Iván Zulueta, José María Íñigo y la psicodelia del programa «Último Grito»

Último Grito, estrenado en 1968, fue el primer espacio televisivo dedicado a la música anglosajona. El director de Arrebato creó delirantes cut-ups sonoros, auténticos protovideoclips. El franquismo lo retiró de antena.

El cut-up, para Brion Gysin, William S. Burroughs y sus predecesores (Tristan Tzara y los dadaístas), era una operación de montaje y collage, una redistribución y nueva ubicación de elementos anteriores para crear una obra nueva. Lo que surgía era la sorpresa. Para Burroughs, además, era el futuro. Iván Zulueta, a mediados de los años sesenta, mientras el mundo vivía una explosión de cultura pop y psicodélica, era alumno de la Escuela Oficial de Cine y, en 1969, dirigió la película Un, Dos, Tres... al escondite inglés, un tributo en clave pop precisamente a aquella época pero que no llegó a estrenarse entonces. La gestación y espíritu de la película venía marcada por un Zulueta arriesgado y vanguardista, creador de precarios pero sorprendentes video clips, auténticos cut-ups, en el programa Último Grito, estrenado el año anterior.

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«En Último Grito, con la colaboración entre otros de un jovencísimo Zulueta, se emitieron los primeros protovideoclips, que no eran otra cosa que fantásticas y extrañas piezas de montaje, verdaderos y precarios cut-ups en clave española»

Último Grito, dirigido por un José María Íñigo con gran bigote e imagen freak y psicodélica, fue el primer programa televisivo donde se dio cabida a la música pop en España. El programa, de veinte minutos y rodado en 16 mm, comenzó a emitirse el 22 de mayo de 1968 en la UHF, y estuvo en antena dos temporadas. No era un programa específicamente musical, sino cultural. Una de sus secciones, llamada 33/45 (en referencia al mundo de los vinilos), estaba dedicada al pop tanto inglés como americano: «Nos planteamos que era bueno que en la televisión hubiera música; música joven, porque había otro tipo de música: música regional, música folclórica, pero no había los grandes éxitos que llegaban de Estados Unidos y que venían arropados con su parte de cultura, de moda, de costumbre... una costumbre diferente. Así que lo más importante de que hubiera música en televisión era que por vez primera se ponía la música joven en televisión». Estas palabras del propio José María Íñigo, que acababa de llegar de Inglaterra y presenciar la cultura psicodélica, dan una idea del origen del programa, pero no de lo que sucedía en su trastienda. A pesar de que se trataba de un espacio despolitizado, despertó el rechazo de los sectores más duros del franquismo, que entonces pretendía ofrecer al extranjero una imagen aperturista. Y fue baneado. En 1970, con la sustitución de Manuel Fraga Iribarne, entonces Ministro de Información y Turismo y «gran censurador», por el aún más reaccionario si cabe Alfredo Sánchez Bella, Último Grito dejó de emitirse. El régimen, alertado por la proliferación y fuerza que tenían la cultura anglosajona entre la juventud española, iniciaría una operación de rescate y reivindicación de la canción española. Distintas facciones franquistas pugnaban entre sí; una más aperturista, defendida por sectores de la prensa, como el ABC (que publicó excelentes críticas sobre el programa), y otra integrada por hombres duros que negaban toda apertura. Precisamente, ABC dirá de Último Grito que «es la expresión más cabal, gozosa, eficaz y alegre de televisión moderna que existe en TVE. Desde la rotulación, que puede ser modelo de montaje e intención gráfica, hasta la despedida, Ultimo Grito es un carrusel dinámico, alegre, trepidante y, lo que importa sobre todo, un programa lleno de sugestiones con arreglo a una idea que ha ido superándose en hora buena. Pedro Olea, autor del guión y director, e Iván Zulueta, realizador del programa, han encontrado la fórmula ideal, equilibrada y nada atosigante que expresa aquello que quieren expresar dentro de una línea joven que va desde la raíz del programa a su expresión televisiva, pasando por la naturalidad y suficiencia de sus presentadores, Judy Stephen y José María Íñigo. Hace falta, además, una enorme vocación, constancia y entusiasmo para renovarse cada semana y estar “in” en todo, pese a que —suponemos— la audiencia de Último Grito debe ser mínima por coincidencia en el canal de VHF con Los invasores. Este problema de las coincidencias sigue vigente en TVE con daño para la propia televisión y, por supuesto, para los espectadores».

José María Íñigo en plena época hippie y psicodélica. Finales de los sesenta, Londres

José María Íñigo en plena época hippie y psicodélica. Finales de los sesenta, Londres

Crítica de Último Grito publicada en ABC (24 de noviembre de 1968)

Crítica de Último Grito publicada en ABC (24 de noviembre de 1968)

En Último Grito, con la colaboración entre otros de un jovencísimo Zulueta, se emitieron los primeros protovideoclips, que no eran otra cosa que fantásticas y extrañas piezas de montaje, verdaderos y precarios cut ups en clave española. Zulueta, entonces con 24 años, que sería realizador en la primera temporada y director y guionista en la segunda, usaba imágenes descontextualizadas, materiales como letras y frases, para construir piezas de dos o tres minutos que se emitían al mismo tiempo que sonaba la música de las bandas más famosas. Sobre este fondo desfiló la música de bandas demasiados arriesgadas para el franquismo, como Frank Zappa y Mothers of Invention o Led Zeppelin. Zulueta era un rara avis, un adelantado, un tipo armado con nuevas ideas que dinamita el franquismo. Había entrado en la Escuela de Cine en 1964 tras estar en Nueva York. Allí se junta con Jaime Chávarri y otros. Pero los años de Último Grito son un gran descubrimiento, una radicalidad plástica que lo marcará cuando contempla imágenes de guerra en informativos, todas ellas pasadas a gran velocidad, con una voz en off o música. Había nacido algo nuevo. Luego, llegaría Arrebato, pero esa es otra historia, o una de entre tantas.