La marca de Caín: los tatuajes criminales en la Unión Soviética (1960-1989)

Como máximo responsable del departamento de criminalística del Ministerio del Interior de la URSS, Arkady Bronnikov es el mayor experto en iconografía del tatuaje en Rusia. Durante sus más de treinta años de servicio, se entrevistó con presos de los penales de San Petersburgo, Mordovia, los Urales y Siberia para documentar su arte corporal en los archivos policiales.


[Vía FUEL Books | Arkady Bronnikov]

Analizadas en profundidad, las fotografías de estos criminales anónimos proporcionan un relato personal de cada uno de ellos. Sus propios cuerpos, imbuidos de simbolismo y metáfora, aportan a los investigadores una información mucho más útil que la recogida en los archivos policiales. Cada tatuaje ilustra las creencias, los prejuicios, los delitos y el rango criminal de quien los lleva. También ayudan a identificar a los culpables y sus cadáveres. Pero, ante todo, aseguran que si bien el criminal puede ser liberado de prisión, jamás podrá borrar su pasado.

Los tatuajes de este preso imitan a los de criminales de mayor rango e indican que el portador asume el código del hampa. Sin embargo, no luce las características “estrellas de ladrón”, ni pertenece al crimen organizado. En cuanto los delincuentes comunes ingresan en prisión, se dan cuenta de que los mafiosos están al mando y se apresuran a copiar tanto sus tatuajes como sus gestos en un intento de ganarse un estatus. Para protegerse, necesitan mostrarse como hombres pendencieros y temerarios para infundir miedo y respeto entre el resto de reclusos. Sus tatuajes obedecen, por lo tanto, a un deseo de autoafirmación y supervivencia dentro del entorno criminal.

En el brazo izquierdo, escrito debajo de la calavera, puede leerse el latinismo memento mori para mentalizarse de que el cuerpo es efímero y la muerte puede sorprendernos en cualquier momento. El águila bicéfala del torso alude al que durante siglos ha sido el escudo de armas oficial de Rusia y que, tras la caída del comunismo en 1993, reemplazó a la hoz y el martillo como símbolo de la Federación Rusa. Esta fotografía, tomada durante el período soviético, muestra el emblema como un desafío soberanista y ultranacionalista contra la URSS. La Estatua de la Libertad representa su anhelo de independencia e individualismo y el personaje tenebroso que nos apunta con un revólver denota una predisposición a la violencia y el asesinato con tal de alcanzar sus fines. Los ojos en el pecho significa que lo puede ver todo, siempre vigilante y alerta: el crimen organizado nunca descansa y las estrellas de ocho puntas tatuadas en sus hombros le acreditan como miembro de pleno derecho.

Sus propios cuerpos, imbuidos de simbolismo y metáfora, aportan a los investigadores una información mucho más útil que la recogida en los archivos policiales.

La serpiente enroscada alrededor del cuello es un signo de adicción. La mayoría de reclusos son alcohólicos o abusan de las drogas, cometiendo sus crímenes bajo los efectos de dichas sustancias. Las estrellas en las clavículas y las charreteras en los hombros identifican a este recluso como una autoridad dentro del presidio. Los pantalones que viste formaban parte del uniforme de una colonia de trabajos forzados, el régimen penitenciario más estricto de la Unión Soviética y al que eran enviados aquellos presos reincidentes y potencialmente peligrosos; traidores al Partido, asesinos y pederastas.

El texto del estómago anuncia que "el hombre es un lobo para el hombre", y el de los brazos dice "vive en el pecado, muere de la risa". El pirata con un cuchillo entre los dientes suele ir acompañado del acrónimo "IRA" inscrito en su filo. Un nombre de mujer que oculta tras sus siglas el lema idu rezat aktiv (“mataré a los activistas”) con el que los convictos más rebeles (otritsaly) declaraban su hostilidad hacia aquellos presos que colaboran abiertamente con las autoridades penitenciarias.

“Guardar y proteger", reza la incripción sobre la cruz, a cuyos ambos lados figuran dos letras: XV (hristos voskres, “Cristo ha resucitado”). De nuevo, las estrellas de ocho puntas en las clavículas le identifican como un ladrón de alto rango, pero la pajarita tatuada en el cuello implicaría algún tipo de deshonra. Podría tratarse de un carterista que ha roto el "código de los ladrones"; un soplón o un “activista” que colabora con los carceleros. En la actualidad, este tipo de tatuajes ya no conlleva ningún estigma. El signo del dólar le señala como ladrón de guante blanco, contrabandista o evasor de impuestos.

En el dedo índice, vemos una variante de un anillo otritsala que le acredita como enemigo de las fuerzas del orden. En su dedo corazón, vemos los símbolos de “libertad para los jóvenes” y en el anular “juventud arruinada”, lo que significa que fue condenado siendo menor de edad. Los cinco puntos de su muñeca le representan a él entre las cuatro torres de vigilancia de la colonia penitenciaria. Sin embargo, el rasgo más llamativo son las siglas tatuadas bajo la efigie de Lenin y que aquí cobran un doble significado: por un lado, el acrónimo BOP significa "Líder de la Revolución de Octubre", pero su equivalencia fonética corresponde a la palabra rusa vor (ladrón). A menudo, los tatuajes con retratos de Lenin y Stalin están destinados a exaltar los sentimientos patrióticos. Sin embargo, algunos prisioneros los llevan en el pecho como medida de protección, en base a la creencia de que los guardias tenían prohibido disparar a una imagen de sus grandes líderes.

El texto en el pecho dice "El que no está conmigo, está contra mí". Aunque la esvástica y los símbolos nazis responden a inclinaciones supremacistas, generalmente se tatúan para intimidar a los funcionarios del penal. Durante el período soviético, las autoridades solían eliminar estos tatuajes por la fuerza, ya fuera quirúrgicamente o mediante un método de grabado. El tatuaje de una sirena puede indicar una sentencia por violación o abuso de menores. En la jerga carcelaria, el apodo para los condenados por este tipo de delitos es amurik, que significa "cupido", siendo sometidos a agresiones sexuales por el resto de prisioneros, a menudo en grupo.

Las líneas del antebrazo derecho parecen las estrofas de un poema: “el tribunal solo me privó de la libertad, pero nadie me privó de los sentimientos humanos. y pasan los años, y mis sienes se han vuelto grises, y mi juventud se ha dañado”. El grillete roto de su muñeca revela que cumple una pena superior a los cinco, seguramente agravada por un intento de fuga. “Camaradas, piensen en mí de vez en cuando —añade su antebrazo izquierdo— Cuando la ley me sentenció, en los campos desolados de la taiga, vivía bajo el nombre de Prisionero”.

Este preso, víctima de la sífilis, ha sufrido graves cicatrices en el rostro, los ojos y la boca. En las cárceles y colonias se recurre al escalafón militar para referirse a quienes padecen enfermedades venéreas, dependiendo de cuán avanzada sea su condición. Por ejemplo, al contagiado se le denomina “teniente”; en la segunda fase se le asciende a “coronel” y en la tercera a “general”. Los casos de sífilis, sida y tétanos, a consecuencia de las condiciones insalubres en las que los presos se tatúan en las celdas, son procesados y severamente castigados por las autoridades penitenciarias.

Un nombre de mujer sobre los nudillos (Nadya) y un anillo en el dedo índice como recordatorio de que no puedes confiar en nadie más que en ti mismo. En el corazón, “la cruz de los ladrones”, insignia del gremio de los carteristas. Los dibujos del anular sugieren que cumplió su condena en su totalidad, de principio a fin y sin gozar de privilegios penitenciarios. El dedo meñique delata “la vida oscura” de quien ha pasado mucho tiempo en una celda de castigo. Por último, la calavera con las tibias cruzadas, la pistola, el cuchillo y la letra 'K’ le identifican como un asesino.

Si bien el criminal puede ser liberado de prisión, jamás podrá borrar su pasado.