El anarquizante Ramón Gómez de la Serna y su ¡fantástica mano!


Con un gran chillido aseguró casi haber empezado un levantamiento. En 1928 grabó «El orador o la mano», el primer documento filmado de un monólogo de humor

Un enorme chillido retumbó en el mitin anarquista que se celebraba en el Retiro de Madrid. El estruendo, según su narrador, fue tan formidable que desencadenó una pequeña revuelta en la que intervino la policía y fue detenido. «Yo  —yo  mismo—  inicié  con  un  grito  inusitado  la contienda general que hizo que acabase el acto en el mayor desorden», afirmó años más tarde. Los intentos de unir a republicanos y socialistas se fueron por la borda. En comisaría comprendió cómo de un acto pequeño e imprevisible pueden producirse consecuencias mayores. Esta puede que fuese la primera de sus muchas y geniales «performances», pudiendo ser el primer monologuista de España. Lo que siguió a continuación fueron alardes de brillantez descomunales, a lomos de un elefante o subido al trapecio de un circo. Pero jamás abandonó su singular acracia. Francisco Umbral definió a De la Serna como un «anarquista»: «El anarquismo de Ramón era pacífico y poético, y en esto hay que considerarle precursor de las actuales acracias juveniles. Porque Ramón sigue siendo un anarquista hasta la muerte. Anarquista porque no conoce autoridad y porque cree en la bondad natural del hombre y del mundo. Está muy cerca de suponer que todo marcharía bien por sí solo. No es el anarquista que quiere dinamitar ideas, sino el que lo dejaría todo a su aire, confiando en el curso sensato de las cosas».

Ramón Gómez de la Serna en el Circo Price (1923). Fotografía: Luis R. Marín

Ramón Gómez de la Serna en el Circo Price (1923). Fotografía: Luis R. Marín

En 1928, el mismo año en que estando en el Cirque d’Hiver de París, ofreció una conferencia subido a un elefante, nos brindó la maravillosa pieza «El orador o la mano», donde muestra su surrealismo, su tardío dadaísmo y su patafísica en estado puro; habla de un monóculo, del orador y sus capacidades, de una prótesis de mano casi con propiedades mágicas y que luego utilizó en varias de sus apariciones y conferencias. Fue rodado en el parque del Retiro de Madrid por el burgalés Feliciano Vitores en el primer semestre de 1928, con el rudimentario sistema sonoro Phonofilm, que el ingeniero e inventor norteamericano Lee De Forest intentó implantar en España.

Poco antes había comenzado sus primeros protohappenings, como los realizados en el  Museo del Prado cuando desvistió la estatua de bronce de Carlos V (cuando el público la viera por la mañana exclamaría: «Ya no es el Gran Emperador, sino el hombre... en un pugilato cuerpo a cuerpo» con el soldado desnudo abatido a sus pies). Así como la llamada «Visita nocturna al Museo del Prado». De la Serna, en compañía de público, visitó por la noche el Museo, porque de este modo las obras exhibidas adquirían formas fantasmagóricos e inquietantes.