El cementerio oculto de Tirso de Molina

Situada en la línea 1 entre Sol y Antón Martín, a tan solo una parada de la Estación del Arte, los elegantes azulejos que visten sus paredes de la centenaria estación de metro ocultan un macabro secreto.


Cada día miles de personas esperan la llegada del tren casi rozando la muerte. Durante el verano de 1920, mientras se trabaja en la ampliación del metro, los obreros descubren una extensa galería con doscientos cadáveres de frailes del antiguo convento de la Merced, sobre el que se construyó la plaza del Progreso (hoy de Tirso de Molina). Las autoridades toman una insólita decisión: emparedan los cadáveres en las mismas paredes del andén, cubriéndolos con los actuales azulejos. Tirso de Molina, que vivió en el antiguo convento, es su único «superviviente»: hoy lo contempla todo desde su atalaya y se ríe de la muerte.