Jack London contra Donald Trump
/A principios del siglo XX, Jack London nos advirtió sobre los peligros del régimen totalitario y oligárquico en la ficción y en la vida real. Os proponemos una relectura de su novela El talón de hierro con la vista puesta en la deriva totalitaria actual.
«Los primeros problemas surgieron cuando a los granjeros, que habían salido elegidos como gobernadores en una docena de estados, no les permitieron ocupar sus puestos. Los perdedores se negaron a abandonar sus cargos. Les resultó muy fácil: simplemente, adujeron irregularidades en las elecciones y envolvieron toda la situación en la gran cinta roja de la ley. Los granjeros se mostraron inermes. Los tribunales eran el último recurso, pero toda la justicia estaba en manos de sus enemigos». Cualquiera diría que la cita alude al resultado de las elecciones por la presidencia de los Estados Unidos en 2020, cuando Donald Trump acusó de fraude electoral a Joe Biden para mantener a toda costa el control de la Casa Blanca. Una estrategia empleada por el líder republicano del Senado, Mitch McConnell, para impedir que el presidente Obama nominara a un juez para la Corte Suprema durante su último año de mandato, y que el legendario escritor y aventurero Jack London vaticinó en su novela El talón de hierro, publicada en 1908. «Ya sé que no vais a aprobar esta ley —advierte uno de sus personajes—. Habéis recibido la orden de vuestros amos para votar en contra, y a pesar de eso me llamáis anarquista. Vosotros, que habéis destruido el gobierno del pueblo y que lucís vuestra vergonzosa librea en público, me llamáis anarquista. Yo no creo en el azufre ni en el fuego del infierno, pero en momentos como éste ¡ya me gustaría que existiera! Sí, en situaciones así estoy dispuesto a creer en el fuego eterno. Porque sería el único lugar en el podríais recibir el castigo que vuestros crímenes merecen. En tanto que existáis, será una necesidad vital que haya un fuego infernal en el mundo».
priimera edición de el talon de hierro, publicada por The Macmillan Company de Nueva York en febrero de 1908.
Hoy más que nunca, la novela de London se nos presenta como una especie de cápsula del tiempo: un manuscrito desenterrado en el año 2600 por el historiador Anthony Meredith, cuyas notas a pie de página se basan en esta visión a largo plazo del futuro, cuando, tras siglos de represión y revoluciones frustradas, la Humanidad por fin ha alcanzado sus ideales utópicos. Su exégesis de las memorias de Avis Everhard, esposa y compañera del revolucionario Ernest Everhard, abarca el período “histórico” entre 1912 y 1932 de un país asolado por la desigualdad, la división de clases y las formas más brutales de explotación laboral. El clima allana el camino para una inminente revolución socialista, una alianza política entre los trabajadores industriales, en la forma del Partido Socialista, y los agricultores estadounidenses del Movimiento Granjero, que es superada por las fuerzas del capital. «Hay una fuerza superior a la de la riqueza, y su superioridad radica en que no se nos puede arrebatar porque es intrínseca a nuestra naturaleza —sostiene London por boca de su protagonista— Nuestra fuerza, la fuerza del proletariado radica en nuestros músculos, en nuestras manos para introducir los votos en las urnas, en nuestros dedos para apretar un gatillo. Es una fuerza de la que no nos pueden despojar. Es la fuerza primitiva del hombre, la fuerza vital, una fuerza que la riqueza no nos puede arrebatar. Sin embargo, su fuerza es endeble. Se la pueden arrebatar, incluso ya se la está arrebatando la plutocracia; lo que los llevará a desaparecer como clase media; se hundirán en el proletariado, y lo mejor de todo es que con su caída reforzarán nuestra fuerza. Los recibiremos con júbilo y lucharemos hombro con hombro por la causa de la humanidad».
Jack London en su Rancho de state park (california) .
«Vosotros, que habéis destruido el gobierno del pueblo, me llamáis anarquista. Yo no creo en el azufre ni en el fuego del infierno, pero en momentos como éste ¡ya me gustaría que existiera!»
El diagnóstico de London era el de un marxista, plenamente consciente de que el sistema no solo explota a los trabajadores, sino que depende tanto de sus engranajes como de lo que estos producen; del mismo modo que el lector contemporáneo identificará a los villanos de la “ficción” con el 1% de multimillonarios estadounidenses que controlan el 40% de la riqueza nacional. Unas cifras que pueden extrapolarse a nuestro país, donde el 10% de la población acapara más de la mitad del PIB. ¿Dónde quedaron las teorías de Karl Marx, quien argumentaba que el capitalismo era insostenible y se autodestruiría? «Cuando León Trotski leyó El talón de hierro en a instancias de una hija de Jack London, muchos años después de la aparición de la novela y de la muerte de su autor, se declaró sorprendido y admirado por lo que creyó que había sido una brillante anticipación del fascismo», añadió nuestro admirado Alfonso Sastre. Para entonces, por supuesto, los fascistas ostentaban el poder en España, Italia, Alemania e incluso Francia.
portada de The Comrade Magazine (Marzo, 1903), que incluye el ensayo de Jack london titulado cómo me convertí en socialista. el escritor se presentó como candidato socialista a la alcaldía de Oakland en dos ocasiones, sin éxito, antes de abandonar el partido.
Ya en 1905, el sociólogo austriaco Werner Sombart se preguntaba ¿Por qué no hay socialismo en los Estados Unidos? ¿Cómo era posible que en la nación donde el capitalismo campaba a sus anchas no existiera una fuerza socialista potente, como había pronosticado Marx, y su movimiento obrero no tuviera la consistencia de otros países europeos? ¿Acaso tendría que ver con la heterogénea clase obrera sectorializada en diferentes etnias y nacionalidades, con tradiciones culturales propias? Afroamericanos, chinos, sudamericanos, italianos, irlandeses, alemanes, polacos, ucranianos, suecos o rusos distribuidos en guetos, concebidos como un espacio seguro donde, en teoría, cada cual podía labrarse un porvenir de espaldas a una ideología dominante. Para London, «el socialismo no es un sistema ideal pensado para lograr la felicidad de toda la humanidad; está pensado para lograr la felicidad de determinadas razas afines favorecidas para que puedan sobrevivir y heredar la tierra hasta la extinción de las razas inferiores y más débiles». Sus palabras delatan la profunda desilusión que le llevaría a romper su carné del Partido Socialista en 1916, meses antes de fallecer en su rancho de California con apenas 40 años. Quién sabe si hubiera cambiado de opinión tras presenciar la revolución bolchevique un año más tarde, o si el carismático liderazgo de Mussolini le hubiera atraído, como a tantos otros socialistas, hacia el fascismo.
El Comité “América Primero” de charles Lindbergh fue objeto de numerosas críticas, incluída esta del Dr. Seuss, cuyas caricaturas satirizaban al candidato republicano por instar a los Estados Unidos a mantenerse al margen de la Segunda Guerra Mundial, a pesar de la agresión de la Alemania nazi.
«Estos hombres son estúpidos; solo entienden de negocios. No conocen a la humanidad ni a la sociedad. La historia, algún día, se reirá a carcajadas de ellos»
«Eso es precisamente lo que voy a hacer, pero no sólo desvalijar las mansiones, sino arrebatarles, también, todas sus fuentes de riqueza: sus minas, sus ferrocarriles, sus factorías, sus bancos y sus almacenes. Eso es la revolución —aventura London— Y resultará muy peligrosa, y me temo que los tiroteos serán mucho más numerosos y sangrientos de lo que ahora puedo imaginar. Pero como le decía, hoy día no hay ningún hombre libre. Todos estamos atrapados entre las ruedas y los dientes de la maquinaria industrial. Sabe que usted lo está y que los hombres con los que ha hablado también lo están. Hable con otros. Vaya a ver al coronel Ingram. Vaya a ver a los periodistas que eludieron citar el caso Jackson, a los directores de esos periódicos. Se dará cuenta de que todos ellos están atrapados en esa maquinaria». En su prólogo para la edición de 1924 de la novela, Anatole France afirmó que «tanto en Francia, como en Italia y España, el socialismo es, por el momento, demasiado débil como para temer algo del Talón de Hierro, pues la extrema debilidad es la única salvación de los débiles. Ningún Talón de Hierro se molestará en pisotear este polvo de partido». Por desgracia, se equivocaba: ese mismo año, el asesinato del socialista Giacomo Matteotti sirvió de antesala a la dictadura fascista en Italia. El novelista francés no vivió lo suficiente para ser testigo de la Guerra Civil española, ni del bombardeo del Reichstag y el posterior ascenso al poder de los nazis. Cabría preguntarse si, para entonces, el propio Hitler había leído El talón de hierro. Y si le habría gustado.
portada de la primera edición de Eso no puede pasar aquí de sinclair lewis, publicado por Doubleday, Doran and Company de nueva york en October de 1935
Sinclair Lewis escribió Eso no puede pasar aquí durante el verano de 1935, anticipándose al resultado de las elecciones del año siguiente, que enfrentarían al demócrata Franklin D. Roosevelt contra el candidato republicano y gobernador de Luisiana, Huey Long, un millonario populista en la tradición de Donald Trump. La llamada de atención de Lewis contra el auge del fascismo y el surgimiento de una dictadura de extrema derecha en los Estados Unidos llegó a las librerías tres años antes de que los alemanes invadieran Polonia. Con transcurso de los acontecimientos, aquella distopía de ficción especulativa cobraría visos de novela histórica alternativa, similar a El hombre en el castillo de Philip K. Dick y otras ucronías que alertaban sobre el auge del fascismo estadounidense, como La conjura contra América de Philip Roth, en la que Roosevelt era derrotado en las presidenciales de 1940 por Charles Lindbergh, quien tras una visita a Alemania se declaró absoluto partidario de Adolf Hitler, de su política antisemita y de la aplicación generalizada de la eugenesia, lo que hizo que su imagen pública se resquebrajara, sobre todo tras la entrada de Estados Unidos en la guerra. Los ecos del polémico saludo de Elon Musk, brazo en alto, durante su discurso para celebrar la investidura de Donald Trump el pasado mes de enero enmudecerían a cualquiera.
el “polémico saludo” de elon musk.
«La debilidad de su posición reside en que son meros empresarios. No son filósofos. No son biólogos ni sociólogos. Si lo fueran, por supuesto, todo iría bien. Un empresario que también fuera biólogo y sociólogo sabría, aproximadamente, qué hacer por la humanidad. Pero fuera del ámbito de los negocios, estos hombres son estúpidos; solo entienden de negocios. No conocen a la humanidad ni a la sociedad, y aun así se erigen en árbitros del destino de los millones de hambrientos y de todos los demás millones que se les agregan. La historia, algún día, se reirá a carcajadas de ellos». Mientras esto sucede, los medios de comunicación tradicionales se muestran incapaces de confrontar a Trump, lo mismo que las redes sociales convertidas en el principal canal de transmisión de una narrativa basada en el clasismo, el racismo y la polarización. «Prensa que cuenta, prensa que oculta; depende del tema —en palabras de London— ¿Qué es la prensa en nuestro país? Pues, simplemente, un organismo parásito que sirve para sustentar a la clase capitalista. Su función es servir al orden establecido moldeando a la opinión pública y ¡bien que lo hace!».
visita de donald trump al programa de Jimmy Fallon como candidato a la presidencia de los eeuu en Septiembre de 2016.
Pero regresemos a Jack London, sentado frente a su máquina de escribir. Corre el año 1907 y estamos en San Francisco. Teddy Roosevelt ha cumplido su promesa de no presentarse a un tercer mandato y el republicano William Taft se ha impuesto en los comicios a William Jennings Bryan. Para un izquierdista radical como Jack, la llegada a la Casa Blanca de un miembro de la Skull and Bones de Yale, una de las fraternidades más secretas, elitistas e influyentes de los Estados Unidos (a la que han pertenecido George W. Bush y John Kerry, sin ir más lejos), recién llegado de la Secretaría de Guerra, y con una agenda política basada en la «diplomacia del dólar», solo puede interpretarse como el peor de los presagios. En su mano está alentar el levantamiento de la clase obrera del futuro, apelando en repetidas ocasiones a "la gente del abismo". Una expresión que ya había utilizado antes, como título de un ensayo que influirá en George Orwell para escribir Sin blanca en París y Londres (1933) y que, tal y como él mismo se encarga de reconocer en una nota a pie de página de su novela, tomó prestada de H. G. Wells, «un profeta del socialismo, tan juicioso y clarividente como sensible a todo lo humano». Por extraño que parezca, al reconocer su deuda con el autor de La máquina del tiempo (1895) y La guerra de los mundos (1898), la novela distópica de London también mira hacia el futuro. Para Orwell, su principal logro fue pronosticar que «cuando los movimientos obreros adquirieran dimensiones formidables y pareciera que dominaban el mundo, la clase capitalista contraatacaría. No se limitarían a cruzarse de brazos y dejarse expropiar, como tantos socialistas habían imaginado».
épica instantánea tras El intento de asesinato de Donald Trump en el recinto ferial de butler (Pensilvania), el 13 de julio de 2024. el expresidente de los Estados Unidos y entonces candidato presidencial republicano daba un discurso durante un mitin político cuando Un tirador, identificado como Thomas Matthew Crooks, disparó contra él al hiriéndole levemente en la oreja derecha.. el agresor (de tan solo 20 años) fue abatido por un integrante del equipo de respuesta rápida del Servicio Secreto.
«Eso es la revolución. Y resultará muy peligrosa, y me temo que los tiroteos serán mucho más numerosos y sangrientos de lo que ahora puedo imaginar»
En la novela, la oportunidad de cambiar la sociedad estadounidense por medios constitucionales es efímera. Los oligarcas aprovechan un falso ataque terrorista en el Capitolio para vetar a la oposición de sus escaños en las legislaturas estatales. Los socialistas son acosados, perseguidos como posibles conspiradores y finalmente son arrestados. Una vez instalados en el poder, la nueva clase dirigente (la de siempre) crea nuevos mecanismos de control social. Algunos de los pasajes más estremecedores del libro describen el uso de la fuerza para garantizar el orden social (el suyo). Make America Great Again, aunque para ello sea necesario arrasar Chicago, el corazón del movimiento obrero estadounidense. Las escenas de guerra urbana entre un ejército de mercenarios armados hasta los dientes y los insurgentes que lanzan bombas y atacan a sus objetivos desde lo alto de los rascacielos, nos recuerda la caída de Faluya en 2004 o las masacres actuales de civiles en Siria y Gaza.
La frase «la historia se repite primero como tragedia, luego como farsa» es una cita de Karl Marx, originalmente utilizada para describir el golpe de Estado de Luis Napoleón Bonaparte en Francia. sobre estas líneas, instantánea del El asalto al Capitolio de los Estados Unidos; un intento de autogolpe de Estado que se produjo el 6 de enero de 2021. (fotografía: Manuel Balce Ceneta)
Al final de la novela, la violencia alcanza a nuestros protagonistas y la narración se detiene de manera abrupta, a mitad de frase. London fue considerado un pesimista recalcitrante por la mayoría de sus compañeros socialistas, y El Talón de Hierro no es una excepción. Como otras piezas fundacionales de la ciencia ficción contemporánea, su retrato del futuro refleja las tensiones de la época en la que fue escrita. No en vano, la publicación de Primer Contacto (1945) de Murray Leinster coincidió con la rendición nazi y Solamente una Madre (1948), de la pacifista Judith Merril, lo hizo con los discursos de Truman y Stalin que desembocaron en la Guerra Fría. Las historias más impactantes existen fuera del tiempo y reverberan en nuestro presente a la vez que expresan el pensamiento de los escritores del pasado. Porque habitan en un extraño espacio, fuera del tiempo, ahora y siempre. Como Jack London.
el actor jessie plemons interpreta a un miliciano en Civil War, un thriller de acción distópica escrito y dirigida por Alex Garland en 2024.