«¡Venga con las calaveras a gozar en el panteón!»: el "memento mori" de José Guadalupe Posada

«La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera». Famoso por sus descarnadas y festivas representaciones de la realidad mexicana de la época, los grabados de José Guadalupe Posada nos sirven para conmemorar (y celebrar) El Día de los Muertos.


Desde las antiguas ruinas aztecas hasta los graffitis modernos, pasando por las coloridas piñatas y los dulces de alfeñique, las calaveras son un símbolo importante para la cultura mexicana. Como recordatorio para disfrutar de la vida y aceptar la mortalidad, su omnipresencia es una forma de recordar que la vida es sagrada y la muerte un rito de paso. Tan inútil resulta temerla como lo es pretender negar lo inevitable, así que más vale afrontarla con sonrisas y festejos.

En ese sentido, la obra del prolífico caricaturista y grabador José Guadalupe Posada se extiende, casi inabarcable, a lo largo de más de cuatro décadas en revistas, diarios, novelas, libros de cocina y cancioneros, aunque es más conocido por sus andanadas, publicaciones de gran formato, similares a carteles, que se imprimían en papel periódico muy barato y se distribuían por todo el país de la mano de su socio y editor Antonio Vanegas Arroyo. Con ellas inauguró su particular memento mori, plasmándolo en una serie de inolvidables escenas costumbristas de raigambre folclórica protagonizadas por esqueletos que «encarnaban» de manera simbólica el espíritu de la clase trabajadora mexicana. Ya fuera bailando, divirtiéndose o llorando a sus muertos, ilustrando corridos e historias de amores, el arte de Posada expresó las preocupaciones sociales y políticas de su tiempo. En sus manos, la muerte satirizó a los vanidosos y ricos, incluyendo al dictador Porfirio Díaz. Al fin y al cabo, una vez despojados de sus galas y sus rangos, todos los cráneos son iguales.

El 20 de enero de 1913, tres años después del inicio de la Revolución Mexicana, Posada murió sin un centavo. Fue enterrado en una tumba anónima. Su obra sería redescubierta y aclamada diez años más tarde por el artista y exiliado francés Jean Charlot, quien le describió como «el grabador del alma del pueblo mexicano». Una de sus creaciones más reconocibles es este grabado en metal publicado en 1873, cuyo título original, La Calavera Garbancera, se mofa de los llamados garbanceros, quienes a pesar de tener sangre indígena pretendían ser europeos y renegaban de su propia cultura, y a los que Posada alude con una calavera ataviada con un sombrero de plumas a la última moda europea. La imagen inspiró al pintor Diego Rivera, quien la vistió con un atuendo elegante, y le dio un nuevo significado a la muerte, rebautizándola como La Catrina y convirtiéndola en todo un emblema del Día de Muertos.

«Posada: la muerte que se volvió calavera, que pelea, se emborracha, llora y baila —le recordó con admiración Rivera— La muerte familiar, la muerte que se transforma en figura de cartón articulada y que se mueve tirando de un cordón. La muerte como calavera de azúcar, la muerte para engolosinar a los niños, mientras los grandes pelean y caen fusilados, o ahorcados penden de una cuerda».