La «reina de las basuras» que hablaba con los espíritus


Un periodista descubrió por casualidad a la basurera Margaret D’Espont, amiga personal de Pérez Galdós, Emilio Carrere y Mario Roso de Luna, espiritista y escritora oculta tras la sombra del antitaurino Eugenio Noel

Aún de madrugada, alrededor de las cinco de la mañana, se la veía empujar su atestado carro en los barrios de Tetuán (entonces llamado Tetuán de las Victorias), Canillejas o Las Carolinas. Era su particular lucha por la vida. El periódico Crónica la entrevistó en 1929 y la describió como un personaje «casi barojiano», siendo ya muy anciana, y lo que descubrió causa asombro: espiritista, amiga personal de Benito Pérez Galdós, Carrere y Mario Roso de Luna y escritora oculta tras la sombra de Eugenio Noel y sus famosos escritos antitaurinos que provocaron una gran polémica alrededor de 1913. Otros traperos la llamaban «la madam», y eso fue lo que llevó al periodista, que escribía un reportaje sobre los basureros y gente sin hogar en el Madrid previo a la República, a dar con ella. «Antes se trataba con mucha buena gente, porque tenía casa de modas, pero luego le dio por tratarse con los espíritus», le confesó una basurera. Aquí va la entrevista.

Tetuán de las Victorias alrededor de 1925

Tetuán de las Victorias alrededor de 1925

«Es vieja, alta y huesuda, y ha debido de ser por lo que en ella ha de­jado la vida, una rara belleza. No tiene, como los otros, gallinas ni cerdos, y se lo hacemos notar extrañados.

—Me los mataban, me los envenenaban y he renun­ciado a ellos.

—¿Y qué objeto tiene entonces salir a la busca?

—Para mis gatos y mis perros. Tengo seis de estos y doce de aquellos. ¡Miren qué hermosos están!

—¿Y vive sola con ellos?

—Sola.

—Parece usted extranjera.

—Soy inglesa. Nací en la India.

—¿Paisana de Rudyard Kipling?

—Y muy admiradora suya; pero salí muy pequeña de allí.

—¿Lleva mucho tiempo en España?

—Entré en marzo de 1910.

—¿Veinte años?

—Pronto los hará. Era este país el único que aún no conocía de Europa. ¡Quién iba a decirme entonces que aquí quedaría para siempre!

—¿Le gustaba viajar?

—Mucho: pero es que, además, los médicos me lo habían recomendado. Yo, estudiando Medicina, en­fermé y no pude terminar la carrera. Mi padre, que fue durante cuarenta años abastecedor de los Brandy Brothers, nos mandó a mi madre y a mí a viajar, si­guiendo las prescripciones de la Ciencia. Esto me salvó; pero a veces pienso que hubiera sido mejor morir que verme así.

—Pues usted está fuerte.

—Sesenta y dos años voy a cumplir, y antes del al­ba ya estoy con mi borriquillo y mi carro camino de Madrid todos los días.



Margaret en su casa junto a sus gatos (Crónica, 1929)

Margaret en su casa junto a sus gatos (Crónica, 1929)

«Me comunico con los espíritus y leo en el pasado y en el futuro como en un libro abierto»

—¿Dónde recoge?  

—En la Plaza de la Alegría, primero, y luego en la Gran Peña, en la Avenida de Peñalver.

—¿Es cierto que ha tenido usted casa de modas?

—¿Quién se lo ha dicho? —replica con vivacidad.

—Por ahí, algunas basureras...

—Entonces también le habrán dicho que soy una bruja, que tengo trato con el diablo...

—¿Por qué?

—Lo dicen porque me comunico con los espíritus y leo en el pasado y en el futuro como en un libro abierto.

—¿Cómo? ¿Es usted espiritista?

—Sí, señor. Pocos médiums habrá tan sensibles. Aquel es­píritu que no acuda a mi llamamiento, puede usted creer que no quiere nada con nadie.

—¿Será usted amiga de Roso de Luna?

—Mucho. Y de Altamira, y de Carrere. También lo fui de Galdós.

¿Conoció usted a D. Benito?

—Siendo yo institutriz en casa de un grande de España. Por él publiqué, a poco de llegar a esta tie­rra, mis primeros artículos en El Liberal contra las co­rridas de toros, que dieron mucho que hablar.

—¿Cómo es su nombre, a ver si lo recuerdo?.

Margaret D’Espont; pero no los firmaba yo, sino un joven valiente y de mucho talento que por enton­ces se dio a conocer.

—¿Puede decirme quién era?

Eugenio Noel. Este gran muchacho avaló con su firma mis trabajos y me entregó, íntegro, el producto de ellos. Luego siguió solo la campaña que tan popu­lar le hizo.

He aquí un revelación para la historia literaria con­temporánea que no pensábamos encontrar entre estas basuras.