Japanese nightmares!


La «Mujer de la nieve» o el peligroso «Cortador de pelo» son alguno de los muchos yokais, espíritus malvados del folclore japonés. Te mostramos ilustraciones del Bakemono Zukushi (XVIII-XIX)

Yuki-onna, la Mujer de la Nieve, un espíritu o yōkai habitual en el folclore japonés. La habéis visto en el manga: es alta y muy hermosa, sus cabellos son largos y su piel tiene una apariencia casi translúcida. Da pavor. De ella se dice que fue una despiadada asesina de incautos que caía por sus territorios. En su mirada hay algo sobrenatural. Va y viene casi flotando y sus pies no dejan pisada alguna. Incluso puede dar muerte silenciosamente, como una ráfaga de aire que se cuela bajo la puerta y termina con la vida de quienes duermen. También se representa como un demonio, un súcubo que liquida a toda pareja sexual.

Un relato clásico cuyo protagonista es la terrible Yuki-onna es uno incluido en la recopilación Kwaidan de Lafcadio Hearn (1902), y traducido por Juan Antonio Yáñez:

En la provincia de Musashi, vivían dos leñadores, Mosaku y Minokichi. Todos los días abordaban juntos una lancha para ir al bosque. Una tarde fría, iban camino a casa cuando les sorprendió una tormenta de nieve. Ellos se apuraron pero la lancha ya se había ido. Rápido buscaron refugio en una choza. Aseguraron la puerta y se recostaron a dormir. Mosaku, que era un hombre viejo, se durmió casi inmediatamente, pero Minokichi, el más joven, se mantuvo despierto escuchando el viento que azotaba la cabaña. Era una terrible tormenta pero al final se quedó dormido. De pronto, Minokichi se despertó al sentir nieve caer sobre su rostro. Abrió los ojos y vio que la puerta estaba abierta, y cuando se volteó hacia arriba, vio a una bella mujer vestida de blanco que se inclinaba sobre su rostro mirándolo fijamente a los ojos. Ella se inclinó más y más sobre él hasta que su cara casi tocó la suya. Minokichi sentía su aliento frío, como un humo blanco y brillante. Ella lo veía en silencio, y Minokichi no podía moverse de la impresión. Finalmente ella sonrió y dijo:

Al principio pensé tratarte como a aquel hombre, pero no puedo evitar sentir pena por ti. Eres muy joven y apuesto, así que no te haré daño. Pero si alguna vez le cuentas esto a alguien, yo lo sabré, entonces te mataré. ¡Recuérdalo!

Se dio la vuelta y salió por la puerta. Minokichi finalmente pudo moverse y salió tras ella pero ya era muy tarde. Había desaparecido. Mosaku no se movía; estaba totalmente congelado.

Minokichi nunca dijo nada a nadie. Años después, caminaba por una vereda cuando se encontró con una joven mujer. Ambos conversaron como si fueran al mismo destino. Ella dijo llamarse Oyuki. Fue tanta la simpatía que nació entre ellos que finalmente se casaron y tuvieron dos hijos.

Una noche, después de que los niños se fueron a dormir, Oyuki se sentó junto a la lámpara de papel. Minokichi la observó y dijo:

Viéndote con la luz sobre tu rostro, me hace recordar algo que me pasó hace muchos años. Vi a una mujer tan bella como tú, con la piel blanca como la nieve.

¿Ah, sí? Cuéntame.

Minokichi le contó todos los detalles de aquel extraño encuentro. Oyuki se levantó en silencio. Acercó su cara a Minokichi y dijo:

¡Era yo! Y te dije que te mataría si llegabas a contar de eso a alguien. Lo haría en este instante; pero solo por los niños no lo haré. Más te vale cuidarlos muy bien de ahora en adelante, porque si no, te daré tu merecido.

Ella emitió un grito agudo como el viento, y se desvaneció en un ligero humo blanco. Nadie la volvió a ver jamás.

El panteón de seres de ficción que en Japón tienen una fuerza casi real es inmenso. Kami-kiri, llamado el «Cortador de pelo», es  una criatura grande y peluda que se abalanza sobre sus víctimas (mujeres) al grito de «¡Mogaaaaaa!». Es representado con el cuerpo humano y la cabeza de un cuervo. Suelen verse entre la gente y, cuando menos te lo esperas, cortan el pelo, aunque sea un mechón. Su objetivo es retrasar o evitar las bodas entre humanos y seres de otros mundos, que normalmente están destinadas al fracaso. Hay hechizos de protección y conjuros de todo tipo. Pero casi es inútil: si no es la dama de la piel traslúcida o el «Cortador de pelo» siempre acechan peligros aún mayores.

[Ilustraciones: Bakemono Zukushi (XVIII-XIX), autor desconocido]