El enemigo a las puertas: la invasión soviética de Praga en fotos

El reloj de pulsera que anticipa la entrada de las tropas soviéticas en Praga en agosto de 1968 pertenece a Josef Koudelka, el “fotógrafo anónimo” que documentó el drama y la resistencia del pueblo checoslovaco. Sus instantáneas cruzaron de contrabando el Telón de Acero hasta llegar a manos de la Agencia Magnum, quienes le procuraron asilo político en el extranjero.


[Vía Josef Koudelka | Magnum Photos]

Desde la ventana no se divisan los tanques ni las banderas, pero la avenida desierta presagia la llegada de la tempestad. La manifestación convocada en la plaza ha sido prohibida y las esperanzas de la Primavera de Praga están a punto de ser aplastadas sin piedad por las tropas del Pacto de Varsovia. Un joven estudiante de ingeniería aeronáutica se dispone a contarlo con la única ayuda de su cámara fotográfica. Hace tan solo dos días que regresó de Rumania y nunca se ha inmiscuido en asuntos políticos, pero el inicio de su carrera parece el de una novela de espionaje.

Hacía tiempo que las reformas liberales anunciadas por el líder comunista de Checoslovaquia, Alexander Dubček, no eran vistas con buenos ojos desde Moscú. Su viraje ideológico hacia «un socialismo con rostro humano», que contemple la libertad de prensa y reunión, la legalización de los grupos políticos de la oposición y limite la censura, supone una amenaza para la estabilidad del bloque comunista. Su líder Leonid Brézhnev declaró que la URSS no permitirá que los países de Europa del Este rechacen el comunismo, «incluso si eso significa una Tercera Guerra Mundial».

Las agujas del reloj de Josef señalan la Hora Cero. Tras ser liberada de la ocupación nazi en 1945, la capital vuelve a ser invadida por fuerzas extranjeras y, una vez más, el país entero pasa de la democracia a la dictadura por la fuerza de las armas. Dubček es expulsado y sus reformas inmediatamente revocadas. Desde su posición privilegiada en primera línea, la cámara de Koudelka captura un momento histórico.

Josef retrata a sus compatriotas montando barricadas y subiéndose a los tanques; es testigo de su indignación pacífica y del desconcierto que produce en los soviéticos

Los tanques recorren las calles a la vista de la población que contemplan impotentes el rastro de la desolación que dejan a su paso; los vehículos en llamas, el humo que lo envuelve todo. Pese a todo, el pueblo de Praga sale a las calles para formar cadenas humanas que frenan el avance de los tanques y ofrecen flores a los soldados. Cambian los nombres de las calles y las señales de tráfico, fingen no entender ruso y exhiben irónicos carteles de bienvenida al paso de las tropas. Hasta que el 16 de enero el activista estudiantil Jan Palach se inmola en la Plaza de Wenceslao de Praga y las protestas se recrudecen.

Josef retrata a sus compatriotas montando barricadas y subiéndose a los tanques; es testigo de su indignación pacífica y del desconcierto que produce en los soviéticos. También de la violencia. Mientras tanto, las potencias occidentales votan por una resolución del conflicto en las Naciones Unidas. La mayoría de sus miembros se posicionan en contra de la intervención soviética, pero la URSS emplea su veto y la condena internacional queda como un gesto de cara a la galería.

«Me gustaría que los jóvenes rusos vean su propia cara en los rostros de aquellos, que fueron sus padres o abuelos, y hagan todo lo posible para no volver a ser nunca invasores»

Josef se juega la vida a diario en las calles. Evita llamar la atención de la policía secreta, pero no consigue esquivar el disparo de un militar ruso. Sin embargo, sus fotografías eluden el estricto control fronterizo por mediación de la historiadora Anna Fárová y son publicadas en decenas de periódicos y revistas occidentales. Para proteger a su fuente, la prestigiosa Agencia Magnum continúan acreditándole como “un fotógrafo checo desconocido”. Obtiene el premio Robert Capa por su contribución al fotoperiodismo y finalmente se exilia a Inglaterra en 1970. Tarda dieciséis años más en admitir la autoría de sus fotografías por miedo a que el régimen tome represalias contra su padre.

«Nunca sentí odio hacia aquellos soldados recuerda Kouldeka Ellos no fueron los responsables. La mayoría eran apenas unos críos, lo mismo que yo, y estábamos dentro del mismo sistema. Lo que les pasó a ellos podría haberme pasado fácilmente a mí. Podrían haberme despertado una mañana y enviarme a Varsovia o donde quisieran. En aquel entonces, ninguno de nosotros era libre». El año pasado, Koudelka regaló alrededor de dos mil fotografías a diferentes instituciones culturales checas. La donación incluye su famoso ciclo Invasión. «Me gustaría que los jóvenes rusos vean su propia cara en los rostros de aquellos, que fueron sus padres o abuelos, y hagan todo lo posible para no volver a ser nunca invasores».

24 de febrero de 2022. Una grabación de las cámaras de seguridad en la frontera de Ucrania en Crimea muestra como tanques militares y camiones con numerosas tropas rusas entran al territorio sin contratiempos. Las imágenes son difundidas por el propio gobierno de Ucrania que aboga porque la comunidad internacional actúe de inmediato ante el inicio de la invasión rusa que ya ha cobrado vidas de civiles en diferentes partes del país.

Josef vuelve a darle cuerda a su reloj.