«Dios olvida, pero no los Outlaws»

Marlon Brando catapultó aquel símbolo, la calavera con los huesos cruzados, a medio camino entre los piratas y corsarios, las sociedades secretas más oscuras y terroríficas y el crimen organizado cuando ¡Salvaje! se convirtió en la gran película para las bandas sobre ruedas de los cincuenta y Brando lideraba a sus impecables Black Rebel Motorcycle Club. Los Outlaws lo adoptaron y lucieron en su espalda, cuando la banda era un grupo relativamente pequeño y con poco que ver con los actuales Outlaws MC.

Se fundaron en 1935 en un bar situado en la antigua Ruta 66 a la altura de McCook, Illinois, un suburbio cerca de Chicago. Más tarde se llamaron los Chicago Outlaws, hasta la actual denominación de Outlaws Motorcycle Club, ya asentados al norte de Florida. Inicialmente lucían en la parte de atrás de sus chaquetas su nombre, aunque sin dibujos ni logo de ningún tipo. Posteriormente, decidieron incorporar una calavera entre dos huesos a la que llamaron «Charlie». En sus orígenes no fueron un club «1%» (la facción más extrema de los forajidos sobre ruedas), pero todo cambió cuando en 1960 la AMA (Asociación de Motoristas Americana) les denegó la admisión, condenándolos a ser unos proscritos. Se radicalizaron, adoptaron el 1% y el lema: «Dios olvida, pero no los Outlaws».

Danny Lyon, un fotógrafo aficionado a las subculturas y con capacidad para retratar magistralmente todo lo que sucedía en Estados Unidos, capturó un ambiente único, cuando a mediados de los sesenta, con el movimiento aún creando su propio estilo, rodó con los Outlaws de Chicago y los fotografió en su día a día. El resultado es increíblemente bello y cautivador, posiblemente una de las mejores series de fotografías de bandas de motoristas nunca retratadas. El resultado se publicó en The Bikeriders (1968). Esos motoristas son adelantados de la estética rockera y alucinada, agresiva y rompedora de The Velvet Underground, entre otras muchas cosas.

Son desviados sociales, delincuentes juveniles y sus imágenes están envueltas en una atmósfera de misterio y pop, sin pretender serlo, cubierto de cadenas. Los chicos llevan gafas de sol oscuras y grasa en el pelo, pantalones ajustados y parches en sus chaquetas perfectas. Las chicas tienen la apariencia de apurar la vida al límite. Danny, como testigo privilegiado, los acompañó en sus salidas fuera de la ciudad, en sus funerales o en sus encuentros con otros grupos, como los Hells Angels, con los que entonces tenían buenas relaciones. Algo hoy en día impensable.