«AtomAge», una revista para los amantes del cuero y las máscaras

A principios de los años 60, John Sutcliffe comenzó a diseñar ropa de cuero y látex para montar en moto. Poco después se convirtió en el diseñador de referencia de bailarinas de strip-tease, amantes del fetichismo y aficionados al bondage gracias a su revista AtomAge.

En 1982, John Sutcliffe aceptó destruir los ejemplares que le quedaban de AtomAge junto con sus correspondientes fotolitos y pagar las mil libras de multa que le exigían las autoridades. Todo para parar la denuncia por obscenidad derivada de la publicación de The Story Of Gerda, un libro erótico de Jim Dickson sobre bondage y dominación que Stucliffe se animó a publicar, aprovechando que su empresa de diseño de moda vivía uno de sus mejores momentos desde que la montase a finales de los años 50.

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No era la primera vez que Sutcliffe tenía problemas con la justicia a consecuencia de su fascinación por el cuero, el látex y el bondage. En 1975, unos jóvenes realizadores, por ejemplo, se habían reunido con él para rodar Dressing For Pleasure, un documental sobre el fetichismo y su aportación a esa escena. Aunque la pieza fue muy bien recibida por su calidad a la hora de tratar un tema poco habitual en los medios, otra denuncia hizo que su exhibición fue prohibida por la justicia.

A pesar de esa persecución, Sutcliffe era un hombre de éxito. Al menos en el ambiente underground del bondage, al que había llegado casi por casualidad y en el que se convirtió en un referente gracias a su creatividad, su talento y sus innovaciones en la confección de prendas con cuero, látex y plástico. En ocasiones, incluso llegó a traspasar esas fronteras y se acercó al mainstream. Trabajó para Stanley Kubrick en la Naranja mecánica –aunque sus creaciones finalmente no salieron en pantalla–, diseñó el vestuario de Marianne Faithfull en The Girl on a Motorcycle e inspiró los monos ultraceñidos de Diana Riggs en Los Vengadores que no fueron diseñados por él, pero sí fueron confeccionados en su atelier.

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Motos, motores y monos

Desde muy joven, a John Stucliffe le interesaron tres cosas: fabricar cosas, las motos y el fetichismo. Las dos primeras las desarrolló estudiando ingeniería aeronáutica, trabajando en British Airways y combatiendo en la RAF durante la Segunda Guerra Mundial. La tercera prefirió inhibirla para evitar el escándalo social. A pesar de su empeño por transmitir normalidad, serían sus gustos sexuales los que acabaron deteriorando su matrimonio y forzando su divorcio.

De entre las cosas que salvó tras su separación estuvo una cámara fotográfica, que empleó para salir adelante en esa nueva etapa de su vida trabajando como fotógrafo de bodas y bautizos, a los que acudía en una motocicleta en la que, finalizados los encargos, solía llevar a sus novias. Algunas de ellas, al ir de paquete, se mojaban con la rueda trasera, por lo que decidió confeccionar una gabardina de cuero para protegerlas.

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El diseño de Sutcliffe tuvo tanto éxito entre otros motoristas que comenzó a aceptar pedidos, que le permitieron adquirir una máquina de coser industrial y abordar diseños más complejos y más creativos que a su vez le abrieron un nuevo público: los actores necesitados de vestuario y las camareras o las bailarinas de los bares nocturnos que no encontraban en otros lugares ropa sugerente. El siguiente paso fue diseñar esos trajes que alimentaban sus fantasías sexuales que, curiosamente, también eran las de otros muchos ingleses.

Además de con el cuero, Stucliffe comenzó a experimentar con otros materiales como el látex y el plástico. Incluso desarrolló nuevas técnicas de confección que mejoraron los diseños y facilitaron tanto la producción que, a principios de los 70, su capacidad para generar prendas fue mayor que su público. Era necesario mostrar sus creaciones a más gente, por lo que decidió imprimir un catálogo que enviaba por correo y que acabó tejiendo una importante red de clientes cómplices, que acabaron contactando entre sí a través de la publicación y enriqueciendo la escena bondage británica. De hecho, muchas de las imágenes que Stucliffe publicaba en ella eran las que le enviaban esos clientes, encantados de poderse mostrar luciendo sus diseños.

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El primer número de esa revista, a la que llamó AtomAge, apareció en 1972. Tenía un formato A5, costaba dos libras y su periodicidad era irregular, lo que provocó que en los ocho años que se estuvo publicando solo salieran 32 números, a las que también se sumaron veinte suplementos dedicados en exclusiva al bondage, cuyas reducidas tiradas los han convertido en la actualidad en buscadas piezas de coleccionista.

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La buena marcha del negocio hizo que Stucliffe aceptase dar la cara, mostrarse y crecer empresarialmente. No solo aceptó participar en el documental Dressing For Pleasure, sino que lanzó otras cabeceras en un formato más grande (A4), publicó un calendario y editó The Story Of Gerda con las complejas consecuencias antes relatadas. A partir de entonces, y a pesar del apoyo de muchos amigos y clientes que incluso le enviaron remesas de dinero, Sutcliff no consiguió remontar ni profesional ni anímicamente. Así, agotado y deprimido, un domingo de septiembre de 1987 falleció mientras trabajaba en su oficina.

Todas las imágenes de este artículo, así como la galería que se puede ver a continuación, proceden de www.atomage.co.uk, web dedicada a la obra y las publicaciones de John Sutcliff.