Así se contó en España la espectacular guerra entre mods y rockers

La revista Triunfo, en junio de 1964, informó a los españoles de las legendarias e icónicas multitudinarias peleas entre rockers y mods que serían inmortalizadas por el cine, en un histórico y extenso reportaje titulado «Rockers y mods en pie de guerra». El derechista Pío Moa, en un artículo titulado «Ya meten ruido, ¿eh?», culpó a la publicación de ser instigadora de las subculturas que atacaban la decencia: «Triunfo combinaba una propaganda comunista apenas disimulada con la loa de cualquier cosa que ayudara a corroer las “buenas costumbres”. Los Beatles no llevaban mal camino, después de su época de cancioncillas sentimentales. Llegaron a cantar al working class hero, a su juicio something to be, aunque ellos, desde luego, nunca se pusieran a la tarea; o a encomiar la enorme suerte de estar back in the USSR, con todas aquellas increíbles Ukraine girls, por no hablar de las de Moscú, que te hacen cantar y gritar. ¿Y las de Georgia? Bueno, esas eran ya la repanostia. Luego Lennon alcanzaría el despiporre con Imagine…».

La puntualidad de Triunfo con respecto al fenómeno fue exquisita. Las batallas campales habían tenido lugar durante la Semana Santa y la Pascua de 1964, en los pueblos costeros de veraneo de la Gran Bretaña: primero Clacton (en Essex), para más tarde trasladarse como una imparable epidemia juvenil hacia el sur: Brighton, Margate, Bournemoth y Broadstairs. Habían ido quedando entre una cita y otra, y los heridos se contaron por decenas en una hostilidad entre subculturas como no se había visto hasta la fecha.

El artículo afirmaba que «Hoy las cosas han cambiado en el mundo. Pero siguen existiendo los fenómenos de gamberrismo y de delincuencia juvenil. Sus protagonistas han cambiado de nomenclatura, no mucho de indumentaria y nada en lo que respecta a la pasión por la velocidad y el vehículo preferido; la moto, cuanto más potente mejor. Los «blousons noire» han dejado paso a los «yé-yé» y los «teddy boys» parece que se hubieran desmembrado en dos ramas, los «rockers» y los «mods». Las explicaciones que se intentan dar al fenómeno siguen siendo igualmente ambiguas. Generalmente se reducen demasiado a la escala de la moral individual, a la tan traída y llevada lucha de generaciones, a la incomprensión de los padres; todo ello cuenta, desde luego, pero cuentan muchas cosas más. Hay que considerar que, por lo general, estas manifestaciones juveniles se dan en países de alto nivel de vida [...] En este sentido, el caso de los países nórdicos —especialmente Suecia— es significativo [...] Por dos veces, el «imperturbable» «weekend» inglés ha sido perturbado. Y en sus reductos mis clásicos: las playas del sur. Los «rockers», con sus chaquetones de cuero y sus enormes motos, y los «mods», con su vestuario tildado, a la última mods, se lanzaron con todo entusiasmo a una de sus reyertas. Con el mismo entusiasmo, por otra parte, con el que hace muy poco tiempo los mismos «rockers» colaboraban a una campaña para recaudar fondos para los hambrientos de ultramar... Esta contradicción no es sino una prueba más de las que presiden su actuación en todos los terrenos».