«Bárbaros» tatuados: Corazones sangrantes, demonios, puñales

La sorprendente colección de fotografías de tatuajes reales de presos en la cárcel mexicana de Puebla en 1899. Un viaje por una escuela de pseudociencia que relacionaba tatuajes con criminalidad

En 1891 se creó el departamento de antropología forense en la penitenciaría de Puebla, México. Al mando de este departamento estaba el médico militar Francisco Martínez Baca. Martínez Baca, seguidor del antropólogo Cesare Lombroso, creía que las características físicas de los delincuentes (el tamaño de su cráneo, nariz, rasgos, etc.) determinaban su conducta criminal. Así, desarrolló estudios de lo que se denominaba «cerebroscopia», en la línea de Lombroso, que suponía estudiar el cerebro de los criminales, afirmando que «el criminal es un tipo que constituye como una familia en la especie humana, y que se diferencia de los demás hombres por ciertas anomalías de conformación fácilmente reconocibles: que es de todo punto falsa la noción de que el libre albedrío sea el fundamento de la responsabilidad criminal, y que, lejos de esto, el crimen no es más que el resultado de una anomalía cerebral, congénita o adquirida, que arrastra e impulsa fatalmente al hombre a obrar en un sentido determinado».

Baca, al igual que otros muchos científicos de la época, pensaba que el tamaño del cráneo y el volumen de la masa encefálica estaba relacionado con el grado de civilización y sofisticación de los seres humanos. Igualmente, pensaba que entre todas las razas, los indios, eran los más bárbaros y brutales: «Entre nosotros se puede sentar como principio que los indios todos son ladrones, cualquiera que sea el clima del lugar en que habiten; y, sin embargo, mientras que los indios de San Pablo del Monte, [...] todos son ladrones [...] los indios de Chilchotla, [...] más frío y a mayor altura, que San Pablo, todos son asesinos feroces, y solo por excepción son ladrones, Coatzingo […] cuyo clima es cálido, y allí todos son ladrones», aseguró. Junto a su colega Lombroso, en Francia afirmó que en la gran «familia de degenerados» no hay un solo tipo criminal sino varios. «Instintivamente en sus tendencias sanguinarias y brutales —afirmó en un estudio—, y lo clasificamos entre los asesinos y homicidas, por tener caracteres fisionómicos-anatómicos semejantes a los de los animales carniceros: y este aspecto feroz y chocante que tienen la mayor parte de los criminales, cuyas malas pasiones se reflejan en su semblante».

«El “tatuaje criminal” se circunscribe dentro de esta idea. Su análisis aportaría información sobre la “mentalidad criminal” del tatuado. Los criminales, para Baca, al tatuarse, sufrían una regresión a su estado natural, que era el del hombre primitivo»

En 1899, Martínez Vaca, que contó con una gran reputación a nivel internacional, sobre todo en París y Chicago, realizó un estudio sobre los tatuajes en criminales y militares presos en Puebla. El caso de Puebla fue relevante, pues la planeación de la penitenciaría, desde lo político y lo científico, estaba dirigida a la reclusión de individuos y al control y modificación de conductas de una mayoría de hombres provenientes de pueblos y pequeñas ciudades de este estado. La gran población de penitenciados estuvo constituida por indígenas, es decir, campesinos, jornaleros, tejedores, albañiles, cargadores, etc.

El «tatuaje criminal» se circunscribe dentro de esta idea. Su análisis aportaría información sobre la «mentalidad criminal» del tatuado. Los criminales, para Baca, al tatuarse, sufrían una regresión a su estado natural, que era el del hombre primitivo. «El principio sentado por Lombroso —afirma Baca en el libro— de que el hombre criminal es un salvaje nacido en medio de una sociedad civilizada, con las ideas y el gusto estético del hombre de las primeras edades, es en nuestro concepto el más justo que por la observación se ha podido inducir. En efecto: entre el criminal y el salvaje, psicológicamente considerados, no es grande la diferencia; el atavismo los une».

Esta colección de fotografías de tatuajes reales de presos internos en la cárcel de Puebla fue publicada en Los tatuajes. Estudio psicológico y médico legal en delincuentes y militares (1899) del propio Martínez Baca.