Érase una vez antes del apartheid


Ciudad del Cabo, en Sudáfrica, antes de la llegada del apartheid fue un crisol de razas y nacionalidades. También de géneros. Su comunidad trans y queer escribió con letras de oro una increíble historia de alegría y resistencia

[Vía Messy Nessy / Cecile Paul]

Érase una vez, en el extremo más meridional de África, enclavada en una hondonada entre las orillas del océano Atlántico y las laderas de la Montaña de la Mesa, donde vivía una impresionante comunidad de titiriteros. En el Distrito Seis vivían bohemios, artistas, comerciantes, predicadores, estudiantes, empresarios, gángsters y todos los demás. Piensa en el Greenwich Village neoyorquino de los años 50, en el Pigalle parisino de los 60 o en el barrio de Castro de San Francisco en los 70; un enclave palpitante comparable en vitalidad a la zona de influencia de la Lost Generación y la Generación Beat juntas. Fue aquí, en el centro del universo del Distrito Seis, donde la alegría de vivir de una comunidad de clase trabajadora trascendió la pobreza y la adversidad; donde se desarrollaron diversas historias de amor y los activistas queer se pavonearon. Era un lugar donde la gente se conocía y todos cuidaban de los hijos de los demás, hasta que el apartheid lo borró del mapa.

En este punto de nuestro viaje es necesario presentarles a Kewpie (nombre de nacimiento Eugene Fritz, 1941 - 2012, también conocida como Capucine), una peluquera trans para las estrellas, compañeras drag queens y bohemios del Distrito Seis. Conocida como la «hija» de la comunidad, lucía una figura impresionante con su característica melena tipo colmena, sus tacones de aguja y sus medias de rejilla. No podemos pensar en una guía histórica mejor que ella para llevarnos por las brillantes calles y presentarnos el caleidoscopio de coloridos habitantes de Distrito Seis.

Kewpie guardó un exhaustivo archivo de las fotografías que le habían tomado a ella y a sus amigos, y etiquetó personalmente todas y cada una de las instantáneas. En 1999 transfirió su colección a Gay and Lesbian Memory in Action (GALA), un archivo queer con sede en Johannesburgo.

Al ser Ciudad del Cabo una ciudad portuaria, marineros, soldados y otros trotamundos se vieron atraídos por este barrio multicultural, aunque algo insalubre, que culminó en un crisol de variadas influencias culturales, como es de imaginar. En los primeros tiempos del Distrito Seis, alrededor de la década de 1860, arponeros, jaboneros, fabricantes de sombreros de paja, hojalateros, campaneros y fabricantes de velas se mezclaban con pescadores, lavanderas, prostitutas y mendigos que habitaban este lugar y convivían armoniosamente, sentando todos ellos las bases del incesante ajetreo de esta sociedad ahora legendaria.

Judíos, cristianos, hindúes, budistas, malayos (a menudo exiliados políticos de Java), africanos, indios y blancos vivían en relativa armonía, se mezclaban de una manera que demostraba cómo la diversidad era un factor de fortalecimiento, no un obstáculo. Los inmigrantes y los esclavos liberados llegaban al Distrito Seis, algunos se quedaban y otros se iban tras una breve estancia en el barrio. Era una comunidad transitoria y cosmopolita que evolucionaba con la historia, y cada oleada contribuía a una nueva variedad de influencias, costumbres y peculiaridades.

Kewpie durante una fiestas en el  The Ambassador’s Club (circa 1965)

Kewpie durante una fiestas en el The Ambassador’s Club (circa 1965)

«Ciudad del Cabo era más tolerante con la comunidad gay que el resto de Sudáfrica, lo que animaba a los homosexuales a acudir a la ciudad desde otras regiones»

Los eventos sociales eran abundantes en el Distrito Seis. Extravagantes concursos de belleza, conciertos de música, fiestas callejeras con todo incluido, cabaret y sensacionales bailes de disfraces estaban a la orden del día. Uno de estos eventos fue un baile parisino al estilo del siglo XVII, organizado por el Ambassador Club de Sir Lowrie Road, al que nuestra heroína llegó vestida de María Antonieta en un coche de caballos. Según Kewpie, «pasamos con estos cuatro caballos y el carruaje con mi conductor, y teníamos un policía de tráfico delante y otro detrás […] En aquella época no nos llamaban gays, nos llamaban “moffies”. Pero se decía de forma bonita, no brusca», recordaba en un documental de 1997. El término puede resultar muy ofensivo actualmente, pero muchos miembros de la comunidad queer de Ciudad del Cabo se sentían orgullosos de llamarse a sí mismos «moffies» porque se utilizaba más a menudo para identificar a los artistas y bailarines con talento y se asociaba con la cultura del espectáculo que se desarrolló en el Distrito Seis. A mediados de siglo, Ciudad del Cabo era más tolerante con la comunidad gay que el resto de Sudáfrica, lo que animaba a los homosexuales a acudir a la ciudad desde otras regiones.

Su aceptación dentro de la sociedad en general puede verse en las fotografías de Kewpie. Apreciados no sólo como artistas, sino como amigos, colegas y miembros de la familia, tanto dentro como fuera del mundo del drag. Kewpie y muchos otros residentes homosexuales del Distrito Seis encontraron un hogar en familias encabezadas por parejas heterosexuales donde se aceptaban sus identidades sexuales y de género. Desempeñaban el papel de hijas y hermanas, proporcionando el cuidado de los niños y el trabajo doméstico mientras los padres estaban trabajando.

«Un ecosistema que funcionaba bien, con gente normal y corriente en su día a día, trabajando en la ciudad durante el día y volviendo del trabajo por la noche»

El Distrito Seis, o «Distrik Ses» en afrikáans, era, como su nombre indica, el sexto distrito municipal de Ciudad del Cabo y, por cierto, el único que nunca recibió un nombre «real». Era un ecosistema que funcionaba bien, con gente normal y corriente en su día a día, trabajando en la ciudad durante el día y volviendo del trabajo por la noche, parándose a charlar con los vecinos, pasando por las viviendas, los numerosos cines, restaurantes, estudios fotográficos, floristerías y sastrerías.

Pasaban junto a los vendedores de verduras en los bordes de las aceras, junto a los herbolarios que ofrecían cortezas y raíces con nombres impronunciables mientras el olor a especias flotaba en el aire. Puede que hayan tenido la tentación de detenerse momentáneamente en uno de los populares bares, con nombres más pintorescos que los propios lugares: The Cottage of Content y The Mount Pleasant. En ocasiones especiales, puede que hayan visitado el maravilloso Gaiety Theatre, donde las damas se agitaban en sedas y satenes y sus acompañantes vestían trajes de chaqueta. Por la calle Hanover, Kewpie y sus amigas drag queen se reunían en lugares como el exótico Crescent Restaurant, el Star Bioscope y el Zambezi Jazz Club. Está claro que el Distrito Seis ofrecía una plataforma donde bohemios, artistas, músicos y otros creativos de todas las razas, religiones y orientaciones podían mezclarse sin inhibiciones y compartir ideas. Esta diversidad a numerosos niveles –lengua, religión, clase y origen– representaba tristemente el polo opuesto de lo que dictaba el régimen político de la época.

En 1966, el Distrito Seis fue declarado zona «sólo para blancos» en virtud de la Ley de Áreas Agrupadas de 1950, y en 1982 se retiró la restricción. La vida comunitaria se acabó para el Distrito Seis. Más de 60.000 personas fueron trasladadas a la fuerza a las llanuras áridas de las afueras de Ciudad del Cabo (denominadas Cape Flats) en lo que el gobierno denominó «limpieza de barrios marginales». La zona fue destruida y se derribaron viviendas, teatros y negocios. Sólo se permitió que permanecieran las iglesias y las mezquitas. Irónicamente, muy pocos blancos se trasladaron al lugar por miedo a la indignación de lo ocurrido.

El Distrito Seis se convirtió en un símbolo de la opresión del apartheid y, a día de hoy, es una zona sin desarrollar y un recuerdo de una terrible calamidad en la historia de Sudáfrica.