La furia de James Brown y la peor noche de The Rolling Stones


Fue una de las mejores actuaciones de la historia del pop. James Brown salió imparable, logrando vapulear a los británicos, que tocaban seguidamente y que jamás olvidarían aquella noche

Salió enloquecido, como un  rey sin reino. O quizás sí: el reino del soul y del pop, el icono negro para una comunidad también negra en busca de símbolos de resistencia. James Brown, en 1964, estaba llamado a formar parte del panteón del black power que entonces daba sus primeros pasos y que, en dos o tres años, incendiaría América. Su presencia era el testimonio de que era un artista imbatible, una fuerza arrolladora capaz de hacer posible lo imposible. Su actuación, por otro lado breve, fue aumentando de intensidad. Sudaba y movía los pies como nadie. El gesto contraído y concentrado, la frente arrugada y un inmenso tupé de pelo que apenas se movía mientras iba de un lado a otro fuera de sí, sosteniéndose sobre un pie y avanzando a gran velocidad para detenerse y quedarse en suspensión, uno, dos, tres segundos, para continuar con su show que era respaldado por una inmensa banda de acompañamiento que tocaba fuerte, muy alto, en un segundo plano. Solamente parecían estar a cierta altura suya los tres brillantes solistas y bailarines que reforzaban las canciones, y que formaban parte de los ya veteranos The Famous Flames, un grupo vocal de Georgia cuyos integrantes conocían a James Brown desde los tiempos de la adolescencia. Ninguno tocaba instrumentos, pero cantaban y bailaban magistralmente, y que ya acompañaron a Brown por vez primera en un show de 1959 bajo el nombre de James Brown with the Famous Flames. La potencia que despedía parecía inagotable y, cuando llegó la última canción, le acercaron varias veces su famosa capa de rey de reyes, que sin embargo rechazó teatralmente, negando con la cabeza como si no fuese digno de aquellos honores, al tiempo que una y otra vez se detenía e incluso se sentaba a descansar, exhausto, para arremeter por última vez ante el delirio del público. El cantante, en sus memorias, escribió: «Entramos un poco nerviosos ya que creíamos que ese público no nos conocía pero empezamos y saltaron de sus asientos. Hicimos un montón de canciones sin parar, como siempre. Creo que nunca he bailado tan intensamente en mi vida y no creo que hubieran visto a un hombre moviéndose tan rápido».

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Todo esto sucedió ante la atónita mirada de The Roling Stones, que temblaban entre bambalinas en medio de un silencio sepulcral. Por vez primera y última estaban abrumados, tensos por salir tras aquel monstruo que lideró el histórico T.A.M.I. Show (Teenage Awards Music International o Teen Age Music International), celebrado el 28 y el 29 de octubre de 1964 en el Santa Monica Civic Auditorium, California, que por momentos parece tomado por agentes de policía con muy mala pinta y que van de un lado a otro intentando disuadir a los cientos de fans de acercarse a sus ídolos.

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«Días antes, sin embargo, estaban eufóricos: cerrarían el festival, pero no se percataron de lo que podía suponer salir a escena tras la avalancha de James Brown»

Fue el primer documental de rock and roll (también fueron memorables las actuaciones de The Beach Boys, Chuck Berry y The Supremes) y hoy es un testimonio de la época del griterío, la algarada y los desmayos en el corazón del pop. Pero el documental fue una película fallida. Permaneció secuestrada hasta hace unos años a causa de problemas legales por parte de uno de los músicos participantes: el inestable, polémico y genial Brian Wilson. No se realizó una versión para uso comercial en ningún formato hasta la edición en DVD de 2010, debido a problemas de derechos con Brian Wilson y el entorno de los Beach Boys. La cinta fue de mano en mano como disco pirata, pero pocos la habían llegado a ver. Porque es ahí de donde surge el asombro. La actuación memorable de James Brown y el colapso de los británicos.

La velada fue un mal trago que The Rolling Stones y, sobre todo, su manager Andrew Loog Oldham, no se imaginaban. Días antes, sin embargo, estaban eufóricos: cerrarían el festival, pero no se percataron de lo que podía suponer salir a escena tras la avalancha de James Brown.

Años más tarde, Keith Richards y Mick Jagger recordaron aquel momento como el más incómodo de una carrera en la que nadie parecía hacerles sombra en sus directos. Se cuenta que James Brown fue el culpable de una estrategia de boicot a los músicos negros por parte de la banda y sus técnicos. En las ocasiones en que músicos negros abrían sus shows, recordaban el delirio de Brown y el sonido era deliberadamente recortado.