España y los situacionistas: La sección española de la Internacional Situacionista que no fue (II)

Eduardo Subirats Rüggeberg nació en 1947 en Barcelona. Enumerar su vasta obra bibliográfica es casi imposible, además de sus numerosas colaboraciones para todo tipo de medios. Estudió filosofía en la Universidad de Barcelona, por la que se graduó en 1978. Realizó también estudios en la Universidad Libre de Berlín y en París. Ha sido profesor universitario en Brasil, México y Estados Unidos. Actualmente es profesor e investigador de la Universidad de Nueva York, siendo uno de los filósofos españoles más prestigiosos. AGENTE PROVOCADOR pudo entrevistarlo para que nos contase las luces y sombras de este desconocido episodio.

Eduardo Subirats

«El Situacionismo no se conocía en absoluto. Sobre esas "ideas libertarias" no se sabía absolutamente nada, ni siquiera o principalmente sobre el anarquismo español. La apatía intelectual era sorprendente y desesperante»

1.- Javier Urdanibia, en un escrito que amablemente me envió, fija el encuentro contigo de esta manera: "A finales de 1968 o en el 69, en una de mis frecuentes estancias en Valencia, conocí en el Claustro de la Facultad a un estudiante de Barcelona, E.S. (que había antologizado y traducido El único y su propiedad de Max Stirner con el seudónimo de David Martin), con el que tuve trato durante un año aproximadamente, y que me permitió leer la Misère... y me habló de los situacionistas, con los que había entrado en contacto a raíz de alguna traducción que deseaba hacer". Dado que ha pasado mucho tiempo, ¿son estos datos exactos? ¿Cuál era tu posicionamiento entonces respecto al flujo de ideas libertarias o heterodoxamente libertarias que existía en Europa, principalmente en Francia?

No recordaba que había firmado con pseudónimo la traducción de Stirner, ni tampoco recuerdo el ano de su publicación. Pero sí recuerdo lo que España era entonces y en parte sigue siendo ahora: un paramo. Yo era un estudiante desesperado por salir de la bolsa de humo que no solamente Franco, sino el medio intelectual antifranquista, habían creado. El Situacionismo no se conocía en absoluto. Sobre esas "ideas libertarias" no se sabía absolutamente nada, ni siquiera o principalmente sobre el anarquismo español. La apatía intelectual era sorprendente y desesperante. Y los grupitos de "izquierda" eran estalinistas en su inmensa mayoría, es decir, que reiteraban como un credo las "leyes científicas" de la historia y un sin fin de majaderías mas. Repito, un páramo...

2.- Los trabajos de Lefebvre, o incluso muchas de las ideas en torno a la "gran negación" de Marcuse habían penetrado en el ambiente político, lo mismo que, en menor medida, Socialismo o Barbarie y la IS. ¿Dónde te encontrabas entonces? ¿Podrías explicar tu relación, imagino un tanto problemática, con el franquismo así como con París y lo que allí sucedía?

Ni Marcuse era una lectura importante, ni mucho menos Lefebvre o Socialisme ou Barbarie. Se leía poco en aquellos momentos, entre otras cosas porque existía la censura, una censura brutal. Pero aunque estas obras hubieran "entrado en España", sus efectos hubieran sido tamizados por las condiciones escalofriantes que había generado el franquismo durante tres décadas. No existía realmente posibilidad de hacer nada, y subrayo que es una característica reiterada a lo largo de la historia española. A comienzos del siglo veinte se vive una situación parecida, que culmina con una dictadura. Luego viene la decapitación de la República…

Varios números de Socialisme ou Barbarie

En aquellas condiciones hice lo que podía hacer: ¡irme! En el 68 acabe en París. Conocí a algunos miembros del grupo de Cohn-Bendit. Eran escalofriantemente banales, pero las personas que traté hacían investigación, trabajaban, discutían. En el 69 conocí a dos o tres Situacionistas y, finalmente, a Debord. Pero en este momento, finales del 69 y el año siguiente, la Internationale Situationiste estaba en plena decadencia, lo mismo que toda la izquierda parisina. Discutimos hacer una sucursal ibérica, pero eso no paso de conversaciones de café. A comienzos de los años setenta me traslade a Paris. Ya todo había cambiado. La revolución, su energía, había acabado. Nadie esperaba ya nada. Debord publicó entonces un librito disolviendo la IS, no sin antes hacer un balance bastante apocalíptico. El clima dominante entre los jóvenes estudiantes como yo, en Paris, era decepcionante. Yo fui a parar a Vincennes, donde asistía a los seminarios de Deleuze y Lyotard. En primero discutía en sus clases el libro que estaba escribiendo: L’anti-eodipe. El segundo comenzaba a barajar las cartas de su Conditionpostmoderne. Allí se reunían los despojos de la revuelta de Mayo 68. Seguía siendo un mundo colorido. Pero era profundamente decadente.

Desde un punto de vista histórico, el momento crucial fue 1967, cuando aparecieron La société du spectacle y De la grammatologie. Dos libros que tienen mucho de común, aunque sus perspectivas sean opuestas. Ambas obras confrontan un clima de enrarecimiento, de vacío, de colapso. Luego vino la acción, vino el Mayo del 68 en el centro de un mundo en ebullición. Fue una acción desordenada pero que abrió una serie de posibilidades en todos los terrenos, desde la psiquiatría, hasta el arte y la filosofía, y, desde luego, abrió una perspectiva política muy abierta. De hecho todo lo que se ha producido después, es decir, la llamada era "posmoderna" puede y debe explicarse a partir de este momento: la ironía, una crítica social, las visiones apocalípticas, una apertura a formas más fantasiosas de pensamiento. Todo eso cristalizo en el 68 y se abrió paso durante las siguientes décadas. Para apagarse lentamente y desaparecer por completo con el nuevo siglo.

A finales del 73 o 74 dejé París y me fui a Berlín, donde permanecí hasta 1979, aproximadamente.

Guy Debord

3.- Claro, me refería a que si antes de tu partida hacia París habías mantenido algún contacto con gente que entonces ya estaba allí. La IS, un poco antes, mantuvo algún contacto con elementos de la resistencia antifranquista en las universidades (un grupo de afinidad que se conoció como "Los Ácratas"). Se difundieron algunos fragmentos de textos de la IS como "Sobre la miseria en el medio estudiantil". ¿Cómo fue exactamente tu encuentro con algunos miembros de la IS? te refieres a dos o tres situacionistas... ¿recuerdas sus nombres? concretamente con Debord, ¿qué recuerdas de tu encuentro con él?

Sí conocí a los Ácratas de Madrid. Era un grupo imaginativo, tumultuoso e interesante. Sus acciones no se sujetaban nunca al formato “electoralista” de los demás agrupaciones de izquierda. Por consiguiente, eran más libres. Conocí a uno de ellos, un personaje fabuloso, que en una encerrona policial de la facultad de derecho de la Complutense, arrojó, junto a otros objetos, una cruz contra la policía. En la Universidad fascista española todas las aulas exhibían un retrato del dictador, junto a la efigie del fundador de la Falange y la cruz como mediación entre ambos. El gobierno organizó al día siguiente un acto oficial de rehabilitación de la cruz, con obispos y policías, y demás autoridades académicas y civiles. Fue un gran escándalo.

Agustín García Calvo durante una de sus clases a finales de los sesenta. Fotografía: Jesús Uriarte (12 de Mayo de 1980, Zorroaga, San Sebastián

De los situacionistas a quien recuerdo más tiernamente es a Vaneiguem. Era un respetable escritor, no exento de bonhomía. Había otro personaje interesante, autor de un libro sobre el capitalismo de estado chino, una crítica a los libros que se publicaban alabando a China como comunismo triunfante. También conocí al poeta y autor de la mayoría de los grafitis del Paris del 68… Debord era una persona distante y fría. Recuerdo sus comentarios sobre la izquierda alemana y sobre algunos de sus autores preferidos. Pero las conversaciones que tuvimos eran fundamentalmente anecdóticas. Se hablaba de una IS Ibérica, pero no paso de un tema de conversación. Cuando los conocí, la gran pregunta era qué hacer con una izquierda atomizada y una revolución que la Internationale Situationiste había profetizado y ahora se daba por vencida. A Debord, en este momento, le gustaba hablar mucho de sus proyectos de cine. Yo creo que era el cine la única alternativa abierta que le quedaba a la IS.

4.- ¿Tuviste algún contacto con los llamados Enrages (Rene Riesel, Vienet, etc)? ¿Cuándo llegaste a París, antes o tras Mayo del 68?

Yo llegué a Paris en el 68, y luego seguí yendo y viniendo hasta el 72, en que me quedé durante un año. No, a los Enrages nunca los conocí.

5.- Tanto tú como Javier sostienen que esa "idea" acerca de constituir una sección española de la IS no fue más allá de algunas conversaciones. En 1969 la IS está en pleno declive, curiosamente tras el estallido del 68 y la confirmación parcial de algunas de sus tesis y de otros sectores de la nueva izquierda. ¿Alentaron algunos miembros de la IS la creación más o menos oficial de una sección ibérica? habían mantenido contactos desde mucho tiempo atrás con gente española del ambiente de las Juventudes Libertarias... Imagínate que hubierais dado ese paso... ¡hubierais vivido el momento máximo de las expulsiones agrias en el seno del grupo!

Ya le dije que no pasó de un tema de conversación. Además no había substancia ni en España ni en Portugal para hacerlo. Ya le dije que llegue a tener en mis manos los fotolitos del Manifiesto de Strassburg, el Manifeste du milieu etudiant... No pudo publicarse porque el editor tuvo miedo de hacerlo. Pero, de haberse editado, el resultado hubiera sido nulo. Primero porque en España se vivía un clima de represión absoluta, muy parecido a la que reina ahora. Pero, sobre todo, porque la izquierda estudiantil española era muy retrógrada: autoritaria en su comportamiento, perfectamente ignorante de todo lo que sucedía mas allá de sus fronteras nacionales, ligada a los “principios” del materialismo dialéctico por el mismo vinculo de fe dogmática que les había vinculado a grupos católicos con anterioridad. El situacionismo solamente ahora comienza a conocerse a titulo de un objeto exótico.

Pintadas y carteles situacionistas (París, mayo de 1968)

6.- En los setenta estás en Alemania. Los setenta son una década trágica, aunque excitante. Imagino que viste en primera persona el terrorismo con grupos como la RAF o las Células Revolucionarias. ¿En tu opinión constituyó esto una especie de final del postromanticismo sesentayochista? ¿tenía todo ello una especie de profundo componente de violencia retributiva, de autoterapia tras una revolución fallida? Foucault sostuvo que la violencia, en ciertos casos y contextos, canaliza un deseo, un thanatos que no debe ser negado o aniquilado, sino que debe ser expresado y exteriorizado (creo que el sadomasoquismo, por ejemplo, buscaba purgar la experiencia existente y aún de pervivencia de violencia en el inconsciente colectivo en Alemania).

La violencia de los grupos de izquierda desarrollada en los años setenta más que una auto-terapia fue un auto-suicidio. Suicidio provocado por las estrategias represivas de fragmentación y aislamiento, hasta no dejarles otro espacio que el morir de asfixia y morir matando. Para nada fue el final trágico de la novela romántica del 68. Esta transformación de absolutamente todo en narrativas, ficciones y novelitas es un invento postmoderno. El 68 fue muchas cosas excepto un movimiento romántico. Levantó la crítica del espectáculo. Su lema lo expuso claramente la ocupación del Teatro de l’Odeon en Paris: cuando el parlamento burgués se transforma en una farsa, el teatro se transforma en un verdadero parlamento. El problema es que esta revolución estética que transformó los espacios de la cultura en medios de protesta contra un orden injusto y, sobre todo, contra un futuro tecnocéntrico plenamente integrado a la lógica del mercado, fue absorbida por esta misma lógica, se convirtió en esteticismo y espectáculo, en realidades virtuales y en ficciones. Por eso la importancia de La société du spectacle de Guy Debord: anunciaba exactamente el esteticismo que distingue el mundo contemporáneo – junto al poder financiero y militar mundial.

Sí, en los setenta estoy en Alemania, en Berlín, en el Religionswisseschaftliches Institut, estudiando y escribiendo, en un ambiente de reflexión y desarrollo de una nueva critica…

Religionswisseschaftliches Institut

«¿Cómo valoro aquellos años? A título personal me movía un solo afán: huir del túnel español, de la mezcla de miseria, oscurantismo y falta de visión que distinguía a sus selectas elites, y que sigue siendo su marca de identidad, como hoy resulta nuevamente visible. Claro, en el camino de huida me encontré con muchas cosas maravillosas»

7.- Tus palabras son trazos de una época que viaja desde un ayer a un presente que, curiosamente, se parece y mucho a ese pasado. Miguel Amorós, desde Barcelona, me ha sugerido que a lo mejor el colega portugués pudiera ser "Afonso Pinto Monteiro, o puede que Chico Alves, ambos relacionados con la traducción de la Sociedad del Espectáculo"...

No, creo que nuestra época no se parece a la situación mundial de los años sesenta en un aspecto capital: el pesimismo histórico del presente, quizás deba hablarse de un nihilismo posthistórico. En los sesenta todo parecía posible. Recuerde la conferencia que dio Herbert Marcuse en Berlín del 69: “El final de la utopía.” La utopía había llegado al momento de su realización. Pensar lo imposible era posible. Hoy se ha impuesto urbi et orbi la falta de espíritu de la universidad corporativa norteamericana para la cual la historia está hecha, y por consiguiente solamente es posible archivarla. Cualquier forma de pensamiento programático, transformador, de pensamiento tout curt, es radicalmente censurado, aislado y obliterado en la megamáquina académica. Vivimos un momento histórico de la mayor trascendencia: las masas mundiales pujan por estimular la producción, el consumo y el progreso. La recesión de unas décimas causa grandes catástrofes sociales. Y sin embargo, sabemos que este desarrollo es suicida ecológica y humanamente hablando. Este es el dilema que subyace a las guerras que han inaugurado nuestro siglo. Son suicidas porque su objetivo es apropiarse de los últimos recursos minerales del planeta, cuyo consumo final lo despedazarán.

Marcuse, sentado en el centro de la imagen, junto a estudiantes en Berlín (1968)

8.- Tu posicionamiento en aquellos tiempos parecía aspirar a llevar a cabo la máxima de "realizar la filosofía", es decir, el papel de los intelectuales parecía tener una proyección clara en el ahora y en la práctica misma. Lefebvre y sus continuos intentos por aplicar sus teorías al urbanismo o la vida cotidiana, son un buen ejemplo. ¿Sentías en aquellos días esa necesidad de plantearte contigo mismo ese debate?

Tienes razón en un punto capital: las crisis militares, financieras y ecológicas que abre el siglo XXI vuelven necesariamente a aquellas preguntas que plantearon los movimientos políticos y sociales de los sesenta en el mundo entero. Entonces se formuló una crítica realmente limpia y contundente a todas las preguntas que hoy nos arroja estúpidamente a la cara el acontecer cotidiano: el desequilibrio ecológico inherente al desarrollo capitalista, el totalitarismo electrónico (todas las manifestaciones, en Paris, o en Berlín, acababan con una ceremonia de lanzar piedras contra la arquitectura de vidrio de la IBM) y la degradación de la vida humana, un grado más elevado de la “Entfremdung”, la “alienación” que analizó el joven Marx. Hoy lo que tenemos al alcance de la mano es el final siniestro de un sistema mundial que ha ignorado aquella crítica.

Lo de “realizar la filosofía” me parece un cuento de hadas o algo más siniestro. Nunca me interesó Lefebvre ni el pensamiento francés. Ya le dije que me fui de París a Berlín, y allí me quedé hasta 1979. El espíritu que se respiraba en Berlín era más crítico y más sofisticado intelectualmente hablando, tanto entre profesores como entre estudiantes.

9.- Durante los setenta colaboraste con varias revistas contraculturales como Ajoblanco. En sus páginas, hemos podido leer textos firmados por ti que llevan una clara influencia situacionista o postsituacionista. Durante los ochenta y con el perfeccionamiento precisamente de la industria cultural y la propaganda, algunas tácticas genuinamente situacionistas se han ido asimilando y recuperando. Nuestra época pretende vencer a costa de fagocitar, vencer sin apenas luchar...

Bueno, sí, publiqué algunas cosas en El viejo topo, quizás también en el Ajoblanco durante los años que estaba en Berlín. Eran ensayos de estudiante. Solamente recuerdo un ensayo de aquella época: La era de Palomares. Llamaba la atención sobre el desastre nuclear de Palomares, que ha sido censurado por los mass media del franquismo y el postfranquismo por igual. Llamaba la atención precisamente sobre esta constelación en que la manipulación mediática y el poder nuclear coinciden. Le menciono este articulo porque recientemente lo he publicado en El viejo topo, junto a los cuadros de Jorge Castillo el diario de la Duquesa de Medina Sidonia, que en su tiempo protestaron contra esta constelación. En un libro que ha sido convenientemente censurado, una vez más.

Pero en esa época, es decir, en los setenta, me preocupaba fundamentalmente una cosa: el Partido Comunista daba por buena la lógica del capital, del “progreso”. El fue el responsable de cancelar todos los intentos, ciertamente tímidos, de levantar una crítica de la sociedad española, desde su ausencia de tradiciones liberales y esclarecidas, hasta la ideología totalitaria de la “dictadura del proletariado”, pasando por la corrupción académica. Todo eso articulé en Contra la razón destructiva. Pero esa crítica no era ni pre ni postsituacionista. Yo me formé intelectualmente en mis años de Berlín en un clima completamente diferente.

10.- Desde un punto de vista biográfico y mirando hacia atrás, ¿cómo valoras aquella etapa de tu vida de contacto y aprendizaje con, entre otras, las ideas defendidas por la IS? ¿te suelen preguntar estas cuestiones acerca de tu relación con los situacionistas de París?

No, nadie me ha preguntado por estas cuestiones hasta llegar Usted. Ello se debe a mi condición de exiliado. No tengo contactos con nadie en España, ni siquiera con editores. ¿Cómo valoro aquellos años? A título personal me movía un solo afán: huir del túnel español, de la mezcla de miseria, oscurantismo y falta de visión que distinguía a sus selectas elites, y que sigue siendo su marca de identidad, como hoy resulta nuevamente visible. Claro, en el camino de huida me encontré con muchas cosas maravillosas. En definitiva no fue un camino de huida, sino de descubrimientos, y en esas estoy, descubriendo cada día un nuevo tesoro.