Cuando el cuplé fue la música de la revolución

En la Barcelona revolucionaria o en el Madrid del «¡No pasarán!», las cupletistas cantaron a favor del comunismo o la anarquía.

 

«¿Que es lo que le interesa ahora al público?», pregunta el periodista a unos músicos y cupletistas callejeros apostados en el centro de Madrid. Desde hace años, los artistas callejeros parecen haber cambiado por completo. Cantan sobre crímenes, tipos odiosos para el pueblo y, sobre todo, política. «El romance de la toma del cuartel de la Montaña, el de los antitanquitas y las coplas de las trincheras. Estas nos las quitan de las manos», responden de inmediato. La fecha, agosto de 1937.

El país vivía en alerta permanente y en los bajos fondos de Barcelona y Madrid, que resistían al fascismo, en sus numerosos locales nocturnos donde se juntan milicianos con apaches, el cuplé se suma a la agitación política, algo que ya venía sucediendo desde los años veinte, cuando las cupletistas, pioneras feministas y reinas absolutas del llamado «arte frívolo» por la prensa conservadora, cantaban lo que sucedía en las calles. Mujeres como Enriqueta Serrano, entre tantas otras, hizo furor al aparecer en escena con unas impresionantes botas de cosaco, como un claro guiño a la revolución de los soviets. Enriqueta, además, era asidua a las tertulias del Ateneo de Madrid y fue la compositora del «otro himno» de la por entonces recién proclamada República con su famoso cuplé «Viva la República».

Todas las facciones políticas revolucionarias, incluido los anarquistas de la CNT / FAI, tenían sus cupletistas favoritas. Julita Oliver, muy célebre en aquellos años y que, en ocasiones, salía a escena con el contorno de ojos muy oscuro al estilo de Irma Vep / Musidora, popularizada en la Francia de Fantomas, fue la creadora del cuplé «Comunista libertaria», que arrasó en el Paralelo en los años de la República. La revista Estampa, el 17 de diciembre de 1932, publicaba el artículo «El comunismo libertario y el carlismo en el Paralelo» donde reflejaba el increíble clima de tensión política y militancia que se vivía en ciudades como Barcelona. «Del bolsillo de muchos asiduos al Royal Concert he visto asomar periódicos extremistas. Pero no por esto el ambiente es de lucha social, ni mucho menos. Las ideologías más dispares coinciden en el juicio que les merece tales  pantorrillas o cual  sonrisa. Pero también se advierte que la extrema izquierda tiene más ambiente, y una canción lanzada por Julita Oliver hace furor en todo el Paralelo: "Como soy del partido comunista  y  sigo las doctrinas de Lenin, preparo un  movimiento terrorista del  brazo de mi amigo Balbontín [dirigente comunista madrileño fundador del Partido Social Revolucionario]". El estribillo es: "Comunis... / Comunista libertaria / Comunis.., la más   revolucionaria"».

Julita Oliver, portada de El tango de moda, con su impactante imagen noir

Julita Oliver, portada de El tango de moda, con su impactante imagen noir

«Yo soy Espantaleón / he nacido en Alcorcón / representó la opinión / armo la revolución / y lo que termina en pom»

Ya en la convulsa década de los treinta, numerosas cupletistas pusieron voz a la situación política. Dolores Castro Ruiz («Dora la Cordobesita»), nació en el popular barrio cordobés de San Lorenzo en 1902. Desde muy pequeña le encantaba el mundo del cuplé. En 1920, con letra de Ramiro Ruiz «Raffles» y música de Font de Anta nos deja una canción irónica sobre la política titulada «Espantaleón»: «Yo soy Espantaleón/ he nacido en Alcorcón / representó la opinión / armo la revolución / y lo que termina en pom / Yo soy socialista / Yo soy comunista/ Yo soy anarquista / Yo soy... marmolista / Abajo García / Arriba Zenón / Abajo la oliva / Arriba el limón».

Dora La Cordobesita

Dora La Cordobesita

Para los comunistas, Carmelita Aubert fue la mejor cupletista. Su canción «Comunista» (1932), compuesta en realidad por el periodista Rafael Ortega Lisson, miembro de la Junta Revolucionaria que, tras declararse la guerra, se personó en las oficinas del derechista periódico ABC y lo incautó. Aubert, de madre rumbera (conocida como «La Guayabita») desde muy joven tuvo contacto con grupos juveniles izquierdistas. «Comunista» es un clásico de la música política en los años republicanos, mencionando a un tal Andrés, posiblemente Andrés Nin, el líder del Partido Obrero de Unificación Marxista (POUM). Lo cierto es que Aubert, cuando se impuso el golpe de Estado fascista estaba actuando en Portugal. No regresó a España hasta 1944. Intentó relanzar su carrera, pero no le perdonaron sus simpatías izquierdistas y fue detenida. Gracias a la presión del mundo del arte portugués pudo salir en libertad, aunque fue expulsada a ese país, donde falleció en 1979.

Carmelita Aubert

Carmelita Aubert

La situación, según crecían los rumores de un alzamiento militar, se hacía insostenible. En las calles se sucedían los choques y tiroteos. Los sindicatos y partidos políticos, casi en su totalidad, contaban con armas y grupos de choque. El 9 de febrero de 1936, con la agitación que preparaba el golpe fascista tomando las calles, el periódico La Libertad daba la noticia de boicoteadores revolucionarios que tenían como himno el cuplé: «En el salón Villa Rosa se intentó celebrar esta tarde un mitin que se había anunciado como antimarxista. En el acto iban a participar Antonio Costi y Francisco Cervera, de la Ceda; JoaquínPérez Madrigal, radical, y Ruiz Valdepeñas, monárquico "independiente". Tan pronto como empezó el acto se iniciaron las Interrupciones. El público abucheaba constantemente a los oradores, que intentaban hablar en medio de un escándalo formidable. Hicieron como que hablaron Rulz Valdepefias y Cervera. Cuando Intentó hacerlo Pérez Madrigal, el público, puesto en pie, comenzó a entonar la canción llamada del "Straperlo". Pérez Madrigal hizo vanos esfuerzos para lograr ser entendido. El público, sin preocuparse del orador, continuó cantando a grandes voces el cuplé del "straperlo"».

Los enfrentamientos aumentarían. «Armo la revolución / y lo que termina en pom», cantaron año antes. Hubo muertos y ajustes de cuentas. Llegó la guerra y el cuplé terminó. A partir de entonces se contaría... otra historia.