Los nazis pederastas que soñaron con viajar a otro planeta


Edelweiss, una poderosa secta neonazi madrileña, aseguraba que el Armagedon era inminente y que sus miembros se salvarían viajando a un planeta imaginario completamente gay. El grupo abusó de cientos de adolescentes

Cuando Eddy (en realidad Eduardo González Arenas) apareció degollado a manos de un menor de edad que había estado vinculado con él y su extraña organización, muchos suspiraron de alivio. Había sido condenado a 168 años de prisión por abusos y violaciones a un sinfín de menores gracias a una organización paramilitar y neonazi llamada Edelweiss, fundada en 1970 y operativa hasta finales de los noventa, pero solamente cumplió seis gracias a su aparente buena conducta en prisión. «Juro por mi honor luchar y pertenecer a la Guardia de Hierro de Delhais hasta mi muerte, defendiendo tres conceptos fundamentales y universales: amor, justicia y libertad, aplicándolos a mí mismo, caminando por el sendero de la verdad, hasta que alcance la perfección en el planeta Delhais, al servicio de mi príncipe, el Gran Alain». Estas eran las palabras que los adeptos debían pronunciar al entrar en la secta, que era dirigida con mano de hierro por Eddy, un antiguo legionario fascinado con el nazismo. Las aberraciones cometidas por él y los suyos (fundamentalmente, violaciones masivas a chicos menores de edad) las justificaba con una moralidad extraterrestre: aunque en la tierra estos actos estaban prohibidos y eran execrables, no sucedía lo mismo en Delhaiss, el planeta exclusivamente gay que según el grupo existía y al que irían a vivir, salvándose así de la destrucción y el Armagedon. Eddy, convertido en un fhrer (por supuesto, estaba destinado a un papel fundamental en la siguiente era intergaláctica: Eddy era, en realidad, el Príncipe Alain y Nazar del planeta imaginario), aseguraba que el Final era inminente.

El pederasta Eduardo González Arenas, «Eddie», líder de la secta Edelweiss, en 1987. Fotografía: Miguel Gener

El pederasta Eduardo González Arenas, «Eddie», líder de la secta Edelweiss, en 1987. Fotografía: Miguel Gener

«Sus miembros, captados en billares y cafeterías del centro de Madrid, eran marcados a fuego en el antebrazo con el símbolo ummita y vestidos con un uniforme paramilitar»

Al igual que otros tantos españoles, cayó rendido ante los delirios de Ummo, uno de los grandes fakes y fenómenos sociales de aquella época, un delirio masivo que aseguraba la existencia de extraterrestres «amigos» y que, al cabo de un tiempo, se demostró que todo había sido una increíble y masiva invención. Sus miembros, captados en billares y cafeterías del centro de Madrid, eran marcados a fuego en el antebrazo con el símbolo ummita y vestidos con un uniforme paramilitar. Su feroz anticomunismo era violento y sádico, lo mismo que su misoginia. Para Eddy, la mujer era una aberración. «Decían que la mujer era una imperfección, un símbolo de maldad, nos ponían el ejemplo de Eva», afirmaron varias víctimas de abusos en el proceso judicial.

Aparición de ovni de Ummo en San José de Valderas

Aparición de ovni de Ummo en San José de Valderas

Símbolo de Edelweiss recuperado por Eddy

Símbolo de Edelweiss recuperado por Eddy

«Edelweiss, decía, les prepararía física y psicológicamente para la entrada en el Edén cósmico»

Sus inicios se remontan a comienzos de los años setenta, en pleno auge de los fenómenos paranormales. Surgían constantemente numerosos grupos relacionados con el espiritismo o la ufología, lo mismo que bandas de extrema derecha. Bajo el disfraz de un grupo que parecía de alegres excursionistas y boy scouts (el nombre legal que utilizaba era el de Asociación Juvenil de Montaña Edelweiss, con claras reminiscencias a la tristemente célebre 13 ª División de Montaña SS Handschar y el Tercer Reich), usaba una red de iglesias y locales, algunos vinculados al franquismo, y que pronto le sirvió para extender el grupo por varias ciudades del país. Su crecimiento parecía imparable. En 1975 eran varios centenares los adolescentes que habían asistido a sus excursiones y actividades. Muchos ya habían sido violados o sometidos a abusos. El grupo tuvo tanta influencia que, al parecer, una delegación llegó a visitar a Franco mientras se debatía entre la vida y la muerte en el hospital. Edelweiss, decía, les prepararía física y psicológicamente para la entrada en el Edén cósmico.

Sin embargo, al mismo tiempo que la organización se hacía más fuerte y recaudaba más dinero, otros colaboradores suyos comenzaron a denunciar a Eddy por apropiación de fondos, lo que hizo que surgieran células secretas en Edelweiss, más ortodoxas a nivel ideológicas, llamados Rangers y, sobre todo, los violentos Camisas Pardas. Su paranoia fue en aumento. Tras un corto ingreso en prisión, creó la Guardia de Hierro de Delhaiss, un grupo exclusivo, unos elegidos para la hora decisiva.

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La suerte de Eddy cambió a partir de 1984, con varias denuncias y su aparición en los medios de comunicación que consternaron a todo el país. Ante sus ojos tenían un reflejo de la descomposición del fascismo y nazismo promocionado por el tardofranquismo, unos grupúsculos que progresivamente fueron acercándose a ideas vinculadas al ocultismo, la antropología y la espiritualidad y que desembocaron en el rostro del lobo feroz: violaciones para erigir una Raza Nueva. Su ajusticiamiento evitó que reorganizase al grupo en Ibiza.