En recuerdo de Malcolm McDowell: If... la película de la anarquía

La película de culto If...., dirigida por Lindsay Anderson y estrenada en 1968, es un artefacto de puro terror visual, la cinta por excelencia de la revuelta. Fue punk antes del punk. Y Malcolm McDowell, nuestro héroe definitivo.

«If… es la parte central de life»

El director avanzó hasta que la luz del sol lo bañó. A su alrededor los alumnos y padres de la escuela se acuclillaban en las entradas o detrás de los contrafuertes protectores y los coches intentando evitar la lluvia de balas, proyectiles de mortero y granadas procedentes de la parte superior del edificio opuesto. Los cuerpos cubrían la hierba, llena de cráteres, que nunca antes había presenciado tal degradación. Algunos monitores, padres y profesores empezaron a responder a los cinco rebeldes de la azotea con las armas que finalmente se habían distribuido. El director avanzó.

«¡Dejad de disparar! ¡Alto el fuego! ¡Alto el fuego! Chicos, chicos, chicos. Os entiendo… Sed razonables y confiad en mí. Confiad en mí».

La chica con la chaqueta de camuflaje sonríe, saca el revólver que lleva sujeto al cinturón, apunta despacio hacia abajo y le mete un balazo en medio de la frente. Fue el fin del principio. Era 1969 y yo estaba pegado a la pantalla de mi televisor…

if_1968_2.jpeg

En el moderno Gormenghast, esa era la escuela que me asignaron, donde yo era un alumno de segundo, beligerante pero alegre, allí se pudrían los viejos y anticuados profesores; sobras endurecidas de los días de la desmovilización, o anteriores a estos, todos irremediablemente equivocados en la creencia de que los métodos victorianos en entornos modernos funcionarían. La formación del carácter y el hecho de saber cuál era tu sitio, incluso en una insignificante escuela secundaria, eran de suma importancia.

Para un chico de doce años era un lugar de lo más extraño. Todas las mañanas, cuando bajabas del autobús, entrabas en un misterioso museo totalmente aislado del mundo real, o de la realidad que habíamos elegido. Yo (¿igual que tú?) me había criado entre relatos de aventuras: El agente de CIPOL, Los vengadores, Los persuasores, Los invencibles del Némesis, Tierra de gigantes, Cartas de la guerra de secesión, Dr. Who, Los guardianes del espacio, Stingray, La familia Addams, Daktari, Adam Adamant, El capitán escarlata, Mike Malone, La familia Monster, Casey Jones (¡!), Perdidos en el espacio, Batman y El prisionero; series que ponían el contrapunto al mundo real y mostraban cómo creíamos que debían ser las cosas, especialmente entre el bien y el mal. La creciente indignación que nos llenaba, que los profesores confundían con la tradicional fogosidad, procedía de ese recién descubierto «liberalismo» (una expresión despectiva donde las haya) presente en ese mundo nuevo y más grande, y en el mismo aire con el que inconscientemente nos llenábamos los pulmones. Aceptar la vida en la escuela que ellos habían planeado para nosotros habría sido tan ridículo como sentarnos en la oscuridad todo el día sin quejarnos. Los profesores, benditas cabecitas huecas, nos sonrieron de oreja a oreja desde el escenario del salón de actos esa primera mañana bastante inconscientes de que, en los cinco años que seguirían, la mayoría de ellos se retirarían antes de tiempo incapaces de combatir el virus del que nosotros éramos portadores letales.

artworks-000230602368-hsehjl-t500x500.jpg

Por nuestra parte, no les odiábamos, simplemente nos estorbaban. Lo que probablemente en un principio era una chiquillada; nuestra tácita negativa a aceptar sus métodos, se hizo mucho más clara y, para mí, se cristalizó en la todopoderosa If.... Lo hacíamos sin saber por qué, y cuando descubrimos por qué, lo hicimos aún más. Demasiado jóvenes para haber sido testigos de las discusiones sobre Look back in anger, A taste of honey o Entertaining Mr. Sloane, sabíamos de rock’n’roll, Elvis y The Beatles, pero ¿y qué? Nos daba igual. James Dean, Cuba y Profumo no significaban nada para nosotros. ¿Kennedy? Por alguna razón, eso irritaba y Vietnam empezaba a confundirse. ¿Dónde estaba Vietnam? Y ¿por qué esos profesores insistían tanto en que aprendiéramos latín?

maxresdefault.jpg

If.... fue una de las pocas películas que captaron otra cosa que no fuera la época; profundizando aún más en la imaginación y dándole rienda suelta. Con noble gracia se une al sobrio grupo de Alfie (real «vida real»), Morgan, un caso clínico (una comedia que se estira, y que fracasa torpemente, para dar un tratamiento más surrealista), El sirviente (primer estudio valiente sobre la homosexualidad masculina), El asesinato de la hermana George (ídem, sobre el lesbianismo), Blow-Up (los elementos narcisistas del Swinging London), Performance (película que explota las posibilidades de la película y suprime todo el desbarajuste exótico), La naranja mecánica (trata la violencia de una forma nueva; tan impactante que hoy en día no puede conseguirse en vídeo) y El juego de la guerra (melancolía postholocausto; también prohibida, a diferencia de la bomba).

En caso de que hayas tenido la gran mala suerte de perderte If.... vamos a retroceder en el tiempo hasta el imponente edificio y los chicos, los monitores y los maestros, en el momento en que inician ajetreados el primer día de un nuevo trimestre. Sanctus del Missa Luba es nuestra banda sonora (posteriormente usada como música intro por Adam and the Ants y Animals and Men) dentro y en los aledaños de un edificio inundado de ritual, resentimiento, acné típico de la adolescencia y el mórbido hedor del miedo.

if8-1.jpg

Como es típico, los monitores tienen esas bocas llenas de desdén de los todopoderosos e incluso gozan del anticuado lujo de las temidas patillas. Vuelven al que han decidido que es su lugar, organizando a sus subordinados; hasta que Travis aparece. Travis, el que será nuestro héroe principal, entra envuelto en una enorme bufanda negra y con sombrero, encorvándose para mantener su fanfarronería fuera del alcance de las manos indiscretas que tratan de desnudarlo. A salvo en su estudio, desvela a sus compatriotas el bigote experimental, una pequeña rebelión, pero lo bastante grave en estas esferas. Se lo afeita. Hay cosas más grandes por hacer.

El director, justo a tiempo, pronuncia su discurso y sermón inaugural: «Solo tengo una cosa que decir. Y es la siguiente: trabajen y jueguen, pero no mezclen ambas cosas». Nuestro propio director zalamero nos dijo una vez generosamente: «Podéis escuchar música pop en casa, pero solo si escucháis también música clásica. Leed cómics, por supuesto, ¡pero estudiad a Dickens!». La enfermera examina sus partes más traviesas con su pequeña linterna y, después, proceden a instalarse para el trimestre que tienen por delante. Los débiles o físicamente diferentes son víctimas de las burlas de inmediato, el foco de atención se alterna entre las actitudes y ejemplos perfectos de vida doméstica y los tres rebeldes: Mick Travis, Johnny y Wallace.

x.jpg

Se nos informa que el paraíso es para los bendecidos y no para los obsesos del sexo. Anderson se ríe discretamente al principio. Sus tensiones entre la anarquía y la jerarquía, la independencia y la tradición, la libertad y la Ley (unas constantes), en ese momento apisonadoras hacia el enfervorecido clímax, aparecen como una feliz coincidencia con la revuelta estudiantil en todo el mundo. Un hecho fortuito que dio a la película un mayor éxito del que nadie hubiera esperado. If.... era el apogeo de la integridad.

El director se presenta más como un barómetro de la situación que como un personaje real, de forma muy similar al recuerdo que conservo de mi propio director, con quien, excepto por las asambleas, día tras día, en las que declamaba algún farragoso prólogo de angustia religiosa, solo coincidí dos veces en los cinco años que pasé allí: una durante el primer año para reprenderme por mi aspecto y, la otra, en el quinto año, cuando el imbécil me sugirió con todo el descaro que abandonara la escuela.

«Por supuesto que algunas de nuestras costumbres son estúpidas… Podría decirse que pertenecemos a la clase media (toma a distancia de una fachada gótica). Pero una gran parte de la población está en el proceso de convertirse en clase media y muchos de los valores morales de la clase media son valores de los que este país no puede prescindir». Por tanto, el trato brutal de todos los implicados está excusado. «No debemos esperar que se nos agradezca. La educación en Gran Bretaña es una núbil Cenicienta, escasamente vestida y de la que se ha abusado mucho». Los monitores, cuando no están flirteando con los chicos más jóvenes (en especial con el irresistiblemente guapo Bobby Phillips) adoptan una línea más sumisa: «Si nosotros no podemos servir de ejemplo, ¿quién podrá? Por eso se nos conceden los privilegios que tenemos». Esta debe ser la explicación de por qué los jueces, abogados, soldados de la guardia real y políticos, todos ellos eminentes y respetados miembros de la sociedad, aparecen con tanta frecuencia en los escándalos sexuales.

eee6a698bf445cc4f5b7ac7e555386ed.jpg

«¿Cuándo vivimos? Eso es lo que quiero saber»
 

Nos encontramos más y más con nuestros tres héroes a medida que la vida escolar se va activando y casi al instante nos los encontramos castigados por su aparente falta de autodisciplina, lanzados a las duchas frías. Cuando, más tarde, en su íntima clase de esgrima, saltan de un lado a otro, sus palabras delatan sus sentimientos. Mick: «¡Guerra y cuchillo!». Johnny: «Inglaterra, ¡despierta!». Mick: «No somos cosechadores de algodón todos… ¡Algunos amamos Inglaterra y su honor todavía!». Wallace: «Muerte a los tiranos». Mick: «¿Qué queda si la libertad cae? ¿Quién muere si la libertad vive?». ¡Oh, estos shakespearianos chicos, echando mano del lenguaje del que sus superiores no pueden!

No se puede ser más de clase media que ellos y, sin embargo, no pude detestarlos como detestaba a la mayoría, ni el modo en que otros, dentro de la crisálida de la seguridad financiera o social, podían permitirse rebelarse siempre. Y, ¿por qué? Porque, como Anderson dijo, Mick Travis puede jugar a hacerse el intelectual, pero su enfado proviene de su dignidad verdaderamente ultrajada y su sentido del juego limpio. Mientras que este trío seguramente ha podido resultar untuoso, es heroico en su contexto. Sin duda, Mick Travis puede decir verdaderas tonterías («No existe una guerra equivocada. La violencia y la revolución son los únicos actos puros. La guerra es el último acto creativo posible». ¿Qué problema hay con eso?), pero sí que logra dar en el clavo de vez en cuando. «¿Cuándo vivimos? Eso es lo que quiero saber».

film-if.jpeg

La escuela en sí misma se convirtió en una aventura para mí después de todo esto; hubo infinitas oportunidades de divertirse. La asamblea escolar se convirtió en un paraíso para jugadores selectos con nuestros dados de oraciones y nuestro bingo de himnos. Las cartas de «Kolly Kibber» (se nos dio a conocer bastante pronto Brighton Rock) (NOTA: Novela de Graham Greene) aparecían por toda la escuela, incluyendo, en un día raro y fatídico, en la salsa de la escuela. Algunos de los profesores más viles y violentos se convirtieron en clientes habituales de talleres locales en los que les arreglaban los techos salpicados de ácido y acumularon una cuenta aún mayor por las reparaciones de neumáticos dañados o tubos de escape destrozados (ese truco de la patata funciona de verdad) y no se pilló nunca a ningún culpable. Éramos educados o sarcásticos en nuestra clase, nunca llamativos ni grandilocuentes. Llevábamos a cabo estos actos de manera esporádica, en lugar de exponernos en una campaña fácilmente obstaculizada.

Creé mi publicación «prePanache», conocida cariñosamente como The Book That Will Not Burn, una cruda colección de fotografías de hombres y mujeres desnudos (gracias «H y E») con nuevas cabezas aplicadas, procedentes de las abundantes fuentes fotográficas conocidas como The Ashfordian (revista escolar). Creé una línea popular de pósteres de decapitaciones de directores que adornaban las paredes del vestíbulo y los tableros de anuncios, pero fueron destruidos enseguida y los mejores de todos se usaron como hojas oficiales para las notas de la escuela dirigidas a los padres y a las empresas locales, cartas preocupantes sobre su servicio deficiente o relatos ficticios sobre el sorprendente comportamiento de sus hijos, que dejaron demostrada la facilidad con la que podía falsificarse la firma del director. Por desgracia, esto tuvo que dejar de hacerse cuando un aluvión de cartas provocó que los padres se presentaran en la escuela (todos negando frenéticamente que sus hijos hubieran recorrido la escuela desnudos durante la pausa de la mañana). El director se convirtió en una bestia más malhumorada que nunca. Una mañana al salir de su despacho se encontró el cartel de «El director está reunido» cambiado por «está en la cama» y se subió por las paredes. Los sospechosos eran muchos, pero ¿qué podía hacer? Al día siguiente el acto religioso fue más largo de lo habitual. Sabía cómo ser cruel. Fue entonces cuando empecé a robar los registros…

04.jpg

«Gran Bretaña, hoy en día, es una fuente generadora… de ideas, experimentos, imaginación, en todos los ámbitos, desde la música pop hasta la cría de cerdos; desde centrales nucleares hasta minifaldas, y ese es el desafío al que nos enfrentamos». Poco a poco estábamos derrotando a los profesores más veteranos y algunos, tras quedarse encerrados en salas durante varias horas, o descubrir sus libros desaparecidos en rincones remotos de la escuela varios días después intactos (pintarrajearlos hubiera sido inútil; la idea era confundir), abandonaban por completo. Al fin, en cuestión de tres años, empezaron a caer como moscas, y los que se quedaban eran meras sombras de lo que habían sido. Curiosamente nuestro propio tutor fue el mayor bastardo de todos y se mantuvo firme. Pero incluso ahí podías tener la solución. Cuando ponía veinte preguntas de mates de deberes, una hora de trabajo, como mínimo, podía realizarse fácilmente, y con esmero, en cinco minutos. Simplemente respondías a todas mal. De este modo, él se pasaba mucho más tiempo del que tú le habías dedicado explicando dónde estaban tus errores. Fingiendo una confusa ignorancia, los engañábamos a todos y, en el tercer año, nos sentimos más que satisfechos cuando se nos informó de que habíamos obtenido los peores resultados en los exámenes de la historia de la escuela. ¡Cielos! Me encantaba el olor de las comidas de la escuela por la mañana («Sanctus. Sanctus…»).

Entretanto, en una escapada totalmente irregular al pueblo más cercano, Johnny y Mick roban una moto y salen pitando, sin cascos, hacia el campo para detenerse finalmente a tomar algo en la cafetería The Packhorse, donde conocen a «La chica». Bofetada en la cara, un café solo, Mick y la Chica rodando por el suelo, a veces totalmente vestidos, a veces no, y otro más se une al clan. La Chica, con insistencia: «Vamos, mírame. Te mataré. Mírame a los ojos. Me gustan los tigres».

Travis y sus amigos reciben crueles varazos por su comportamiento generalmente rebelde y la confrontación se acerca. Finalmente, vencen, en unas maniobras del programa College Cadet ridículamente exageradas en las que, con balas de verdad, destrozan el depósito que contiene el té y el capellán de turno echa a perder los calzoncillos cuando Mick le dispara a la cara una bala de fogueo a bocajarro. A continuación, se yergue a horcajadas sobre el capellán, que se retuerce aterrorizado, amenazándole con atravesarle la cara con su bayoneta. En todo momento, lanzan su grito de batalla esencial: «¡Aaaaaaaaah!», la última palabra que oímos de todos los rebeldes (La acción es más elocuente…).

51pT2sGwwUL.jpg

El director, gloriosamente desconcertado por todo el asunto, pero decidido a mostrar su lado más benévolo, es tolerante, incluso indulgente. Abre un cajón en su despacho y el capellán se incorpora desde su interior para aceptar las disculpas de los chicos con un apretón de manos. Esto, al igual que la inexplicable aparición de la Chica en una ventana frente a la escuela una noche en la que Mick mira a través de un telescopio, son hechos que nunca se explican, lo cual ya está bien. Son las anomalías perfectas. (El uso del color y el blanco y negro a lo largo de toda la película, lo cual ha dado tanto que hablar a los devotos del cine académico, no es nada burdo ni esotérico. Anderson usó blanco y negro cuando sintió que era pertinente y no por falta de dinero o tiempo).

«La impactante ausencia de cadáveres al final no se debe a que tuviera miedo de ir demasiado lejos, simplemente ni se lo planteó, para empezar»
 

El humor de If...., tal como se observa en la resurrección sorpresa del capellán, era tímido y comedido, de igual modo que las escenas sexuales eran siniestras e intensas. Incluso la visión de la mujer del profesor responsable del internado, la señora Kemp vagando desnuda por la escuela vacía (cuando todo el mundo está fuera viendo el rugby) se vuelve aceptable, pero Anderson no lo lleva al exceso, de la misma forma que controla también sus tendencias, más artísticas y de clase media, de camuflarlo en un estilo demasiado importante. Es muy, muy simple. Pero, al final, fracasa. El final es triste; nos quedamos sentados con los ojos llenos de lágrimas por el sacrificio e impresionados por sus acciones, pero a Anderson le parece todo divertidísimo, la matanza es violencia metafórica. La impactante ausencia de cadáveres al final no se debe a que tuviera miedo de ir demasiado lejos, simplemente ni se lo planteó, para empezar.

MV5BOWE1NGE1NzItNWEwMy00MmE3LTgxN2EtNjRhNDgwNzIyODI4XkEyXkFqcGdeQXVyNTAyNDQ2NjI@._V1_.jpg

Y su cobarde debilidad es ridiculizada por la excelencia de los actores (los alumnos secundarios / monitores / profesores tanto como los protagonistas), aunque David Wood (Johnny) parece ser el único, aparte de McDowell (que podría haberse encasillado en esto y en La naranja mecánica para convertirse en el nuevo James Dean, excepto que nosotros no queremos entrar en este tipo de cosas, ¿verdad?), que ha sobrevivido a la película. ¡Puede verse a Wood con frecuencia haciendo el ridículo en Play away! ¡De vuelta al útero, muchachos, de vuelta al útero!

Anderson desveló finalmente en 1983 lo malas que se habían vuelto sus habilidades con la increíblemente espantosa Brittania Hospital, la tercera entrega de la trilogía de Mick Travis (tras O Lucky Man). En ella abordó temas sociales de clase, privilegio y discriminación racial con toda la sutileza que mostraría Henry Cooper produciendo un guión medieval. El verdadero Travis muere luchando (con la cabeza arrancada del cuerpo al final) mientras sus colegas lo decepcionan con su total desinterés, pero la visión de Anderson proviene de unos ojos reumáticos y me sentí ampliamente ofendido. Nunca debió rodarse, pero sin duda mostró lo fácilmente que un hombre puede quedar aislado en la forma de pensar de finales de los 60 y principios de los 70.

If.... se consideró impactante en el momento de su estreno y fue muy censurada. En Gran Bretaña, los censores sentaron precedente al permitir que el vello púbico de la señora Kemp y la Chica pasara intacto (aunque la restringieron a un público de 16 años o más) y en Estados Unidos también se presentó sin cortes, aunque los distribuidores fuera de la libertina ciudad de Nueva York exigieron que se eliminara la escena de Kemp y de la ducha. Australia cortó prácticamente todo, incluso antes del estreno, al igual que Italia, pero en este último país, la prensa montó tal escándalo que, finalmente, la película se estrenó ilesa. A la República de Irlanda no le gustaron las conversaciones de naturaleza sexual en el estudio de Johnny, y Sudáfrica (sorpresa, sorpresa) se negó a mostrar a Wallace lamiendo a una pin-up negra ni la declaración de Mick de que le gustaría «hacer el amor con ella y después entrar en el mar cogidos de la mano para morir». En la militarista Atenas, toda la secuencia final quedó muerta y enterrada, mientras que Portugal se libró de todos estos problemas negándose a proyectar la película.

Nuestro director habla, ahora que el capellán vuelve a estar feliz: «Es una característica natural de la adolescencia desear proclamar la individualidad. Es una forma bastante inocente de existencialismo. El pelo corto no es un indicativo de mérito. Esto, por ejemplo, ocupa un lugar central en el gran problema del cabello. Creo que vosotros, chicos, sabéis que me mantengo alerta ante la mayoría de las cosas. Y de algo estoy seguro; el pelo corto no es un indicativo de mérito. Con mucha frecuencia, me he fijado en que los rebeldes del cabello son los que asumen el control cuando hay una crisis, tanto si se trata de un incendio como si es cuestión de sacrificar una semana de vacaciones para ofrecer a un grupo de niños de los barrios bajos siete días en el campo. Pero, por supuesto, hay límites. El desaliño de cualquier tipo es deplorable. Creo que me entendéis. Vosotros, chicos, sois inteligentes. Sois demasiado inteligentes para ser rebeldes. Eso es demasiado fácil».

Y, a continuación, como si no hubiera hecho ya suficiente, les ofrece un «privilegio», más que un castigo (porque eso, de nuevo, sería «demasiado fácil»), permitiéndoles ordenar el almacén ubicado bajo el escenario donde, con la ayuda de la Chica y Bobby Phillips, encuentran entre la basura (un feto en un tarro y un caimán embalsamado) un arsenal oculto de munición y armas. La escuela se prepara para el Día de los fundadores. Y los rebeldes hacen lo mismo. Llega el gran día, un día de lo más soleado. Los coches caros atestan el patio; pieles, uniformes y los chicos del coro llenan la sala. «Y cuando estos días de escuela pasan, por muy próximos que los tengamos, estarán tan lejanos, defenderemos de nuevo esta escuela, que nos ha convertido en lo que somos». Cuatro alumnos están ausentes.

If...-1050x630.png

«If...., con el espíritu de la Guerra Civil española sobre ese tejado, fue punk antes del punk»

El general Denson, un antiguo alumno, se levanta para dirigirse a los allí reunidos, de la misma forma que parecen hacerlo siempre estas personas. Su discurso transcurre bien, con las risas obligadas en sus bromas medio irónicas, hasta que el humo que sale de debajo del escenario se hace demasiado evidente y todos los presentes corren hacia el refugio del aire libre. La primera bomba estalla sobre el césped.

Toma 695. Toma desde un ángulo inferior: Mick camina para tomar una nueva posición sobre el tejado disparando el arma apoyada en la cadera mientras avanza. Bobby Phillips, como siempre, está ayudando a Wallace con el mortero. La Chica lleva sus propias armas, pero sobre todo se preocupa de pasar munición a Mick. Los padres y monitores consiguen armas, equilibrando la balanza. Más cadáveres caen sobre la hierba. Una mujer entre los estallidos: «¡Bastardos! ¡Bastardos! ¡Bastardos!».

If...., con el espíritu de la Guerra Civil española sobre ese tejado, fue punk antes del punk. Es triste que, desde mediados de los 70 solo haya habido dos películas igual de magníficas que se apartaron de las categorías normales: Jubilee y Cabeza borradora. Si habrá o no más, no podemos predecirlo. Quizá ese astuto estafador Julian Temple lo haga, aunque podría ser otro Anderson, al final sin ningún valor. Quizá la hagamos uno de nosotros. Esta película me cambió la vida, porque el punk me la salvó. Me gustaría ser capaz de pagar algún día esa deuda.

Toma 718. Primer plano de Mick disparando frenéticamente un continuo torrente de balas con su metralleta Sten. La cámara lo enfoca: su rostro desesperado e implacable.

Toma 719. Corte a pantalla en negro. Silencio. Se funde y aparece superpuesto el título (escarlata). Título: If.... Desaparece.

 

MICK MERCER. VAGUE Nº 16/17 (mayo de 1985/enero de 1989). Traducción de Raquel Duato.