Diseñando el Más Allá: el asombroso mundo de las "tablas parlantes"

DISEÑO DE MARIO RIVIÈRE. Serigrafía sobre madera numerada y firmada. Serie de 66 unidades

Desde que las hermanas Margaret y Kate Fox contactaron por primera vez con el espíritu de un vendedor ambulante en una cabaña de Hydesville (Nueva York) en 1878, las fuerzas oscuras del capitalismo se han esforzado en sacar rédito económico al pasatiempo de conversar con los difuntos.


A principios del siglo XX, la planchette empleada en las séances europeas era cosa del pasado. La nueva sensación era el “tablero parlante”, como algunos lo llamaban al otro lado del charco. Un novedoso sistema al que atribuían una eficacia sobrenatural que desafía toda comprensión o explicación humana. Se trataba de una pequeña plancha rectangular de madera, de aproximadamente 18 x 20 pulgadas, con un alfabeto grabado en el que un «Sí» y un «No» bastaban para iniciar o zanjar la conversación, añadiendo un «Hola» y «Adiós» para respetar las normas básicas de cortesía. Y lo más importante: cualquiera que supiera leer podía utilizarlo. Al prescindir de la figura del médium como intermediario, la comunicación con el Más Allá se volvió más simple y fluida, al alcance de todos los bolsillos y sin necesidad de poseer dones sobrenaturales: bastaba con permitir a los espíritus que guiasen nuestras manos para deletrear un mensaje.

Por si fuera poco, los costes de producción del revolucionario invento eran lo suficientemente bajos como para garantizar su fabricación a gran escala, en una época en la que el modelo patentado por Henry Ford hizo de él todo un magnate de la industria automovilística. El primero en darse cuenta fue el propietario de WS Reed Toy Company de Leominster (Massachusetts), responsable de la comercialización en 1886 del primer witchboard o “tablero de brujas”. Para promocionar su lanzamiento, el jefe de ventas de la empresa, Charles S. Dresser, envío uno al presidente Grover Cleveland como regalo de bodas, con el deseo de que le "sea de utilidad», aludiendo a la diferencia de edad con su esposa, Frances Folsom, casi treinta años más joven. Cleveland encajó la burla y le respondió cortésmente: «Lo acepto como un genuino gesto de amistad y le expreso mi agradecimiento, pero aun reconociéndole su ingenio, espero que ni usted ni yo tengamos demasiada prisa en hacer uso de ella».

En 1890, otra empresa patentó un nuevo dispositivo que incluía una serie de mejoras apenas percibibles salvo para justificar la nueva marca de la competencia. Firmaron el resguardo Elijah J. Bond como inventor y Charles W. Kennard y William H.A, Maupin de Baltimore (Maryland) como cesionarios de lo derechos. La llamaron Ouija. En un movimiento maestro que le garantizó la publicidad gratuita de la prensa de la época, Kennard aseguró que el propio tablero deletreo el nombre en el transcurso de una sesión espiritista con la señorita Peters, la cuñada de su socio Elijah Bond. Al poco tiempo, la Kennard Novelty Company cambiaría el suyo por Ouija Novelty Company para capitalizar el genérico por el que comenzó a denominarse a los tableros.

Tras numerosos bandazos comerciales, William Fuld se hizo con la empresa y mantuvo su poder durante casi treinta años. Hasta que en febrero de 1927, subió a la azotea de su fábrica de Harford Street en Baltimore para supervisar la sustitución de la asta de una bandera. El poste cedió, Fuld perdió pie y se precipitó al vacío de espaldas, muriendo en el acto. Sus hijos de William heredaron el negocio y aportaron innovaciones como un Oráculo Eléctrico de inspiración Art Déco. En 1966, se jubilaron y vendieron el negocio a Parker Brothers quienes siguieron fabricando el tablero ouija original hasta finales de los noventa, bajo el lema «Es sólo un juego, ¿verdad?», cediendo paso a una versión más pequeña y menos detallada que, a cambio, brillaba en la oscuridad. Cuando finalmente la multinacional Hasbro devoró la empresa, abandonó sus rasgos más característicos para evitar que se les relacionara con el satanic panic.

Atrás quedaron las litografías imitando a madera, la evocadora tipografía de trazo gótico y la leyenda negra. Incluso presentaron una polémica (y efímera) versión en color rosa para adolescentes. Una vez asumida su condición de icono pop, el tablero parlante contemporáneo basa su éxito en el diseño y los acabados artesanales. Artistas de todo el mundo, como nuestro querido Mario Rivière, autor de Amanecer en Ciudad Despojo, los han adaptado a su estilo y, al igual que los pintores de antaño hicieron del Tarot piezas artísticas. Algunos tableros se han convertido en  cotizadas piezas de coleccionista e incluso cuentan con su propio museo. He aquí unos algunos ejemplos.