Santísima Muerte: el culto a la muerte en México


La fotógrafa Chiara Srebernic viajó hasta México y visitó a la pérfida parca para retratar el increíble mundo del popular culto a la muerte, esa convivencia cotidiana con las fuerzas invisibles (y por otro lado bien visibles: en México le rinden tributo incansablemente). Este es el reino de la Santísima Muerte


[Fotografías y texto: Chiara Srebernic]


La cultura mexicana siempre ha tenido una relación cercana con la muerte, considerada como algo natural y necesario como la noche y el día, la época de sequías y lluvias. La vida y la muerte. Según las creencias aztecas, al morir se acaba en el Mictlán, el lugar de los muertos. Después de un tortuoso y largo camino, el alma del difunto era recibida por Mictlantecuhtli y Mictlancihuatl, el Señor y la Señora del Mictlán, el inframundo. Puede que la veneración de los señores del Mictlán sea el origen del culto a la Santísima Muerte.

Este fenómeno ha ido creciendo en México en los últimos veinte años y coexiste con la fe católica. Es curioso, ya que en Occidente no hay tal sincretismo: nunca se vería una estatua de la Virgen cerca de otra de la Muerte, figuras consideradas diametralmente opuestas. En cambio, en México se encuentran tiendas esotéricas donde conviven imágenes de devoción a la Flaca, la Virgen, Jesús, santos de diversos orígenes y polvos mágicos. Los espacios dedicados a la veneración de la Santísima pueden ser colectivos (altares en la calle o capillas) o personales (altares domésticos o en lugares de trabajo). Su construcción está al alcance de todos y básicamente se necesita una superficie plana donde realizar los rituales.

«La Santa te da lo que le pides pero también te quita algo, alguna persona cercana»

El principio estructural es similar al de los altares de Día de Muertos: las ofrendas. Pero ¿qué le gusta a la Flaca? Parece ser que adora el alcohol, los puros o cigarros, las flores, el dinero, los dulces, el agua, las frutas, los inciensos y el pan. Todo objeto presente en el altar es funcional a los rituales. A la Niña Blanca se le puede pedir cualquier cosa porque «es la que hace unos paros de poca madre», o sea, unos favores increíbles. Puede hacer milagros y arreglar temas de amor, empleo, dinero, sexo, salud y darte su protección. Dicen que al demandarle una petición hay que hacerle una promesa y cumplirla, pues con fe a la Flaquita todo se puede. En cambio, las opiniones son contrastadas y parece ser que cada persona tiene su propia verdad. En una turbia cantina de Mérida (Yucatán), donde de extranjeros no había ni su sombra, tomando chelas, conocí a un chico de unos 30 años que había sido deportado de Estados Unidos. Mientras charlábamos y me enseñaba un balazo en la pierna, le comenté mi interés sobre estas cuestiones. Me confesó que era devoto de la Santa Muerte y tenía un altar dedicado a ella en casa. «La Santa te da lo que le pides pero también te quita algo, alguna persona cercana», me decía. Se abrió la camisa y me mostró un tatuaje de la Huesuda en el pecho. «He rozado la muerte varias veces, y si sigo aquí es porque ella lo quiere».

La dueña de una tienda esotérica en Cancún (Quintana Roo) me dijo lo contrario, que la Santa te hace favores sin pedir nada. Al descubrir mi interés y mi curiosidad sobre el tema, comenzó a platicar durante media hora. Me dijo que era una médium y detalló varios rituales que había practicado: una mezcla de espiritismo, rituales católicos y vudú. Además, me habló sobre una amiga suya que desciende a la Santa Muerte a su cuerpo y te permite conversar con ella. Desgraciadamente, no tuve tiempo para esa charla directa que me hubiese resuelto otras dudas.

«En el barrio Doctores aparece con el susodicho santo de los narcos en la Capilla de la Santa Muerte y Jesús Malverde. La Niña Blanca y el Jefe comparten una urna de cristal»

La señora Lucy me invitó a seguirla a la parte trasera de su tienda, abrió una cortina y reveló su altar personal dedicado a la Niña Blanca. El sagrario estaba compuesto por muchos ítems diferentes: varias imágenes representantes de la Muerte, una Última Cena, el Santo Niño de la Suerte, el Arcángel Miguel, velas blancas, flores, lentejas, un Buda, la fotografía de su difunto marido, anillos, un sobre de polvo blanco indefinido, unos elefantes con dólares enrollados en la trompa. Añadió que a la Santa no le gustan los puros, puesto que son pestilencia, pero que sí que adora los cigarros y el arroz con leche. Tiene una debilidad por las berenjenas, así que se le pueden ofrecer una o nueve según las posibilidades económicas de cada uno, y tras pedirle lo deseado, echarle miel.

Su culto está asociado a criminales, reos, prostitutas y traficantes de droga. Sin embargo, la veneración de la Parca se ha convertido en algo popular sin diferenciación de clase social; por eso los altares públicos y las capillas están en su mayor parte ubicadas en los barrios más «pesados» de las urbes. En Ciudad de México, por ejemplo, se encuentran en las colonias de Morelos, Obrera, Doctores y Tepito, zona conocida por el narcotráfico y la venta de artículos robados a precios irrisorios. Ahí es donde se encuentra el primero y más célebre altar dedicado a la Huesuda.

En estos barrios es aconsejable no llevar nada de valor y sobretodo dejar la cámara en casa. Cuando mi compañero de aventuras y yo comentábamos a alguna persona local adónde nos dirigíamos, nos miraban atónitos porque jamás se habían adentrado en estos lugares, a menos que no fuese algún devoto al culto. Al llegar al Santuario Nacional de la Santa Muerte en la colonia Morelos, se percibe una atmósfera diferente. Frente a la estatua de la Flaca nos encontramos a un hombre tocándola para pedirle algo y a otro esnifando pegamento. A este último le pregunté por qué motivo ese día estaba cerrada la capilla y me comentó que, tal vez, echando algunos pesos nos abrirían la puerta, pero no fue así.

A menudo, en los altares, la Santa está junto a otro santo, reconocido o no por la Iglesia católica. Por ejemplo, en el barrio Doctores aparece con el susodicho santo de los narcos en la Capilla de la Santa Muerte y Jesús Malverde. La Niña Blanca y el Jefe comparten una urna de cristal adornada con flores y una pequeña capilla justo al lado.

En la esquina de Alhóndiga y Soledad, zona central de mercado y de piratería, la réplica a la hermosa Muerte es San Judas Tadeo, santo de las causas perdidas, canonizado por la Iglesia católica. Se establece entre ellos un diálogo silencioso y una batalla para ver quién gana más oraciones y limosnas. Todo absolutamente cotidiano y normalizado. La Santísima Muerte es una más.