La irresistible moda de la guillotina

Pendientes de guillotina, gargantillas con cintas rojas en el lugar en que serían decapitados, cortes de pelo, canciones o joyas realizadas con pedacitos de la Bastilla. Durante los días de la Revolución, el Terror se convirtió en una imparable moda

Era la máquina perfecta, el símbolo de la justicia desde que el 7 de marzo de 1792, con la Revolución precipitándose hacia el Terror, un médico llamado Antoine Louis presentase un informe detallando cómo funcionaría la nueva «máquina del gobierno»: la guillotina, el mecanismo de muerte en serie que se decía prácticamente «indoloro». Incluso se aseguró que el condenado no notaría más que una suavísima «brisa» en los instantes anteriores a su decapitación. Eso, al menos, al principio, puesto que más tarde comenzaron a extenderse historias que aseguraban que los dientes castañeaban durante minutos o los ojos veían después de separarse la cabeza del cuerpo.

Antes del informe, Guillotin, diputado a la Asamblea Constituyente, había propuesto una nueva forma de pena capital idéntica para todos. Era democrática, justa y rápida. No se recreaba en el tormento, como había sucedido antes. Otros dispositivos de decapitación habían demostrado su «eficacia» en el pasado, como la Diele en la Alemania medieval, la Mannaia en la Italia del siglo XVI, la Maiden en Escocia o la horca de Halifax en Inglaterra. Sin embargo, la guillotina francesa era más «eficaz»: una tabla giratoria sobre la que se ataba al condenado, el diseño de una luneta (yugo de doble cara) que mantenía la cabeza firme y, por último, el uso de una gran cuchilla diagonal en lugar de una media luna, lo que hacía que el instrumento «nunca fallase».

Ilustración que muestra la ejecución de Charlotte Corde (17 de julio de 1793)

Ilustración que muestra la ejecución de Charlotte Corde (17 de julio de 1793)

Un fabricante de pianos prusiano llamado Tobias Schmidt fue contratado para construir el aparato, entonces apodado Petite Louison o Louisette. La solicitud de Schmidt para patentar el invento fue denegada: «Es humanamente desagradable –decía el informe– conceder una patente para un invento de este tipo; aún no hemos llegado a tal nivel de barbarie. Aunque Monsieur Schmidt ha producido un invento útil de tipo letal, dado que sólo puede utilizarse para ejecutar sentencias legales, debe ofrecerlo al gobierno».

Todo cambió cuando el 17 de abril de 1792 se usó por vez primera con animales y cadáveres. Unos días más tarde decapitaron a un salteador de caminos. Desde entonces, se puso en funcionamiento a destajo. El público la acogió con devoción. Las ejecuciones eran multitudinarias, aunque solo quienes estaban en las primeras filas podían ver algo. Lo fascinante eran los instantes previos. La caída de la cuchilla y la muerte eran tan fulminante que la mayoría debía contentarse con el temblor que sacudía a los asistentes.

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Pendientes de guillotina simbolizando la decapitación del rey la reina

Pendientes de guillotina simbolizando la decapitación del rey la reina

«Las mujeres republicanas exhibían los pendientes de guillotina como una forma de adhesión femenina a las ideas revolucionarias»

Se convirtió en el emblema de la Nueva Era, lo que afectó a la moda. Los pendientes de guillotina fueron tremendamente populares. Representaban el gorro frigio –símbolo de la libertad– en la parte superior, y las cabezas coronadas y decapitadas del rey y la reina en miniatura colgando debajo. Las canciones populares la divulgaban con una serie de estribillos en que se cantaba a «la viuda», «la navaja nacional», «el corte de pelo patriótico», «la espada de la igualdad» o «el altar de la nación», entre muchas otras expresiones. Las mujeres republicanas exhibían los pendientes de guillotina como una forma de adhesión femenina a las ideas revolucionarias.

Gargantillas revolucionarias

Gargantillas revolucionarias

Chalecos rojos

Chalecos rojos

El pueblo también modificó su lenguaje. Nadie hablaba de la guillotina en un sentido técnico. En cambio, se decía «asomar por la ventana» o «estornudar en la cesta» a la que iba a parar la cabeza seccionada.

Se comercializaron faldas tricolores, joyas confeccionadas con supuestos trozos de la Bastilla. Las presas solían ser sometidas a un corte de pelo bastante corto. En un intento de disminuir su dolor, muchas de las condenadas se cortaban el pelo muy corto, porque se pensaba que así la hoja no se atascaría y el corte sería más fulminante. Este peinado se llamó «Titus». Atrás quedaban las altas pelucas empolvadas, los peinados y las joyas brillantes. Muchas lo imitaron y rebajaron considerablemente sus melenas. Las mujeres también empezaron a llevar gargantillas que simbolizaba el lugar donde la guillotina golpearía a las víctimas en el cuello. A diferencia de las perlas de los ricos, solían estar hechas de materiales mucho más asequibles, como cintas o encajes. O llevando cintas escarlatas para simbolizar la sangre de los muertos, cuando no se envolvían en una «X» a través de los pechos y alrededor de los brazos para representar la sangre que fluye.

La moda del peinado Titus (1817). Pierre de la Mesangere

La moda del peinado Titus (1817). Pierre de la Mesangere

Peinado Titus. Journal des Dames et des Modes (1798)

Peinado Titus. Journal des Dames et des Modes (1798)

Todo cambió cuando los jacobinos fueron pasando uno a uno ante la «máquina del gobierno». Con la decadencia de la Revolución, los familiares de las víctimas celebraron bailes de recuerdo. Iban vestidos de luto y con una cinta roja rodeando sus cuellos.