre los familiares que se encontraban de visita. Pero uno de los guardas se percató de la tierra húmeda adherida a la ropa y dio el grito de alarma. Uno de los evadidos echó a correr y resultó herido en una pierna. El resto aprovechó el tumulto para confundirse con el gentío. Los fugados, según las fuentes de la época, se encontraban en régimen preventivo pendientes de juicio, salvo el herido, que tenía ya una sentencia firme. Todos recluidos por robo o tráfico de drogas.

Delincuentes comunes como El Vaquilla y El Torete, intelectuales como Pere Portabella y Albert Boadella o el creador del Capitán Trueno, Victor Mora, también conocieron sus celdas. Lo mismo que Nazario Luque y Ocaña. O Salvador Puig Antich, que habitó los últimos días de su vida en la celda 443. En la paquetería estaba el garrote vil que acabó con la vida del joven militante anarquista. En el suelo todavía se pueden ver las marcas que indica donde estaba y sobre el que la Modificación del Plan General Metropolitano (MPGM) planea levantar viviendas sociales, una guardería, un instituto-escuela, una residencia para ancianos y un polideportivo. Hasta entonces, seguirá funcionando como reclamo turístico. Todavía se conservan, desgastadas, las líneas de un campo de baloncesto pintadas en el suelo. Lo que no se conserva son las redes en la parte superior del patio que evitaban que los internos no pudieran escaparse. Y que de poco sirvieron.