El investigador seguidor de H. G. Wells que aseguró haber descubierto vida en Marte


Percival Lowell, un pionero de la astronomía, confundió Venus con sus propios ojos, afirmó haber hallado vida marciana y descubrió Plutón

En la época de La guerra de los mundos, la famosa novela de ciencia ficción de H. G. Wells que desató el pánico (y también el interés) extraterrestre, numerosos científicos, astrónomos e investigadores posaron su mirada en lo alto de los cielos, hacia las estrellas, más allá de las regiones hasta esa fecha conocidas. Marte estaba rodeado de misterio. Parecía cercano y accesible y Percival Lowell, uno de estos astrónomos obsesionados con el planeta rojo, creyó absolutamente las sorprendentes declaraciones que años antes, en 1877, un astrónomo italiano, Giovanni Schiaparelli, había realizado sobre la existencia de vida en aquel remoto y desconocido lugar. Schiaparelli sostenía que la superficie estaba repleta de canales, signos visibles de que la tierra de Marte había sido objeto de trabajos y de vida inteligente.

Mapa de Marte de Schiaparelli

Lowell, obsesionado con esta idea, se lanzó a la observación espacial y en Arizona construyó un observatorio donde se pasó miles de horas con la vista clavada en lo alto por medio de un gran telescopio que construyó. Inicialmente había dedicado muchas horas a Venus, aunque de forma infructuosa. Dijo haber visto… rayos. Un siglo más tarde, en 2003, un artículo de los investigadores William Sheehan y Dobbins Thomas, resolvió la incógnita. Se titulaba «Los rayos de Venus, una explicación de la ilusión», y en este se afirmaba que Lowell había dejado de forma brusca su telescopio, dañándolo, y al hacerlo, accidentalmente había convertido su telescopio en un oftalmoscopio, un mero instrumento utilizado para el examen de los ojos. Por ello, lo que vio no era otra cosa que su propia retina, y los radios eran sus vasos sanguíneos.

Percival Lowell en su puesto de observación y telescopio

«Tras numerosas sesiones de observación, aseguró que los famosos canales existían y en gran número. Marte estaba sembrado de ellos»

Pero luego, con un esfuerzo titánico, se centró en Marte. Tras numerosas sesiones de observación, aseguró que los famosos canales existían y en gran número. Marte estaba sembrado de ellos. Dibujo sus visiones en unos famosos cuadernos en los que, según él, se reflejaba la distribución de una red de agua, canales que eran acequias de riego, todo un sistema sofisticado que demostraba vida. Y no solo eso. Ante la existencia de agua, también afirmó que estaba poblado por marcianos que, por supuesto, eran más inteligentes que los terrícolas. Sus ciudades debían ser espectaculares, lo mismo que su tecnología. Podía ser un planeta habitable. Sus temperaturas, que anotó en sus cuadernos, no eran extremas. El oxígeno, suficiente. El nivel de detalle que dejó anotado resulta sorprendente: «Aparecen canales dobles en destellos», escribe en una entrada del 21 de enero de 1905. Posiblemente, veía tales canales, porque quería verlos. Muy pronto, el observador fue consumido por el deseo de ver. Y surgieron todos esos signos que, según él, eran inequívocos de una civilización marciana. Nadie lo creyó. Su reputación ya estaba bastante dañada tras las «rarezas» que dijo haber descubierto en Venus.

Anotaciones del cuaderno de Lowell y simulación del aspecto y mapa de Marte

Sin embargo, su trabajo, desacreditado por muchos, no fue en balde. Tras el fiasco de Marte, y ya en sus últimos años de vida, se dedicó incansablemente a buscar el Planeta X, supuestamente situado más allá de la órbita de Neptuno. La búsqueda continuó incluso varios años después de su muerte. Finalmente, en 1930 el nuevo planeta fue descubierto por Clyde Tombaugh, un astrónomo del Observatorio Lowell. El planeta fue llamado Plutón, un nombre que tenía reminiscencias mitológicas y cuyas primeras letras, «PL», representaban a Percival Lowell.