«Traed a vuestros hijos a casa de los curas»: La Calotte, un semanario anticlerical francés de sucesos.

A finales del siglo XIX comenzó a publicarse en Francia La Calotte, una revista anticlerical que informaba de los escándalos y delitos de los sacerdotes, al tiempo que abogaba por la separación Iglesia-Estado.

A finales del siglo XIX, la Iglesia Católica y la República francesa se enfrentaron por el dominio de las instituciones del país. Reactivo, conservador y monárquico, el clero vio cómo, gracias a la nueva ley civil, se le recortaban sus considerables privilegios, especialmente aquellos que repercutían en los presupuestos al culto, el gobierno de las escuelas y el control de la población.

Cabecera de La Calotte de Marsella, anterior a la que se publicó en París.

Cabecera de La Calotte de Marsella, anterior a la que se publicó en París.

Frente a todo esto, los filósofos racionalistas, librepensadores y republicanos en general, denunciaron enérgicamente la presión que pretendía seguir desarrollando la iglesia, y exigían mayores medidas de secularización por medio de una campaña que defendía la separación de la Iglesia y el Estado. Los dos bandos libraron una guerra ideológica descarnada, que tuvo en la prensa uno de sus principales campos de batalla.

De hecho, durante aquellos años, y hasta los inicios de la Gran Guerra, la prensa netamente anticlerical experimentó un importante crecimiento en Francia, saliendo a la luz numerosas publicaciones, tales como L’Anticlérical (1879) de Leo Taxil, La Semaine anticléricale (1886) de Hippolyte Mialhe, la fascinante Les Corbeaux (1905) de Didier Dubucq (alias Ashavérus, Astaroth, Ash o Asmodée), La Calotte, L’Action, La Petit Lune, Le Grelot y un largo etcétera.

Portada de Les Corbeaux.

Portada de Les Corbeaux.

Pero incluso la mayor parte de la prensa generalista iba tomando posiciones que, para los más recalcitrantes, apuntaban hacia lo anticlerical. En sus páginas se encontraban cada vez más información de nacimientos, bodas y entierros realizados por la vía civil, de reuniones de asociaciones del librepensamiento, y algo que enfurecía especialmente al partido clerical: información sobre évasions o évadés, es decir, testimonios de los religiosos y religiosas que habían sido expulsados de sus órdenes o las habían abandonado voluntariamente. Un ejemplo claramente ilustrativo sobre este tema puede encontrarse en L'Aurore, de 10 de febrero de 1902:

«… uno de nuestros lectores de Châtelleraudais me escribe para contarme que un sacerdote de Vienne, el párroco de Lèigné-les-Bois, acaba de dejar la llave de la parroquia debajo de la puerta, para casarse felizmente.
»Hace apenas diez años, cuando salí de la Iglesia, contábamos, en París, siete u ocho religiosos apartados del servicio, alrededor de unos cincuenta en toda Francia.
»Hoy en día somos más de mil, con un promedio que lleva constante ya bastante tiempo, de ciento cincuenta a doscientos cada año. Y la proporción está aumentando. Esto Marcha».

Los gansos. L’Assiette au Beurre, 17 de mayo de 1902. Ilustración de Henri Gustave Jossot.

Los gansos. L’Assiette au Beurre, 17 de mayo de 1902. Ilustración de Henri Gustave Jossot.

A remolque del auge que iban experimentando por aquellos años las noticias de sucesos (los llamados fait divers), todo lo que tenía que ver con los crímenes y comportamientos inmorales y sádicos del clero atraían más la atención del público. Titulares como Escándalo clerical (en Le Rappel de l’Eure, 2 de noviembre de 1889), Los sátiros de la sotana (en Le Gatinais, 18 de julio de 1903), y otros muchos, marcaron una pauta y un nicho en el interés de los lectores, que pronto iba a ser cubierto con generosidad por publicaciones como Les Courbeaux y, especialmente, La Calotte.

Una de las portadas de La Calotte.

Una de las portadas de La Calotte.

La Calotte empezó a editarse en Marsella entre 1897 y 1906, hasta justo un año después de la promulgación de la Ley de Separación de Iglesia y Estado. A partir de entonces, la cabecera pasó a ser publicada en Paris, reduciendo bastante la cantidad de sucesos y denuncias, para centrarse más en el humor gráfico, algo en lo que flaqueaba notoriamente, tanto en cantidad como en calidad, la de Marsella. Tras un largo silencio durante la Gran Guerra y la década de 1920, La Calotte se ha mantenido viva hasta hoy en día como una de las cabeceras clásicas del anticlericalismo francés.

Pioneros del copyleft

El nombre de La Calotte se refiere al bonete o solideo eclesiástico, y en este caso se emplea para referirse despectivamente a los miembros del clero. Desde sus páginas apelaba a la participación de los lectores para desenmascarar lo que llamaba las «granjas clericales» y darlas a conocer a toda la población a través de sus páginas. De esta forma, la revista cedía a cualquier persona el derecho de reproducir su contenido sin permiso, y proponía a sus seguidores crear «una gran Federación regional» de libre pensamiento que se encargara de «conquistar a las masas» con «un gran estandarte como La Calotte que se convertiría en un arma poderosa».

Además, por aquellos primeros años, el semanario estaba representado en el Congreso Internacional de Libre Pensamiento por el diputado Aristide Boyer, y organizaba giras por varios departamentos del país para crear en ellas ediciones propias, con el fin de contrarrestar las versiones regionales de órgano oficial del clericalismo: La Croix

Portada de La Calotte (1911).

Portada de La Calotte (1911).

Conscientes de sus carencias gráficas, en 1898 contrataron al dibujante parisino Hector Moloch, un artista omnipresente en la prensa republicana y radical desde la Comuna de 1871. Moloch recibió muy pronto su bautismo de fuego en La Calotte, cuando los tribunales condenaron la portada del el 13 de noviembre de 1898, en la que se mostraba a María embarazada frente a las tribulaciones del carpintero de Belén con una multa de 5.000 francos y 3 meses de prisión para el director

Portada de La Colette sancionada con 5.000 francos de multa y 3 meses de prisión para su director.

Portada de La Colette sancionada con 5.000 francos de multa y 3 meses de prisión para su director.

La Calotte fue sin duda la que mejor y primero supo combinar la militancia anticlerical de sus contenidos con un trato casi exclusivo a los sucesos. En cada número se informaba al lector de cualquier incidente que se había dado durante la semana en relación con el clero francés. Para ello contaban con una legión de colaboradores que les ponían al tanto desde todos los rincones del país. En la mayor parte de los casos eran noticias breves, de no más de tres párrafos, como las que se pueden encontrar en una sección que fue fija a lo largo de los primeros años y que se titulaba Menez vos enfants chez les calotins (Traed a vuestros hijos a casa de los curas).

Presentada siempre con el dibujo de la cabeza de un cerdo sonriente llevando un casquete o solideo, en Menez vos enfants chez les calotins se desmenuzaba la actualidad referente a los desmanes realizados por miembros del clero con un tono jocoso e irónico como, por ejemplo, esta publicada el 20 de febrero de 1898:

Ilustración que encabezaba la sección Menez vos enfants chez les calotins de La Calotte.

Ilustración que encabezaba la sección Menez vos enfants chez les calotins de La Calotte.

«UN HERMANO.

»San Antonio, cuya protección obviamente se extiende a todos los cerdos, debe tener en olor de santidad al hermano de las Escuelas Cristianas Louis Mézières, que había mancillado a muchos niños en Lambersart (Norte).
»Este sátiro a punto de ser arrestado huyó a Aveyron, a Alemps, y desde allí, gracias a los fondos proporcionados por personas piadosas, pudo llegar a España.
»Ahora podrá inculcar sus métodos a gusto en los jóvenes hidalgos. Esta triste figura será juzgada en ausencia ante el Tribunal de Seguridad del Norte».

O esta otra, publicada en 17 de diciembre de 1899 y que se refiere también a España:

«Según se acerca la Navidad, debemos recomendar a los padres que no envíen a sus hijos a las misas nocturnas que a menudo se usan como pretexto para salir.
»El año pasado en España, una joven fue asaltada por clérigos y violada en el camino. Ambos salieron de misa. Vemos que el buen Señor inspira ideas bonitas.»

Portada de La Calotte (1912).

Portada de La Calotte (1912).

Los casos de denuncia de todo tipo de abusos sexuales se repetían por decenas en las páginas de La Calotte. Pero no eran los únicos casos que se recogían. El 26 de enero de 1902, por ejemplo, se refería lo siguiente:

«VÍCTIMA DE SUS PROVOCACIONES. Domingo, el sacerdote de Rifavorada, cerca de Pamplona (España) habló con vehemencia contra el espíritu liberal y siguiendo el ejemplo del monje Aoiz, insultó la memoria de los republicanos muertos en los últimos años. Se escucharon protestas en la iglesia, pero no hubo escándalo.
» Por la noche, en la puerta de su presbiterio,
el párroco fue asesinado por un golpe de trabuco. Se desconoce quién pudo haber sido el asesino».

España, y su clero, como símbolos del retraso y la sumisión a la iglesia católica, como país «que se muere de catolicismo», era repetido objeto de interés en La Calotte, como demuestra esta noticia del 19 de noviembre de 1899:

«UN PATRIOTA. El obispo de Lérida, conmovido por un sentimiento de alto patriotismo, y particularmente inspirado por la difícil crisis que atraviesa España, su patria, crisis especialmente pecuniaria, acaba de dirigir al Senado una petición para lograr que todos los sacerdotes estén exentos de pagar impuestos».

Portada de La Calotte (1911).

Portada de La Calotte (1911).

A pesar de esas reiteradas menciones a España, las páginas de la prensa anticlerical francesa, y en especial las de publicaciones como La Calotte, son una fuente muy poco aprovechada para conocer el comportamiento del clero en la España de aquella época, estamento muy interesado en mantener a cualquier precio su presencia y control sobre todos los aspectos de la vida ciudadana:

«PROCESOS JESUITAS EN ESPAÑA. En los talleres de “Maquinista Guipuzcoana" en Beasain, se presentó un jesuita y solicitó una entrevista con el director de la fábrica. Al no estar allí, un encargado lo recibió. El jesuita declaró el propósito de su visita; obtener el permiso del director de la fábrica para que sus trabajadores asistan a las "misiones" que la Compañía de Jesús había organizado en Villafranca. El encargado respondió que esto era imposible, ya que el trabajo se había acumulado debido a huelgas recientes. Entonces, el jesuita, "usando sus propios medios" accedió a los talleres e instó a los trabajadores a abandonar el trabajo para acudir a la iglesia de Villafranca y escuchar su sermón. Los trabajadores dieron su consentimiento con la condición de que les pagara el tiempo que iban a perder. El jesuita no quiso ni oír hablar de ello.
»Mal hecho por él, pues los trabajadores lo arrojaron por la puerta y él tomó el camino a Villafranca resentido.
»Al llegar a Villafranca, se subió al púlpito y pronunció un terrible sermón, condenando el liberalismo y amenazando con terribles tormentos y llamas del infierno a todos los trabajadores de las fábricas liberales». (10 de marzo de 1901).

Un caso aparte en esa España atrasada y meapilas, que valió el aplauso de la prensa anticlerical francesa, fue el del estreno de  Electra, obra de Benito Pérez Galdós que causó gran escándalo entre los sectores conservadores y eclesiásticos al sur de los Pirineos. Por esa razón, La Calotte dedicó su portada del 29 de diciembre de 1901 a ese evento. Con el título Bravo l’Espagne la revista incluía al autor de Tristana en su lista de literatos malditos por la iglesia, ironizando con la idea de que Galdós «ve a los espectadores que asistirán a su obra excomulgados por los mitrados españoles». En la mencionada lista solo era posible encontrar a otro autor español, Pi y Margall, del que se decía: «murió hace unos meses, fue excomulgado en 1851 por haber publicado estudios sobre la Edad Media. En 1871, un sacerdote le disparó con un revólver. El asesino se suicidó de inmediato para escapar de la justicia». (26 de enero de 1902).

Portada de La Calotte en la que se hace referencia al estreno de Electra de Pérez Galdós.

Portada de La Calotte en la que se hace referencia al estreno de Electra de Pérez Galdós.