Y de pronto apareció ella: Franco y la historia de una estremecedora foto

La foto es estremecedora. Una mujer logra lo que nadie al acercarse a pocos metros del dictador. Una guardia pretoriana le sale al paso, agitando las manos para sujetarla, mientras todos los presentes (un séquito de falangistas y hombres de confianza, políticos franquistas y personajes influyentes) observan estupefactos una escena que por supuesto fue silenciada por la prensa. La visita a Tarragona, que el No-Do cubrió, queda incompleta y mutilada al llegar a este punto. El reportaje da un salto para omitir el gesto. Franco, aquella tarde del 31 de mayo de 1949, en plena época de durísima represión y «paz en los cementerios» en un país gobernado por el rancio nacionalcatolicismo, visita de forma oficial por vez primera la ciudad, donde pasará unas pocas horas entre ovaciones y loas. Al caer la tarde, sobre las seis, se encuentra a una mujer desesperada que intenta entregarle una carta, una petición sobre su marido que está preso. Se forma un gran revuelo. Atrás algo está sucediendo. Un falangista se dirige hacia la multitud que no vemos, pero que posiblemente está reaccionando ante la desesperación de la mujer a la que sujetan con fuerza del brazo (el guante blanco anclado en su brazo). Alrededor de Franco se multiplican sus dobles. Más de uno tiene una imagen que se mimetiza con la suya. También hay miembros del clero, que miran sin aparentemente decir ni hacer nada.

Fotografía de Hermenegild Vallvé

No le vemos el rostro a la mujer, pero podemos imaginarlo contraído, sabiendo que aquel momento es irrepetible. Franco, sintiéndose protegido, alza la mano y parece pedir que la dejen avanzar (logró entregar la carta), aunque podría ser justo lo contrario. Sabemos el nombre de la mujer, Carme Rovira. La imagen, captada por el fotoperiodista Hermenegild Vallvé, fue desenterrada por Joaquim Roglan en un artículo publicado en La Vanguardia el 13 de junio de 1996, algo que posteriormente hizo también otro periodista, Xavier Fernández. Durante años se había asegurado que era la esposa de un preso republicano, algo que por otro lado parecía coherente y lógico. Hoy sabemos, además de su identidad, qué era lo que contenía aquella carta. Se trataba de un asunto nada político. Pedía justicia y piedad. Su marido había sido acusado de robo y abuso de confianza en lo que parecía una hábil trampa para perjudicarlo, por lo que ingresó en prisión y su futuro parecía nada halagüeño. Franco, por encima del bien y del mal mientras firmaba penas de muerte y reforzaba un régimen basado en el miedo, liberó al día siguiente a su marido, que esperó un tiempo hasta que se celebró su juicio del que fue absuelto, para sorpresa de Carme.