Robots, marcianos y zarzuelas espaciales

A los mandos de sus respectivas máquinas del tiempo, varias generaciones de escritores e ilustradores españoles se sirvieron de la ciencia-ficción para advertirnos sobre la Guerra Civil y la dictadura franquista. Sus héroes de tebeo y novelas de bolsillo fueron los auténticos pioneros de la cultura pulp en España.


Aunque existe cierto consenso a la hora de señalar El anacronópete (1887) de Enrique Gaspar como la primera obra de ciencia ficción española, el verdadero precursor de los viajes en el tiempo y los mundos paralelos fue El conde Lucanor de Don Juan Manuel, publicada entre 1330 y 1335 por el príncipe de Villena y nieto del rey Fernando III de Castilla. Por si fuera poco, un siglo más tarde, se publicó la primera novela caballeresca de la literatura española, Crónica sarrazina o Crónica del rey don Rodrigo con la destruyción de España (1443) de Pedro de Corral, y que incluye elementos fantásticos como una especie de televisión de azogue que encuentra el protagonista en la Cueva de Hércules que le anticipa el futuro. 

Con todo y con eso, si pasamos por alto que el primer viaje a la Luna escrito en castellano es de Diego Torres de Villarroel y obviamos las asombrosas hazañas atribuidas por sus contemporáneos al misterioso Juan de Espina y Velasco (un rico noble e ingeniero del Siglo de Oro interesado en la ciencia y propietario de algunos artefactos tecnológicos y manuscritos de Leonardo da Vinci), la «protociencia-ficción», las «fantasías científicas» y la «literatura utópica» se popularizaron como zarzuelas a mediados del siglo XIX. Antes de que Gaspar alumbrara su máquina del tiempo, tuvimos constancia de al menos dos zarzuelas ambientadas en el futuro: El siglo que viene (1876), de Miguel Ramos Carrión, y Madrid en el año 2000 (1887), de Guillermo Perrín y Miguel de Palacios; y hasta de un viaje espacial, De Madrid a la Luna (1886) por Carlos Luis de Cuenca, inspirado en los escritos del astrólogo francés Camille Flammarion.

Que la zarzuela sea el precedente castizo de lo que, a mediados del siglo XX, se denominaría space opera confirma el calado popular de aquellos disparatados argumentos en la sociedad de la época. En 1925, el coruñés Salvador de Madariaga ambientó La jirafa sagrada en la isla africana de Ebania, en el siglo LXX, cuna de una sociedad distópica y matriarcal surgida siglos después de que Europa se hundiera en el mar y la raza blanca fuera exterminada. La escribió originalmente en inglés y apareció casi simultáneamente en Gran Bretaña y España, en un esfuerzo por someter al escrutinio satírico al colonialismo. Haciendo gala de un progresismo político bienintencionado, pero no exento de prejuicios raciales, tópicos y esperpentos, Madariaga formó parte del llamado «Grupo de Londres» o los «Chicos de Londres», junto a Luis Araquistáin, Ramón Pérez de Ayala o Ramiro de Maeztu. Cuatro autores que, durante su estancia en el extranjero, se familiarizaron con la obra de George Bernard Shaw, Aldous Huxley y, sobre todo, H. G. Wells. La influencia de sus lecturas se hizo notar en posteriores aproximaciones al género, auspiciadas por editoriales católicas, que trataban de emplearla para introducir crítica social, como en el caso de Elois y morlocks (1919) de Carlos Mendizábal, o Jerusalén y Babilonia (1927) de Antonio Ibáñez Barranqueros, en la que el calentamiento global vuelve inhabitable nuestro planeta, por lo que los españoles deciden crear una República Católica llamada Jerusalén. O Entre Dos Continentes (La novela del túnel bajo el estrecho de Gibraltar), escrita en 1928 por Jesús R. Coloma, y que parte de la hipótesis de una conspiración sionista para construir un túnel submarino que propicie la invasión marroquí de España.

Que la zarzuela sea el precedente castizo de lo que, a mediados del siglo XX, se denominaría ‘space opera’ confirma el calado popular que aquellos disparatados argumentos ejercieron entre la sociedad de la época.

Para entonces, la sensibilidad pulp ya se había afianzado en nuestro país de la mano de José de Elola, que bajo el seudónimo de Coronel Ignotus publicó diecisiete novelas, entre 1918 y 1935, protagonizadas por Mari Pepa, una heroína sevillana del siglo XXII que visita los planetas más lejanos del sistema solar y convive con alienígenas. La importancia histórica del legado de Ignotus viene refrendado por los galardones literarios que lleva su nombre y que otorga anualmente la Asociación Española de Fantasía, Ciencia Ficción y Terror; pero, con el estallido de la Guerra Civil, la trama se complica.

Si La vida futura (1933) de H. G. Wells predijo el estallido de la Segunda Guerra Mundial, su adaptación al cómic titulada Guerra en la Estratosfera (1937), obra del dibujante catalán Salvador Mestres, supuso toda una declaración de principios ideológicos. Difundida en el semanario infantil Camaradas por iniciativa de los obreros de la editorial El gato negro (más conocida a partir de 1940 como Editorial Bruguera), sus viñetas acabarán siendo recuperadas en los años sesenta por Nueva Dimensión, la mítica revista de ciencia ficción y fantasía en la vieron publicados sus primeros trabajos ilustradores de talla internacional como Josep María Beà, Carlos Giménez o Esteban Maroto.

Basta con echar un vistazo a las ilustraciones de Boixcar para Ediciones Toray en los años 50, o las de Domenech y Sempere en los 70 para constatar que, incluso durante la dictadura franquista, cuando España se aisló deliberadamente de Europa tanto cultural como económicamente, la ciencia ficción española imitó el modelo original de los Estados Unidos y Gran Bretaña. Bajo seudónimo, los autores no solo se apropiaron del imaginario de Flash Gordon y Buck Rogers, sino también de la estética pulp para las cubiertas de los famosos bolsilibros que muy pronto acapararon los expositores de los kioskos.

Solo así puede entenderse el fenómeno editorial de la Saga de los Aznar, la serie de novelas que Pascual Enguídanos firmó como George H. White. Fueron publicadas en España ininterrumpidamente entre 1953 y 1958, y reeditadas, revisadas y ampliadas entre 1973 y 1978 en la colección Luchadores del Espacio de Editorial Valenciana. En la EuroCon celebrada en Bruselas de ese mismo año, recibió el premio de «Mejor serie de ciencia ficción publicada en Europa». En el marco del Congreso Nacional de Fantasía y Ciencia Ficción (conocido habitualmente como HispaCon), que se celebra en España desde 1969, entre los años 1999 y 2004 se incluyeron reuniones, conferencias y exposiciones conocidas como «AznarCon» dedicadas a la saga.