Ratas con alas: la Gran Purga de gorriones en China

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«¡Jóvenes pioneros! ¡Niños! ¡Luchemos por la eliminación del gorrión y el aumento de la producción de cereales!». Entre los años 1958 y 1962 el Partido Comunista Chino decretó una cruzada contra moscas, mosquitos, ratones y gorriones para impulsar la economía del gigante asiático. Las nefastas consecuencias medioambientales del Gran Salto Adelante llevaron al país al borde del abismo.


El fragor de los tambores, los petardos y las caceroladas cesaron tras dos días de asedio implacable a la embajada de Polonia en Pekín. Las relaciones diplomáticas entre ambos países, aliados naturales durante la posguerra debido a su dependencia mutua respecto a Moscú, no pasaban por su mejor momento. Los polacos observaban con recelo las políticas socialistas impulsadas por Mao Zedong y aquella tregua supuso un alivio cuando, en verdad, era un presagio nefasto.

«Ningún guerrero se retirará hasta erradicarlos, tenemos que perseverar con la tenacidad del revolucionario», había proclamado el dictador apenas unas horas antes. Al amanecer, los soldados tomaron las calles en compañía de estudiantes y funcionarios armados con ollas, cucharones y sartenes, y la mirada puesta en el cielo. Según Radio Pekín, tres millones de campesinos fueron reclutados para dar caza a los últimos seres libres de China. Se les acusaba de propagar enfermedades, malograr las cosechas y privar a los seres humanos del fruto de su trabajo. Peores que los insectos y los roedores, los gorriones debían ser erradicados.

Desprovisto de la aristocrática altanería del águila o la voracidad carroñera del buitre, el humilde gorrión, que durante siglos trajo buenos augurios a los campesinos, se convirtió en una amenaza para la prosperidad. Se les consideraba culpables del consumo de un promedio de 4.5 kg de grano al año, por lo que la extinción de un millón de gorriones habrían de bastar para alimentar a 60.000 seres humanos. Pero como ya se sabe que las matemáticas nunca mienten y nadie presta atención a las voces disidentes, cuando el ornitólogo Tso-hsin Cheng advirtió a las autoridades sobre las terribles repercusiones que el exterminio acarrearía para el ecosistema, fue tachado de reaccionario y sentenciado a seis meses de aislamiento en un campo de trabajo. Ambos, científico y gorriones, fueron víctimas propiciatorias de un país hambriento, gobernado por la represión, el adoctrinamiento, las promesas utópicas y la censura.

"¡Exterminen las cuatro plagas!". Un cartel original de Ding Hao (1958). Imagen: Instituto Internacional de Historia Social de China / Colección Stefan R. Landsberger.

"¡Exterminen las cuatro plagas!". Un cartel original de Ding Hao (1958). Imagen: Instituto Internacional de Historia Social de China / Colección Stefan R. Landsberger.

Tres millones de campesinos fueron reclutados para dar caza a los últimos seres libres de China. Se les acusaba de propagar enfermedades, malograr las cosechas y privar a los seres humanos del fruto de su trabajo.

El decreto fue ejecutado a escala nacional y como correspondía a la férrea disciplina militar inculcada por una década de propaganda comunista. La noche antes, en el distrito de Xincheng, se fabricaron más de 80.000 espantapájaros y 100.000 banderas rojas para que los vecinos evitaran que los gorriones se posaran en los tejados de sus casas. Algunos de ellos se precipitaron al vacío desde balcones y azoteas mientras, en las aldeas, los más jóvenes se dispersaban por las colinas y trepaban a los árboles para destrozar nidos, reventar huevos y matar a los polluelos.

Por su parte, el ejército distribuyó armas para abatír al enemigo en pleno vuelo. En los parques, cementerios e invernaderos de Nanjing se habilitaron 150 campos de tiro y a las integrantes del equipo femenino del instituto de Nanyang se les concedió una licencia para emplear munición real contra las aves. Hasta los niños se sumaron a la batalla utilizando hondas y piedras. A las ocho de la tarde, se habían gastado 330 kilos de pólvora y contabilizado un total de 194,432 gorriones muertos.

DOS EJEMPLOS DE PROPAGANDA ANTIGORRIONES BAJO EL LEMA: «Todo el mundo debería venir a luchar contra los gorriones» (1956).  Originales de Bi Cheng. Imagen: Instituto Internacional de Historia Social de China / Colección Stefan R. Landsberger.

DOS EJEMPLOS DE PROPAGANDA ANTIGORRIONES BAJO EL LEMA: «Todo el mundo debería venir a luchar contra los gorriones» (1956). Originales de Bi Cheng. Imagen: Instituto Internacional de Historia Social de China / Colección Stefan R. Landsberger.

Aunque no contamos con estadísticas fiables debido a las exageraciones oficiales de rigor, en Shanghái se habló de 48.695,49 kilos de moscas, 940.486 ratas, 1213,05 kilos de cucarachas y 1.367.440 gorriones. En cambio, lo único seguro es que el recuento de bajas colaterales se disparó por el uso indiscriminado de cebos envenenados que mataron a lobos, conejos, serpientes, corderos, pollos, patos, perros y palomas.

Acorraladas y sin ningún lugar donde esconderse, bandadas enteras de gorriones cayeron del cielo debido al agotamiento y fueron exhibidas como trofeos. Los más listos recurrieron al amparo de la inviolabilidad de embajadas y consulados; en particular, la de Polonia que negó el acceso a sus instalaciones al Ejército Popular de Liberación para ahuyentarlos. Como resultado de su falta de cooperación, las tropas rodearon el edificio con tambores, pirotecnia y menaje de cocina y los polacos se vieron obligados a abrir sus puertas para retirar los cientos de gorriones muertos que se habían amontonado en sus dependencias.

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«Ningún guerrero se retirará hasta erradicarlos, tenemos que perseverar con la tenacidad del revolucionario»

La Campaña de las Cuatro Plagas ejemplifica la visión del progreso que tenía el maoísmo: construir de un mundo en el que la Naturaleza debería estar subordinada a los deseos y necesidades de los humanos, y no al revés; donde «el hombre debe conquistar la naturaleza», haciendo que «la elevadas cumbres inclinen la cabeza y el caudaloso río ceda el paso». Mao no dudaría en bañarse en el Yang Tsé en el 16 de julio de 1966, a los 73 años, para demostrar que seguía siendo capaz de gobernar el país y doblegar la voluntad del Dragón del Río Amarillo, el Huang He: el Río Madre, Dolor de China y Azote de los Hijos de Han. El bañador que vistió en aquella ocasión aún se exhibe en el museo de su ciudad natal

La Larga Marcha comunista aspiró a que la Nueva China olvidara su pasado feudal, que había que combatir y dejar atrás, levantando gigantescos embalses como la Presa de las Tres Gargantas para plantar arroz en las cuencas fluviales. Con el paso del tiempo, el uso masivo de pesticidas e insecticidas contribuyó a la erosión y el empobrecimiento del suelo, condenando a la deforestación a una amplia zona que va desde Manchuria hasta el interior de Mongolia.

Ciudadanos leyendo las noticias del 'dazibao' en una calle de China. En la pancarta superior puede leerse: "Viva el presidente Mao". Foto: Richard Harrington / Getty Images.

Ciudadanos leyendo las noticias del 'dazibao' en una calle de China. En la pancarta superior puede leerse: "Viva el presidente Mao". Foto: Richard Harrington / Getty Images.

Con el passer domesticus al borde de la extinción, la naturaleza se limitó a seguir su curso y las expectativas de Mao se vieron frustradas irremediablemente. Sin depredadores que las contuvieran, nubes de langostas oscurecieron el cielo, cubrieron los campos bajo un agitado manto y devoraron los cultivos. Al llegar el verano, aprovecharon la sequía en Hubei e infestaron 13.000 hectáreas de arrozales sólo en la región de Xiaogan. Devastaron más de 50.000 hectáreas en la región de Jingzhou y se extendieron hacia la región de Yichang, echando a perder más de la mitad de la cosecha de algodón. En otoño de 1960, aquellas regiones donde la campaña contra los gorriones había sido especialmente feroz vieron destruidas entre 500.000 y 750.000 toneladas de cereales.

Siguiendo el consejo de la Academia de Ciencias de China, Mao decretó el fin de la Aniquilación del Gran Gorrión, aunque la Campaña de las Cuatro Plagas continuó, con chinches y cucarachas reemplazando a las aves. Llegado a este punto, el gobierno de Pekín importó un cuarto de millón de gorriones de la Unión Soviética en un intento desesperado por restablecer el equilibrio natural. Pero no antes de que entre 15 y 45 millones de chinos murieran de hambre.

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Para Mao, el progreso era construir un mundo en el que la Naturaleza estuviera subordinada a los deseos y necesidades de los humanos, y no al revés

Ha pasado más de medio siglo y la Gran Hambruna China sigue siendo un tema tabú, especialmente en las zonas rurales, donde se la conoce eufemísticamente como los Tres Años de Desastres Naturales o los Tres Años de Dificultades. El 5 de septiembre de 2017, un campesino de Tongxiang, en la provincia de Zhejiang, fue arrestado por cazar gorriones utilizando una gran red de nailon y varias cañas de bambú. No se trata de un caso aislado. Aún tratándose de una especie protegida, continúa arrastrando el estigma funesto de los tiempos de Mao.

En España, la población de estos pájaros ha sufrido un “declive alarmante” del 21% en la última década, lo que se traduce en 30 millones de ejemplares menos. Si bien la población actual es similar a la que había en 1998, en la mitad sur de la península y el Levante ha habido una disminución en torno al 10% mientras que en la meseta norte y parte de Extremadura los gorriones han aumentado ligeramente. Ese carácter fluctuante se asocia a la falta de zonas verdes y lugares adecuados para nidificar en las periferias urbanas. Pero puede que tenga más que ver con el despoblamiento de las zonas rurales en las que antiguamente convivía con el ser humano. Esa otra plaga inhabitable que nos asola y consentimos que otros sigan llamando progreso.