Juan Alonso, el médico adicto a la morfina desde la República hasta la democracia

Durante cuatro décadas, Juan Alonso fue adicto a la morfina. Al final de su vida, relató su experiencia en un libro que narra esa dependencia desde la época de la República a la democracia, pasando por la Guerra Civil y la dictadura.

Valencia, años 30. Mientras preparaban un examen sobre los efectos de la morfina, un grupo de estudiantes de medicina decidió probar dicha sustancia. Su intención era comprobar por sí mismos si lo que afirmaba su libro de texto coincidía con la realidad, pero las vivencias fueron muy diferentes. Después de inyectarse, la mayor parte de los amigos comenzaron a sentirse mal y vomitaron. Sin embargo, a uno de ellos, Juan Alonso, le sentó especialmente bien. Tanto, que se prometió no volver a consumirla jamás.

Detalle del expediente académico de Juan Alonso. (Archivo familiar Juan Alonso / Jorge Marco).

Detalle del expediente académico de Juan Alonso. (Archivo familiar Juan Alonso / Jorge Marco).

No era esa la primera experiencia de Alonso con las drogas. Hijo de una próspera familia valenciana que pensó en mandarle a Alemania a estudiar medicina, el joven solía acudir a cabarés y salas de fiestas en las que conoció a Gloria, una taxi girl que le inició en los placeres de la cocaína. Sin embargo, esta droga no era para él. Nostálgico e introspectivo, rasgos que se acentuaron tras la separación de sus padres, el perfil de Juan Alonso no encajaba con una droga expansiva y excitante como cocó. La morfina, sin embargo, se adaptaba mejor a su personalidad, hasta el punto de que rompió su palabra, volvió a probarla y, poco después, ya se había hecho adicto.

Consciente de su situación, el joven decidió desintoxicarse, pero el estallido de la Guerra Civil, no solo truncó el proceso, sino que lo agravó. Fiel a la República, Juan Alonso fue destinado a los servicios médicos donde tuvo la morfina más cerca que nunca. De ese modo, volvió a recurrir a ella para evitar los cuadros de abstinencia, para sobrellevar la violencia de la guerra y para paliar la tristeza que le provocó perder a varios de sus amigos en el frente.

Sin embargo, la derrota republicana al final de la guerra también puso fin a esas provisiones infinitas de morfina. En abril de 1939, consciente de que iba a ser detenido, se inyectó las últimas dosis y se entregó a las autoridades franquistas, que lo encarcelaron a la espera de ser sometido a un consejo de guerra. Gracias a los contactos de su familia, el proceso no se demoró demasiado y, en septiembre de 1939, Juan Alonso fue liberado. 

Hospital de la Cruz Roja durante la Guerra Civil. (Foto: Cruz Roja).

Hospital de la Cruz Roja durante la Guerra Civil. (Foto: Cruz Roja).

Como recuerda Jorge Marco, experto en la vida de Juan Alonso, el joven intentó retomar la carrera de medicina que había quedado inconclusa por el inicio de la guerra, pero sus antecedentes republicanos hicieron que ninguna universidad aceptara matricularle. Lo consiguió finalmente en la de Barcelona, pero eso no acabó con sus problemas. Durante los siguientes años fue sometido a nuevos procesos de depuración que le despojaron de sus pocas posesiones y del exiguo patrimonio que había recibido de su familia.

De este modo, el joven de la burguesía valenciana de los años treinta, el médico prometedor que a punto estuvo de marcharse a estudiar al extranjero, entró en la década de los cuarenta derrotado, pobre y con una plaza de médico rural en el pueblo valenciano de Xirivella. Allí, además de retomar su adicción a la morfina, acabaría enganchándose a las anfetaminas y al alcohol.

Juan Alonso con su esposa y dos de sus hijos. (Foto: Archivo familiar Juan Alonso / Jorge Marco).

Juan Alonso con su esposa y dos de sus hijos. (Foto: Archivo familiar Juan Alonso / Jorge Marco).

«Los vecinos del pueblo no sabían nada porque él llevaba una vida normal y, además, estaba entregado a ayudar a los habitantes como médico. De hecho, cuando se enganchó a las anfetaminas fue para poder trabajar más, atender a los pacientes y sacar adelante a su familia. Tampoco hay que olvidar que el gran estigma de lo que es un yonqui surge más tarde, en los años 70 y Juan Alonso no encajaba en esa imagen. Era corpulento, había hecho natación, jugaba al fútbol como portero y, aunque tuvo grandes consumos que en ocasiones llegaron a ser de 25 ampollas diarias, su morfina no estaba adulterada y, por sus conocimientos de medicina, nunca sufrió una sobredosis», explica Jorge Marco.

Documentación de Juan Alonso. (Foto: Archivo familiar Juan Alonso / Jorge Marco).

Documentación de Juan Alonso. (Foto: Archivo familiar Juan Alonso / Jorge Marco).

Además de disponer de droga de buena calidad, Juan Alonso no tenía problemas para estar abastecido, por lo que tampoco tuvo grandes encontronazos con la policía. La única vez que fue detenido se debió a que, en una de sus temporadas de desintoxicación, se marchó de su casa sin el bloc de recetas. Si bien lo hizo para no caer en la tentación, no pudo soportar la abstinencia y decidió ir a visitar a un amigo médico con el único objetivo de robarle el recetario. Descubierto por el colega, fue denunciado y detenido.

Salvo por ese episodio, Juan Alonso sobrellevó su adicción con bastante dignidad durante más de cuatro décadas. De hecho, la droga que más daño le hizo a él y su familia no fue la morfina o las anfetaminas, sino el alcohol, sustancia legal que, a diferencia de las otras, que le mantenían despierto o le tranquilizaban, le volvía más agresivo y violento.

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Después de mucho esfuerzo y con ayuda de su esposa e hijos, Juan Alonso consiguió desengancharse. No obstante, lejos de olvidar su experiencia, quiso compartirla con otras personas que pudieran estar pasando lo que él había pasado. De este modo, comenzó a escribir sus memorias que, con el título de Salida de las tinieblas, fueron publicadas por primera vez tras la muerte de Franco.

Después de años descatalogado, Salida de las tinieblas ha sido reeditada por la editorial Comares con un prólogo de Jorge Marco, que recuerda que «el mensaje central de su libro era que si él, que había sido adicto a la morfina, a las anfetaminas y al alcohol durante cuarenta años, al final había conseguido dejarlo, ellos también podrían hacerlo».