In mosh we trust!

No se trataba de las imágenes de grandes del punk y o del hardcore cuyos conciertos eran literalmente invadidos por hordas de moshers: DRI, Napalm Death, Gang Green, Black Flag, Minor Threat o Gorilla Biscuits. Eran los noventa, la década en la que el punk se hizo más global y, de pronto, en los conciertos de bandas no punks el público reaccionaba imitando la furia y la energía de los mejores tiempos de la vieja escuela. El mosh tenía mala prensa y era considerado salvaje y peligroso. Los ayuntamientos cada vez veían con peores ojos los conciertos de rock en los locales que gestionaban.

Algo así sucedió en Portland, donde el debate se produjo a finales de 1998 cuando se planeaba construir un nuevo anfiteatro en la ciudad. Junto a las propuesta acerca del tipo de local, capacidad o ruido, se discutió en el pleno del ayuntamiento «el problema de la violencia y del mosh» en los anfiteatros. Muchos no sabían de qué se trataba, por lo que pidieron informes a periodistas, policías y promotores. Estos son alguno de los mejores fragmentos de los testimonios que recibieron.

Una tal Kathy, del ayuntamiento de Portland, adjunta «un informe con más información sobre violencia y crimen en el anfiteatro». Para ello, cita a un tal Paul, del Unión-Tribune de San Diego, en un artículo del 7 de enero de 1995 en que describe un concierto de los Beastie Boys: «Una grave caída y un detenido», concluye.

Joe Hugues también estuvo en el show:

«Arrestaron a veintiséis personas y otras doce fueron hospitalizadas después de que una muchedumbre acudiera al concierto de los Beastie Boys en el Sport Arena en la noche del lunes. Se tuvo que llamar a quince policías adicionales para controlar a una muchedumbre de ocho mil quinientas personas, cuando el público comenzó a atacar al personal de seguridad del Arena. El problema vino cuando intentaron parar el mosh que sucedía delante del público. Fue ahí donde se produjeron la mayor parte de las lesiones»

El sargento del policía, Marque Dallezotte, informó que las lesiones fueron «contusiones, esguinces y cortes no de especial gravedad y todas autoinflingidas cuando varios jóvenes hicieron mosh y se formó un gran hoyo y la muchedumbre cayó dentro, en un ritual conocido como mosh o body surf»: Dallezotte, que parece habituado a estos shows, afirma que «generalmente somos capaces de controlar un concierto con solo cinco agentes. Únicamente llamamos a quince más cuando la situación se nos va de las manos. La gente era muy joven y estaban todos con una energía extremadamente alta. Detuvimos a unos quinces, pero fue por mear en la calle, vender entradas falsas o beber alcohol en el interior del recinto».

Otra reseña de prensa llegó hasta las autoridades de Portland. En esta ocasión, del Seattle Times Company, del viernes 13 de septiembre de 1996. Su título ya es bastante escalofriante: «¿Son los agujeros creados por el mosh un lugar propicio para pelea?», por Stephanie Thomson. Los «agujeros del mosh» era, lógicamente, una referencia al espacio que se crea una vez que los moshers se lanzan desde el escenario. Pueden crearse verdaderas montañas y, posiblemente, es en este momento cuando hay más peligro. Sin embargo, Stephanie Thomson defiende las propiedades liberadoras de los hoyos del mosh: «El hoyo provocado por el mosh en un concierto de rock puede ser un lugar en donde los amantes de esta música aflojan la tensión y consiguen descargar la adrenalina golpeándose unos a otros», afirma.

También intervino un abogado que había acusado a una promotora por las lesiones de su cliente tras un concierto. Según el abogado de Tacoma, Roberto Meyers, «si alguien sufre daños después de decidir acudir al mosh, debe asumir las consecuencias». Uno de los clientes de Meyer, Stefan, logró con éxito demandar a los promotores de un concierto por negligencia cuando se vio involuntariamente atrapado en un gigantesco mosh. La banda, según se dijo, animó a que la gente hiciera mosh. Una muchedumbre empujó entonces a Stefan, que resultó pisoteado y empujado hasta perder el conocimiento. Los accidentes por mosh de aquelos años en Portland y Seattle culminaron con un joven llamado Neil, que en un anfiteatro quedó herido y con los nervios de un brazo destrozados. Los promotores fueron denunciados por abogados, exigiendo que se aumentasen los costes del seguro de responsabilidad, al tiempo que afirmaban que lo más importante era la prevención. «Debe existir más personal médico y encargados en el interior del show para velar por la seguridad de los asistentes y de aquellos que hacen mosh, y poder intervenir inmediatamente», señalaron.

También se habló del caso de David Yow, cantante de Jesus Lizard, que había sido baneado, y prohibidas las actuaciones de su banda, en Seattle. Parece ser que se demostró que Yow hizo oídos sordos a la advertencia de no lanzarse al público. En el caso de Stefan, su abogado Meyers asegura que «no puede dar detalles pero que su cliente estaba lejos del hoyo provocado por el mosh». Dana Cooke, de la firma de abogados Mitchell, Silberberg y Knupp de Los Angeles, no quiso atender a una llamada de teléfono para hablar de la violencia en el mosh. Nicole Vandenberg, portavoz de Pearl Jam, afirmó que «debido a que tocaban junto a Neil Young no tomaron algunas precauciones que en otros casos sí toman».

El informe termina con algo que desde entonces se volvió habitual en muchos locales y por parte de promotoras: blindarse ante posibles demandas.

«Lo que está pasando es que los promotores intentan blindarse ante posibles demandas por los daños producidos en el mosh, como afirma Monqui, que representa a una compañía del noroeste que organiza conciertos y tiene oficinas en Portland y Seattle. Esto implica especificaciones sobre tipos de vallas al frente del escenario y el número de personas que deben estar tras estas vallas. Intentan protegerse por las posibles denuncias de los afectados, dejando la responsabilidad en manos de las autoridades locales y las compañías de seguros, teniendo en cuenta el tamaño del escenario y, sobre todo su altura ante las caídas del mosh».

El productor Jeff Mason, que recientemente había organizado el festival de la KNDD-FM, Endfest, en el Kitsap Bowl de Bremerton, dijo que habían advertido que no podía invadirse el escenario ni hacer mosh. «Realmente no podemos evitar que la gente haga mosh, por lo que la mejor opción es estar preparados con suficientes personal de seguridad tras las vallas y con ambulancias preparadas y personal médico listo para actuar».

Desde entonces, unidades médicas apostadas junto al local. Y médicos a pie de pista. El 3 de agosto de aquel año, durante el Endfest, un médico atendió bajo el escenario. «Algo más efectivo que tener que esperar a llegar al hospital», afirmó Mason.