Estos fueron los auténticos «drugos» que inspiraron La Naranja Mecánica

Su autor, Anthony Burgess, se inspiró en los fascinantes stilyagi rusos y en la violencia de mods, rockers y teddy boys, sobre todo después de que su esposa fuera atacada por varios greasers.

La publicación en 1962 de una novela como La Naranja Mecánica, fue todo un cataclismo. Describía una sociedad represiva y amenazante. Los jóvenes, organizados en oscuras tribus, campaban a sus anchas imponiéndose por medio de la violencia. El lenguaje que utilizaban era incomprensible, una mezcla incoherente de jerga y exabruptos. Parecían trogloditas, los últimos bárbaros. Y su adaptación al cine a cargo de Stanley Kubrick en 1971 la convirtió en un ejercicio visionario de la violencia ultra.

Cubierta de la primera edición de La Naranja Mecánica

Cubierta de la primera edición de La Naranja Mecánica

Su autor, Anthony Burgess, para crear todo aquel peligroso imaginario, se inspiró en dos sucesos que lo conmocionaron. Cuando a finales de 1960 había terminado una primera versión, los periódicos de medio mundo se llenaban con titulares que alertaban de las pandillas, grupos de jóvenes motorizados, violencia indiscriminada y chaquetas negras de cuero. Pero la finalización de la obra coincidió con un hecho tremendamente triste para Burgess, a quien los médicos acababan de comunicarle que estaba en estado casi terminal a causa de un tumor cerebral. Burgess, organizando su futuro y el de su mujer, trabajó de forma titánica y, en un muy poco tiempo, logró concluir varias novelas, entre las que estaba La Naranja Mecánica, con lo que esperaba cobrar dinero suficiente.

Una escena de La Naranja Mecánica dirigida por Stanley Kubrick

Una escena de La Naranja Mecánica dirigida por Stanley Kubrick

En la primera versión del famoso libro, el mundo estaba dominado por bandas de teddy boys, mods y rockers, algo que el escritor tomó de su entorno. Entre 1957 y 1958, en You’ve Had Your Time, admitió haber visto bandas de teddy boys y rockers en cafeterías y bares. Muy posiblemente siguió con alarma la participación de teddy boys en los disturbios racistas de Notting Hill de 1958, cuando estos atacaron a la población caribeña de Londres.

Disturbios racistas en Notting Hill (1958)

Disturbios racistas en Notting Hill (1958)

El Daily Herald dedica su portada a los incidentes racistas.

El Daily Herald dedica su portada a los incidentes racistas.

Reportaje sobre el estilo eduardiano del teddy boy

Reportaje sobre el estilo eduardiano del teddy boy

Durante el verano de 1961, antes de la publicación final del libro, Burgess y su esposa fueron de vacaciones a Rusia, donde conocieron la versión soviética de los temibles teddy boys, los llamados stilyagi, que aterrorizaban a los habitantes de Leningrado y eran perseguidos por el gobierno.

Un grupo de stilyagi rusos

Un grupo de stilyagi rusos

Pandillas de stilyagi soviéticos

Pandillas de stilyagi soviéticos

Viñeta antistilyagi. Unos obreros miran con desprecio a un joven amante del jazz y el pop

Viñeta antistilyagi. Unos obreros miran con desprecio a un joven amante del jazz y el pop

Cartel del gobierno ruso contra los stilyagi

Cartel del gobierno ruso contra los stilyagi

Además, su esposa había sido agredida por varios americanos que lucían la típica imagen greaser. Burgess llevó todo aquel imaginario al libro y, tiempo después, cuando se convirtió en un éxito comercial, llegó incluso a asegurar que habían surgido en ciudades como Nueva York y Los Ángeles pandillas de adolescentes violentos que se autodenominaban Naranjas Mecánicas, igual de peligrosos que sus personajes «ficticios».

Teddy boys ingleses

Teddy boys ingleses

Burgess fue muy crítico con la música pop (consideraba a Mick Jagger «la quintaesencia del delincuente»), pero lo cierto es que su obra fue profética en muchos aspectos, algo similar a la maravillosa novela de Graham Greene, Brighton Rock, publicada en 1938, cuando nadie podía imaginar la llegada de la furia del pop y sus defensores.

Anthony Burgess habla sobre el pop:

Todo eso a lo que Burgess (él fue el primero) acabó por poner nombre: «ultraviolencia».

Brighton Rock (1938) de Graham Greene.

Brighton Rock (1938) de Graham Greene.