El «Libro rojo»: las alucinaciones de C.G. Jung en tapa dura

Tras su traumática ruptura con Sigmund Freud, Carl Gustav Jung sufrió una crisis psicótica acompañada de alucinaciones que consideró premonitorias y que recopiló en el llamado Libro rojo.

Carl Gustav Jung es una de las figuras claves del psicoanálisis del siglo XX junto a su maestro y amigo Sigmund Freud y Jacques Lacan. Sin embargo, a diferencia de sus colegas, Jung siempre mostró una tendencia hacia enfoques heterodoxos y temas que acostumbraban a ser descartados por las ciencias modernas. Por ejemplo, la magia, la alquimia, los ovnis, las serendipias y esa transmisión de conocimiento ancestral que es el inconsciente colectivo o los arquetipos y que, en cierta manera, se parece mucho a los principios de la lingüística generativa chomskiana.

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En descargo de Jung cabe decir que muchos de sus planteamientos no eran meras imposturas sino conclusiones obtenidas de su propia experiencia. Por ejemplo, las visiones provocadas por los brotes psicóticos que sufrió hacia 1913 tras romper su amistad con Freud debido a discrepancias a la hora de concebir el psicoanálisis. Unas alucinaciones de corte épico en las que aparecían una serie de personajes recurrentes como un anciano, una sombra, una mujer joven y una serpiente que Jung identificó, respectivamente, con un sabio, su propio yo, la idea de mujer y el héroe. Tras reflexionar sobre ellas, Jung consideró que, lejos de ser algo accidental o anecdótico, estas alucinaciones tenían un objetivo muy concreto: advertirle de trágicas premoniciones sobre su persona y sobre la humanidad. Cuando meses después estalló la Primera Guerra Mundial, Jung se convenció de que estaba en lo cierto.

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A partir de ese momento, el psiquiatra suizo comenzó un periodo de autoexploración y análisis que fue anotando en una serie de libros con tapas negras que servirían de base para sus escritos posteriores y cuyo contenido volcó posteriormente en el Liber Novum, un volumen de gran formato encuadernado en cuero rojo, razón por la cual pronto comenzó a ser conocido como Libro rojo. Aunque conceptualmente el contenido de los libros negros y el rojo es básicamente el mismo, en el Liber Novum Jung realizó una cuidada labor literaria que transcribió con una exquisita caligrafía, titulares en letras góticas e ilustró con magníficos dibujos. Unos detalles que hacen que el Libro rojo se parezca mucho a los códices medievales iluminados por los monjes, a los libros de William Blake o a los mandalas orientales, solo que realizado en la primera mitad del siglo XX.

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Desde el punto de vista narrativo, el Libro rojo es una especie de epopeya al estilo Gilgamesh en la que un hombre que ha perdido su alma, el propio Jung, sale en su búsqueda y acaba recuperándola después de vivir mil y una aventuras y superar diferentes peligros. Una historia que se desarrolla a través de narraciones breves, sentencias en latín, diálogos entre los personajes o citas de textos antiguos como el Bhagavad-gita.

El proceso de creación del Libro rojo, iniciado con las alucinaciones y seguido de un laborioso trabajo desarrollado en una especie de estado de gracia, hizo que Jung llegase a la conclusión de que «existen otras cosas en el alma que no hago yo, sino que ocurren por sí mismas y tienen su propia vida». Una reflexión que le llevó a afirmar que existe una conexión entre la estructura de la psique y sus manifestaciones culturales, razón por la cual resultaba imprescindible incorporar al estudio de la mente y las psicopatías elementos procedentes de otras muchas disciplinas que no pertenecieran necesariamente a la psiquiatría pero que estuvieran presentes en la realidad de los sujetos de estudio. Por ejemplo, la antropología, el arte, la mitología, la religión, la filosofía y, por qué no, los mitos extraterrestres, las religiones y la alquimia.

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Fue justamente la alquimia la que precipitó el fin del Libro rojo. En 1928, Richard Wilhelm, traductor al alemán de textos como el I Chin, envió a Jung un ejemplar de Flor de oro, tratado taoísta y alquímico que acababa de traducir al alemán y que, cuando fue leído por Jung, hizo que el suizo abandonase la tarea a la que llevaba dedicado dieciséis años. Según Jung, la aparición inesperada de ese texto místico había conseguido que el contenido del Libro Rojo encontrase su su lugar en la realidad y ya no fuera posible seguir trabajando más en él.

Hasta ese momento, Jung había completado alrededor de doscientas páginas de las quinientas de las que consta el volumen de tapas rojas. Aunque en 1959 intentó retomar la obra para incorporar un último fragmento dedicado a la muerte, finalmente no fue capaz y decidió escribir un último diálogo entre los personajes principales de la mujer, el viejo y la serpiente, que aunque era una forma abrupta y no demasiado convincente de acabar la narración, al fin y al cabo era un final.

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Aunque resulte paradójico, el Libro rojo, texto clave para entender la obra y el pensamiento de Carl Gustav Jung, permaneció custodiado en la caja de seguridad de un banco suizo durante años. Por razones que no se acaban de entender, los herederos del psiquiatra se negaron a que fuera expuesto al público, editado o incluso consultado por los expertos en la obra del suizo. Una decisión que provocó que, en pleno siglo XXI y casi cincuenta años después del fallecimiento de Jung, apenas una docena de personas había podido ver esa obra hermética, hermosa y delirante.

Ni siquiera cuando la Bollingen Foundation comenzó a publicar las obras completas de Carl Gustav Jung, proyecto editorial que incluía los textos clásicos, los inéditos y fragmentos de obras inconclusas, los herederos permitieron que El Libro Rojo se publicase. Hubo que esperar a la creación de la Philemon Foundation –organización que toma el nombre de una de las personalidades que adquiere el viejo sabio del Libro rojo y que está dirigida por personas de confianza de los herederos– para que se autorizase escanear el volumen y publicarlo en una edición facsímil, en la que se reproducen las páginas a su tamaño original y se incluye el texto en letra de imprenta para su más fácil lectura.

En octubre de 2009 vio la luz la primera edición inglesa del Libro Rojo que llegó acompañada de una exposición del original y de algunos de los libros negros. A esta siguieron las ediciones alemana y española. Tras esta buena acogida, los herederos flexibilizaron su actitud y ahora es posible encontrar, junto a la edición facsímil de lujo, una edición íntegra en tapa blanda, otra de bolsillo sin la reproducción de los dibujos, e incluso una versión Kindle, para los junguianos más modernos.

Tras la publicación del Libro rojo, los partidarios de las teorías de Jung han podido comprobar que, efectivamente, es un texto apasionante que arroja luz sobre la obra del psiquiatra. No obstante, son muchos los indiferentes para los que no deja de ser un texto hermético difícil de desentrañar y, por supuesto, no faltan los detractores del suizo, para los que no es más que una sucesión de majaderías impropias de una de las mentes más brillantes del siglo XX. Lo que es innegable es que, independientemente de que se haya hecho en un estado de genialidad, iluminación o locura, el Libro Rojo es una joya bibliográfica de enorme belleza.