Las bombas atómicas son bellas


Las increíbles fotografías que Harold Eugene Edgerton hizo en 1947 de las etapas iniciales de la bomba a unas diez millonésimas de segundo, muestran algo inusual y fascinante: la Gran Bomba se convierte en una flor o un extraño planeta


Harold Eugene Edgerton (6 de abril de 1903, Fremont, Nebraska - 4 de enero de 1990, Cambridge, Massachusetts) fue un fotógrafo e ingeniero eléctrico que, cuando aun era estudiante del Instituto Tecnológico de Massachusetts, en 1926, había ya desarrollado un tubo de flash que podía producir destellos de elevada intensidad lumínica en tan sólo 1/1,000,000 de segundos. Con esta tecnología Edgerton fue capaz de fotografiar cosas como gotas de leche cayendo dentro de un plato y balas que se desplazaban a velocidades de hasta 24.000 kilómetros por hora. Sus imágenes pronto se hicieron muy famosas. Ciertos sucesos cotidianos alcanzaban una dimensión distinta: eran bellos.

En 1934, junto con Herbert E. Grier y Kenneth J. Germeshausen, construyó un contacto eléctrico para sincronizar la película y el flash, aumentando al máximo el número de marcos posibles para fotografiar por segundo. Inició sus investigaciones sobre el estroboscopio y la fotografía porque estaba interesado en el estudio de la acción de los motores. Descubrió que una luz parpadeando a la misma velocidad del motor lo haría parecer como si estuviera detenido. También interesado en la oceanografía, en 1937 diseñó una cámara resistente al agua para fotografiar organismos marinos. Años más tarde colaboró con National Geographic y con Jacques-Yves Costeau en otras investigaciones de este mismo campo.

Un poco más tarde comenzaría a colaborar con el ejército. En 1939 fue comisionado por la Armada Aérea Norteamericana para diseñar una lámpara estroboscópica –se le otorgó la patente en 1949– suficientemente poderosa para hacer tomas aéreas nocturnas. Un par de años más tarde recibió una medalla otorgada por el Departamento de Guerra en reconocimiento a su labor durante la Segunda Guerra Mundial. En 1947 diseñó una cámara capaz de fotografiar explosiones nucleares desde siete millas de distancia. Para lograrlo usó una cámara rapatrónica. Edgerton se colocó a más de siete millas del lugar del lanzamiento de la bomba y pudo fotografiar las etapas iniciales de la bomba a unas diez millonésimas de segundo. Las imágenes siguientes muestran el desarrollo de una explosión nuclear inmediatamente después de haberse detonado —tan inmediatamente después como 1 milisegundo—, es decir, justo antes de que aparezca el célebre «hongo» mortífero. El efecto es tremendo. No sabemos lo que estamos viendo. Parece una flor o quizás un extraño planeta.