Ilustrar la anomalía, dar voz al monstruo: Una entrevista con Mario Rivière

Entrar en el universo de Mario Rivière (Madrid, 1975), uno de los ilustradores más brillantes y activos de este país, es abrir una ventana a la anomalía y lo maravilloso. En su obra, los héroes de la brutalidad (músicos despiadados, asesinos en serie, artistas outsiders) dialogan con el humor negro o la carcajada que se vuelve siniestra. Muchos de nuestros lectores lo conocerán porque lleva más de dos décadas al frente de furiosas bandas de punk rock (Muletrain, Aerobitch, Frogger, Silla Eléctrica, Chingaleros y R. O. B. O.), firmando alguno de los carteles y diseños de portadas de discos más sorprendentes o como ilustrador estrella de La Felguera Editores. Cada día aumentan sus fans, incluidos nosotros, que lo reverenciamos. Lo mismo que él: no hay día en que no descubra o se convierta en fan de algo o alguien. De todo esto, de ese particular mundo repleto de superhéroes, malvados que dan risa e imaginería oscura, conversamos en su casa del centro de Madrid, entre toneladas de libros, discos y objetos extraños que no dudamos en fotografiar para vosotros y vosotras...

Creo que el otro día, cuando vino Johnny Ryan, autor de Pudridero, fuiste a conocerlo, ¿verdad?

¡Sí! Fue increíble. A todo el mundo le pintaba una especie de polla con cuchillos, pero a mí me dibujó mi personaje favorito. No me lo podía creer. De pronto, vi que me estaba haciendo algo diferente. Me cayó muy bien. Se supone que es un personaje. Era un poco seco, pero se tomaba sus diez minutos para hacerle un dibujo a todo el que se lo pidiera y eso que había mucha gente esperando. Encima, cuando me tocó a mí, se le había secado el rotulador, así que pensé: «Fijo que me hace una porquería», pero no, que va. Nada más empezar vi que me estaba haciendo algo muy guapo. Pudrirero, su cómic, me flipa: son todo peleas de monstruos, sobradas y putrefacción, ¡una delicia!

Nos interesa tu manera de trabajar. A veces, cuando estamos en proceso de crear algo, forzamos su desarrollo, la idea misma. Claro que cada día hay que practicar, pero me pregunto qué piensas tú de todo ello, si en tu caso, cuando estás en pleno proceso, tiendes a forzarlo o simplemente te dejas llevar. ¿Empiezas siempre ante una página en blanco, un pequeño boceto, o quizá una idea te lleva a otra?

Siempre partes de una idea, aunque tiendes a darle vueltas a varias cosas. Yo suelo empezar rápido, porque me gusta manchar la página para perder un poco el miedo. Muchas veces me sucede que empiezo y paso enseguida a intentar una cosa diferente, pero luego la aparto... A veces es habitual que vuelva a la primera idea. Creo que mucha veces la primera idea es la que mejor funciona.

«Confío mucho en el golpetazo, porque me gustan las cosas crudas»

Quizá porque es la más sencilla. A veces, esa primera idea, con toda su sencillez, es la mejor opción.

Sí, no sé si sientes un poco de culpabilidad por haber estado trabajando con otras ideas, dedicándoles su tiempo, para luego volver a la primera idea o a veces es a la inversa, surge tan rápido que tiendes a descartarla. Creo que hay que hacer caso al estómago. Muchas veces pasa que es la más facilona, pero casi siempre hay algo ahí... Cada vez me doy más cuenta de que pierdo mucho tiempo en intentar refinar esa primera idea, en ir hacia otro lado. Suelo ser muy directo y luego le doy más vueltas. Confío mucho en el golpetazo, porque me gustan las cosas crudas.

Entonces, ¿confías en el instinto, en el papel que juegan las tripas y lo instintivo?

Sí, también porque yo no soy muy refinado, ni tengo mucha sutileza pintando o diseñando. Me gustan formas de expresión bastante crudas. Evidentemente, una cosa que está muy refinada me puede capturar y fascinar, pero igualmente lo puede hacer una explosión que ha tenido un tipo que estaba pasando por un problema y que, de pronto, sin pensarlo demasiado, se ha cagado en todo en un papel, vomitando su mierda. Es un proceso similar a la escritura, ¿no? Empiezas a escribir y, de pronto, decides que vas a tirar esas cincuenta páginas a la basura. O a veces te das cuenta de que está bien encaminado desde un principio.

 

Esa perdida y ese perderse, hace que muchas veces se encuentren cosas realmente hermosas. Me refiero a tirar borradores, perderse, para decir: «Estoy haciendo algo guay». Se tiende a pensar, en todo esto de la creación y el arte, que hay un aspecto automático, pero también hay una parte de divagar que, además, hoy en día casi no se nos permite. Siempre hay que estar ocupado de forma permanente. Se valora muy poco ese sentido del perderse, del divagar, el garabatear algo en el metro o donde sea.

Lo que sucede con divagar es que puedes permitírtelo cuando tienes tiempo. Si, en cambio, funcionas con plazos muy cortos y cerrados, es distinto. Es como por desgracia se suele funcionar hoy en día. Es muy difícil no perderte en eso, y quizá hay que encontrar el equilibrio entre ese divagar y cumplir con una entrega, un plazo. Tienes que centrarte en lo que puedes o no puedes hacer. Divagar es muy importante, pero en mi caso a veces también viene por la inseguridad. A veces irte por las ramas es resultado de esa inseguridad, en pensar que una idea que ha llegado de golpe no es lo suficientemente buena, pero quizá es que yo soy muy bruto.

«A la gente le suele gustar la música y eso te influye. Yo sí que me siento parte de una generación a la que nos han influido unas mismas cosas, como el rock and roll, las películas de terror..»

Has mencionado las palabras crudo, bruto… Creo que en tu caso y también en el nuestro, pertenecemos a una generación a la que le interesan determinadas cosas que tienen una gran relación, a veces, con el término «arte». Nos cuesta reconciliarnos con esa idea de «arte».

A mí me cuesta muchísimo.

Pero en el fondo, vivimos en medio del arte, vinculados a que no solo sea lo plástico o lo visual lo que nos influencie. Me refiero al rock and roll, por ejemplo. ¿Sientes que perteneces a una generación de artistas e ilustradores que vienen de la cultura del rock and roll?

Todos venimos de la cultura del rock and roll. Hay artistas que dicen que no, pero que nieguen el interés no quiere decir necesariamente que no les haya influenciado. El rock and roll lleva mucho tiempo siendo una influencia de la que no puedes escapar. A mí me ha influenciado muchísimo. Me resulta muy extraño encontrarme con alguien a quien la música no le importe. No suele ser el caso. A la gente le suele gustar la música y eso te influye. Yo sí que me siento parte de una generación a la que nos han influido unas mismas cosas, como el rock and roll, las películas de terror... De todos modos, no tengo unas influencias muy originales. También es verdad que con respecto a esa idea de que sea crudo y demás... Luego soy muy minucioso con los detalles, haciendo puntitos durante horas, invierto mucho tiempo en ser tan detallista y cuidadoso con ciertas cosas, es un equilibrio extraño, no lo entiendo ni yo…

Cuando veo tus trabajos siento que hay algo crudo, porque la idea lo es, es cruda, pero luego entro en un terreno que es mucho más delicado. Me refiero a todo lo que tiene que ver con lo sádico y morboso, con la misma violencia. Ante un personaje que aparentemente representa todo eso, eres capaz de darle un toque distinto, casi ambiguo, darle benevolencia a los monstruos, y eso no se consigue solamente con crudeza, sino con una mirada hacia ese fenómeno. Nuestro amigo Ramón Mayrata emplea siempre una expresión que nos gusta mucho. Él siempre se ha rodeado de gente que define como «singular». Para nosotros es posible que esa gente no sea singular, pero para otra gente que nos ve y nos conoce somos singulares. A veces es curioso, porque hablamos con alguien un tanto ajeno a nuestro mundo y nos damos cuenta que aquello que para nosotros es normal, para esa persona no lo es en absoluto. Somos singulares a los ojos de esa otra persona, aunque nosotros pensemos que no hay nada especial en todo ello. En la música y el arte en general…

Claro, porque al final la gente de la que te rodeas es gente que suele compartir una visión del mundo similar a la tuya.

Y a lo mejor le estás explicando a alguien algo y dices: «¡Claro! Pero a quién no le va a gustar eso…». Sin embargo, luego te das cuenta de que no es así.

Tienes toda la razón. A mí lo que me mueve realmente es esa fascinación por los comportamientos singulares. Me apasionan determinadas cosas que son anomalías. Henry Darger, por ejemplo, me parece un genio. Tenía un empleo anodino y llevaba una vida anodina y, de pronto, cuando muere descubren que tenía todo un mundo propio, un gran universo que no enseñó a nadie. Miles de páginas de texto e ilustraciones, un universo suyo y solo suyo acojonante.

Algo que sucede que hace que lo que era previsible no lo sea. Un accidente, una interrupción de la normalidad…

Pero luego sucede que la anomalía se convierte en norma y surge otra anomalía. Las pequeñas desviaciones del comportamiento humano son las que nos hacen ser especiales. A mí es que, en realidad, todo lo que me interesa está relacionado con eso. El wrestling de la época dorada... Me pregunto cómo vivían sus luchadores, cómo creaban sus personajes... Era teatro, pero también muchas más cosas. Lo veía de pequeño y me volvía loco. Lo mismo sucede con las películas malísimas. Ver películas malísimas es entrar en la cabeza de una persona que es especial, no es solamente que te rías de lo que está mal hecho, sino entrar en la cabeza de una persona que es diferente y que tiene muchas cosas interesantes que decir. Por eso ha hecho esta película o este cómic o pintado este cuadro. Hay gente que tiene una gran técnica pero que no me emociona lo más mínimo. Sin embargo, gente que carece por completo de técnica, pero que tiene que decir algo completamente diferente y único, algo propio, esa gente me puede llegar a gustar mucho. Me interesan esas expresiones teóricamente baratas de la cultura, pero que son hechas de una forma muy rápida, como las novelas pulp.

A mi últimamente me apasionan los relatos de exploradores. Me encantan todas esas aventuras hacia los Polos, hacia lo desconocido. Es como la colección que hemos empezado en La Felguera Editores (True crime). Cuesta admitir algo que es cierto, al menos en nuestro caso, como es que nos fascine el totalitarismo. Es como un tabú.

Mucha gente piensa que si eso te gusta y fascina es que sientes simpatía hacia ello. No es cierto, en absoluto. Yo estoy completamente fascinado por historias y relatos cuyos protagonistas son asesinos en serie o dictadores que me producen el máximo rechazo, pero no puedo evitar sentir muchísimo interés.

«Desde que era pequeño he estado obsesionado con lo monstruoso y terrorífico, con la anomalía»

Jack the Ripper fue un gran asesino, alguien muy despiadado. Pienso en sus asesinatos. No hay que olvidar que mataba a prostitutas, pero pasó a la historia por esa fascinación que despertó.

Tratas de entenderlos, por eso mismo te fascinan. La mayor parte de la gente intenta apartarlos, pensar que no existen, actuar como si fuesen accidentes. Pero existen y son reales. Hay muchísima más gente de la que pensamos que es capaz de comportamientos de ese tipo. Y hay que entenderlo, que es algo muy distinto a compartirlo.

Todos tenemos ese reverso. En tu caso, desde que te conocí he visto una evolución. Es como un desarrollo natural y, de hecho, podríamos unir todo lo que has producido o hecho, todos los discos en los que has tocado, que has diseñado, todas tus ilustraciones y obras, absolutamente todo y, al hacerlo, tendríamos una especie de libro que es la historia de tu vida. Si yo no te conociera, podría llegar a hacerlo, a conocerte, viendo todo eso y entendiendo toda esa evolución.

Mis intereses tampoco te creas que han variado mucho. Desde que era pequeño he estado obsesionado con lo monstruoso y terrorífico, con la anomalía. Mis intereses se mantienen y amplían, porque cada vez somos más conscientes de que somos capaces de esos comportamientos anómalos, como el caso de exploradores que son capaces de irse a los Polos a morir, sí o sí, tratando de ser los primeros. O esos tipos que deciden ir a conocer a tribus caníbales arriesgando su vida.

Porque es el ser humano. Antes lo dijimos: la singularidad ha hecho evolucionar al ser humano. Es el progreso entre los humanos lo que hace evolucionar a la misma sociedad. Igual que una revolución hace cambiar el progreso histórico, y hay como un salto, incluso con un atentado terrorista, como lo estamos viviendo estos días, donde estos cabrones están diseñando el mundo que les gustaría tener, una Europa militarizada, con sus fronteras cerradas. Lo que habían planeado dentro de veinte años, lo han conseguido en un solo día.

Claro, a río revuelto... Está claro hacia dónde nos dirigimos y va a ser muy feo. Volviendo a lo de antes, yo creo que, en mi caso, esa fascinación por comportamientos extremos, aventureros, etc., viene también por el miedo al cambio. Las cosas que suponen un cambio en mi vida, me asustan un poco. En ese sentido soy un poco autista. Quizá me interesen las vidas de todas esas personas que toman esas decisiones y llevan esas vidas porque a mí me asustan ciertas cosas, me paralizo.

Los libros o los discos son como talismanes.

Exacto, objetos mágicos que, entre otras cosas, nos ayudan a entender a otros y sus comportamientos.

Si el pasado tiene una utilidad, es la de ver en este algo nuestro. Pienso en el caso de Jim Jones y la secta del Templo del Pueblo. Comprendiendo lo que allí sucedió podemos entender muchas cosas de hoy en día.

Todos manipulamos, lo llevamos en la sangre. El problema es cuando a la gente se le va de las manos el carisma y se pierde el compás de lo que está bien y lo que no, entonces es el fin. Si piensas en Jim Jones o Charles Manson ves que tenían una visión que se fue endureciendo, pero luego te pones en el lugar no solo del que maneja sino del manejado y comprendes muchas cosas. Eso es lo interesante. Intentar ponerte en el lugar de la persona que ha sido manipulada es una forma de protegerte a ti mismo con respecto a esos comportamientos.

Porque tendemos a convertirlos en personas alejadas de nosotros. Lo más sencillo es definirlos como «locos», pero no es tan sencillo, y a veces es falso.

Todo el mundo piensa que ellos no habrían podido caer en el Templo del Pueblo o en La Familia de Manson. Sin embargo, la mayoría de la gente ha tenido algún momento de su vida de gran debilidad y, si eres víctima de eso, puedes acabar en ISIS, o en lo que sea.

¿Has estado ilustrando algo y en medio del proceso creativo te has dado cuenta de que cruzabas unas líneas rojas? ¿Te has autocensurado en alguna ocasión?

En general, no me gusta ser muy explícito. Quizá sea por mi educación. Pese a que antes decía que me gusta ser un poco bestia y demás. Las ilustraciones para los asesinos del Diario de los asesinos quizá han sido lo más difícil de ilustrar. Por ejemplo, con mis ilustraciones de Troppmann. En ese caso no quería reflejar el momento en que estaba matando a unos niños, porque eso me parece innecesario. Es como cuando ves La matanza de Texas, mi película favorita, donde no hay casi sangre, se insinúan muchas cosas, pero... Yo no siento simpatía por la mayoría de los criminales, pese a que estoy obsesionado con el mundo del crimen. Intentaba comprender un poco el universo de esa persona, de Troppmann, intentar reflejarlo en su expresión.

Estos días, con los atentados en París, estamos presenciando algo parecido. Las imágenes de los cuerpos sin vida en la sala de París. Son innecesarias. Creo que genera una barrera y levantas un muro entre tú y lo que ves. Entonces surge el «otro». Los terroristas viven a nuestro lado y, por lo general, son gente increíblemente normal, aunque no lo queramos admitir.

Ese es el problema. No damos importancia a las circunstancias que han llevado a una persona a hacer lo que hizo. En el caso de los asesinos está claro. Es un tabú. Porque si se hace parece que estás sintiendo simpatía por toda esa gente que ha hecho algo tan terrible. La primera reacción, como hemos visto estos días, es responder bombardeando un pueblo. Si planteas que hay que intentar comprender lo que ha pasado, entonces puede que hagamos algo más inteligente y útil. Pero esto requiere cierta empatía, lo cual siempre es muy difícil. Creo que esto es gran parte del problema de lo que pasa en el mundo, porque nunca nos preguntamos por lo que está pasando la otra persona.

Construimos la vida en un juego falso y peligroso entre nosotros y los otros. Es como el arte político, el arte socialista. Era pura propaganda. Entonces se trataba de mostrar algo, una ideología. Ahora, con toda esa gran cantidad de informaciones y noticias que son pura propaganda, de imágenes que tienen una clara intencionalidad. Cuando el arte deja ese terreno, el de la propaganda, se vuelve algo peligroso.

Muchas veces la propaganda lo que intenta es evitar que la gente se haga preguntas. Si no nos hacemos preguntas, estamos mal, muy mal, porque todo parece irresoluble. Cualquier persona que intenta plantearse preguntas parece que se convierte en un amigo del enemigo.

Web oficial de Mario Rivière: www.marioriviere.com

Para contactar con él: marioriviere@gmail.com