Alfredo Alaria, el bailarín «diferente» que burló la censura franquista

En 1962, el bailarín Alfredo Alaira protagonizó Diferente, una película que, en plena dictadura franquista y bajo la apariencia de inofensivo musical, abordaba el tema de la homosexualidad y el homoerotismo.

El 25 de agosto de 1974, diferentes periódicos españoles publicaron un breve en el que se informaba de que el bailarín argentino Alfredo Alaria sería declarado persona non grata, expulsado de España y enviado a Argentina. La razón para esa decisión era, siempre según fuentes policiales, que Alaria carecía de la documentación necesaria para residir en España, motivo por el cual había sido detenido y enviado a la cárcel de Carabanchel. De hecho, siempre según esas fuentes, ya habría sido expulsado unos meses antes, lo que no impidió que el bailarín hubiera vuelto a entrar de manera clandestina en nuestro país.

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Unas semanas más tarde, el 22 de septiembre de 1974, otro breve informaba que el bailarín ya había salido del territorio español, al tiempo que se matizaban algunas afirmaciones anteriores. Por ejemplo, se aseveraba que «desde hace varios años, el famoso coreógrafo carecía de ocupación fija y tenía por completo abandonada su actividad artística, que tanta fama le había dado en otros tiempos» y también que, «en consideración a su deficiente estado mental, Alfredo Alaria no ha sido expulsado de España, como se dijo en un principio, sino que ha sido repatriado a la Argentina, su país de origen».

Esa segunda noticia no era del todo cierta. El coreógrafo no carecía de ocupación fija ni había abandonado su carrera. De hecho, en ese momento estaban en cartel con notable éxito de público revistas producidas por el famoso empresario Colsada, cuyas coreografías habían sido creadas por Alaria. No obstante, si la policía, con apoyo de la prensa, tenían tanto interés en calificar al bailarín de vago y de enfermo mental, tal vez fuera porque esas dos características encajaban a la perfección en el tipo penal abierto establecido por la Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social y que tan útil fue a las autoridades para reprimir a, entre otros colectivos, a los homosexuales.

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Alfredo Alaria era homosexual. Nunca pudo decirlo abiertamente, pero desde el estreno de Diferente, la película que escribió y protagonizó en 1962, aquel que quiso entender, entendió. Se trataba de una cinta abiertamente gay, que pasó la censura sin mayor problema, convirtiéndose en una de las mayores burlas sufridas por esa institución represiva. Tal vez por eso, nunca se lo perdonaron y tal vez por eso fue declarado persona non grata. Pero vayamos por partes.

Alfredo Alaria había nacido el 1 de enero de 1930 en Buenos Aires, ciudad en la que comenzó a frecuentar el mundo del espectáculo hasta convertirse, con tan solo diecinueve años, en el primer bailarín de la compañía de Miguel de Molina, cantante español exiliado en el país suramericano por su apoyo a la República y su condición de homosexual.

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Posteriormente debutó con compañía propia en el teatro Casino de Buenos Aires, y el éxito obtenido hizo que fuera contratado por el Lido de París, dando así inicio a una carrera internacional que le llevaría por Las Vegas, Egipto, Suiza, Italia, Inglaterra y España, donde estrenó en el Teatro Albéniz de Madrid en 1953. «Anoche se presentó en el teatro Albéniz el “ballet” americano de Alfredo Alaria, que, por su finura, por su delicada presentación, por el buen gusto que está montado y, sobre todo, por el meritísimo elenco de artistas que lo componen, obtuvo un éxito extraordinario», decía ABC al día siguiente de su primera actuación.

Alaria fue todo un acontecimiento en la España de los 50. Además de sus números de baile español y danzas argentinas como el malambo, el coreógrafo creó bailes modernos inspirados en «el vodevil americano al estilo de 1912, el charlestón del año 25, el bugui que se bailaba en el año 35», «una extraordinaria versión estilizada del Bolero de Ravel» y, lo que causaba más sensación, los ritmos afrocubanos y exóticos.

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Tras el éxito en el Albéniz, Alaria se presentó en salas como Pasapoga, montó una versión de Un americano en París, actuó en diferentes ciudades españolas, comenzó a colaborar en la producción de diferentes revistas y se abrió paso en el mundo del cine. «Mi vida fue una lucha constante, porque como día a día crecían mis responsabilidades, me entregué sin tregua a mi profesión, pero no fue fácil. Durante más de treinta años me dediqué a trabajar, le robé horas a mi descanso y no conocí los momentos de ocio o esparcimiento. El éxito tiene a veces ese precio tan alto», declaraba Alaria en una de las últimas entrevistas antes de fallecer en 1999.

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En 1962, llegaría Diferente, la obra que marcaría su carrera, no solo por la espectacularidad y belleza de sus números de baile o por la participación de la bailarina y cantante Sandra LeBrocq, sino por ser una película que hablaba de la homosexualidad en plena dictadura franquista.

Si bien el tema no se podía tratar abiertamente, Alaria y Luis María Delgado, el director, trufaron la película de pistas sobre el tema, empezando por el título y siguiendo por la primera escena del filme, un recorrido por una buhardilla bohemia cuyas estanterías están llenas de libros de Oscar Wilde, Hans Christian Andersen, Federico García Lorca o Marcel Proust.

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A continuación Alaria y Delgado presentaban al protagonista, un joven enfundado en chaqueta de cuero que caminaba por la ciudad. De buena familia, el muchacho dejaba claro desde el principio que era diferente, que no le gustaba la vida convencional que llevaba su padre. Él prefería ser bailarín, actuar vestido de cowboy con un traje ultraceñido que parece sacado del vestidor de Liberace y salir por las noches a cuevas beatniks en las que se bebía, se fumaba y se dirimían los problemas a puñetazos y con navajas.

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Harto de la actitud de su hijo, el padre decidía llevarlo con él a ver las obras de un edificio que estaba construyendo y así intentar encauzar al muchacho, aunque lo que conseguía era todo lo contrario. El joven se quedaba extasiado viendo los músculos sudorosos de uno de los obreros que trabajaba con un martillo hidráulico que horadaba la piedra. La siguiente escena, que entraba a corte, mostraba un dedo apretando el botón circular de un timbre. No hay que ser Sigmund Freud para ver ahí penes, pezones, bocas, anos, penetraciones homoerotismo y mucha, mucha tensión sexual.

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La película fue estrenada en diciembre de 1962 en el cine Fémina de Tarragona a beneficio de la Campaña de Navidad patrocinada por Galas de Prensa y el gobernador civil de la provincia, porque no estaba de más tener a las fuerzas vivas de su parte. Al evento asistieron Alaria, LeBrocq, el director Luis María Delgado y, según la crítica del enviado especial de ABC, la acogida fue muy efusiva. «Es ante todo Diferente una película con derroche de efectos plásticos y musicales. Quienes hayan visto a Alaria y sus ballets actuar en una pista, de sala de fiestas o en un escenario, los verá ahora realzados con un lujo de producción que hace que esta película sea no ya notable, sino importante, de una importancia por los medios materiales empleados para el logro de una empresa artística muy poco frecuentes en nuestras producciones cinematográficas. En cuanto a la música, que se debe a Adolfo Waitzman, es cautiva, rica de temas singularmente deleitantes», afirmaba el redactor, que concluía diciendo «La historia, lo hemos apuntado, es lo de menos», no se sabe bien si por intentar despistar la atención de las autoridades sobre el argumento o porque, de verdad, no había reparado en que, en Diferente, la historia era lo más importante.

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Después del estreno de Diferente, Alaria continuó trabajando en el mundo de la danza, aunque para entonces ya había abandonado el baile para dedicarse a crear coreografías y escenografías para revistas y otros espectáculos. «Cuando se busca la perfección en la dirección no se puede bailar; y yo, que conozco el secreto del “vedettismo”, sé que hay que sacrificarlo para el éxito del espectáculo. Esto es: un espectáculo demasiado bueno puede aplastar a la “vedette”», declaraba a La Vanguardia Alfredo Alaira, quien también explicaba el porqué de su interés por abarcar diferentes disciplinas: «no concibo el idear un ballet sin tener en cuenta decorado, vestuario y luces. Por eso yo soy escenógrafo, figurinista y director. Yo, antes de empezar los ensayos, a ciegas, ya he visto el espectáculo».

Después de ser expulsado de España, Alaria se afincó de nuevo en Buenos Aires, donde escribió libretos y actuó en montajes teatrales hasta que, en agosto de 1999, falleció a consecuencia de una hemorragia producida después de una operación de hernia. Tenía 68 años.