El terror que vino de Londres: Así se recibió en España la llegada del punk

En otoño de 1977, ABC publicó el primer gran reportaje sobre los punks londinenses, a los que calificaban de peligrosos, obscenos, provocativos y burgueses

Septiembre de 1977. Mientras el punk se convierte poco a poco en un fenómeno casi global, en nuestro país llega a cuenta gotas información sobre lo que está sucediendo en Inglaterra. Aunque las publicaciones especializadas en la cultura realmente urbana y los movimientos subterráneos, tanto dentro como fuera del país, como Vibraciones, Disco Express, Ajoblanco y, sobre todo, Star, ya habían ido publicando algunos artículos y reportajes que hablaban del fenómeno punk, aún la prensa general no se había hecho eco. El 18 de septiembre de 1977, en un reportaje titulado «EL MOVIMIENTO “PUNK” ATERRORIZA A LONDRES», el periódico ABC publicó nada más y nada menos que 5 páginas a todo color sobre el punk, centrándose en los choques con teddy boys y la imagen transgresora de los punks. Para el redactor, el periodista Manuel Adrio, se trataba de «una juventud sin trabajo, obscena y peligrosa [que] ocupa el barrio de Chelsea. Sus enfrentamientos con los “teddy boys” alcanzan momentos de extraordinaria violencia».

«En el reportaje afirma que los punks londinenses son muy distintos “a los de Chicago, Tokio y París, todos ellos preferentemente musicales y de la nueva ola y del punk rock, como prefieren ser conocidos”».

Anteriormente, en agosto, ABC ya había publicado un artículo sobre «la “revolución” del punk-rock» titulado «Desprecio al convencionalismo social», acompañado de una fotografía de Television. Adrio, entre 1970 y 1972, fue corresponsal en Londres de la Agencia de Prensa. Y a su regreso a Madrid, volvió a la revista Blanco y Negro como redactor jefe para pasar a ABC, desde 1978 hasta el final de su carrera profesional. Falleció el pasado año. Lo cierto es que Adrio dejó frases que rozan el misterio absoluto o lo patafísico. En el reportaje afirma que los punks londinenses son muy distintos «a los de Chicago, Tokio y París, todos ellos preferentemente musicales y de la nueva ola y del punk rock, como prefieren ser conocidos».

«Las calles del viejo Chelsea han vuelto a recobrar este verano la animación y el colorido que hicieron universalmente famoso al barrio en los últimos años sesenta y primeros de la década actual. Por aquellos tiempos, tan cercanos, la juventud inglesa, siguiendo los pasos de los Beatles y de los Rolling Stones, convirtió a King’s Road en la misma frontera de la elegante Belgrave, residencia de embajadores extranjeros y de la nobleza británica, en la capital del mundo pop, un El dorado alegre y desenfadado. En cierto modo estrafalario, sobre todo si se le compara con la pureza de formas y costumbres de sus vecinos. Vestían a la moda de Carnaby Street y predicaban algo tan bonito como al amor y la paz. Condenaban toda clase de imperialismos y la rebeldía al conformismo de sus mayores era evidente aunque entre sus buenas maneras, sobresalía un apasionado consumo de drogas y un vocabulario que en ocasiones rozaba la obscenidad. Su conducta rompía bruscamente con lo tradicional si bien una y otra generación llegaron a convivir en armonía, solo deteriorada por alguna que otra blasfemia como aquella tristemente célebre de John Lennon: “Soy más famoso que Jesucristo”».

«El texto estaba repleto de moralismos, con frases como “en el fondo son unos completos burgueses”, y otras»

Lo más interesante del reportaje, pionero entre la prensa mayoritaria y gracias al cual muchos españoles supieron del fenómeno, es quizás la parte gráfica, con fotografías tomadas en plena calle donde vemos el día a día de grupos de punks. El texto estaba repleto de moralismos, con frases como «en el fondo son unos completos burgueses», y otras.

«Aunque el movimiento tiene corta vida se ha extendido rápidamente por Londres, donde pese a tener antecedentes norteamericanos, ha logrado personalidad propia reencarnándose en una juventud que no sabía lo que era y que estaba suspirando por un motivo en torno al que arracimarse. Su centro de operaciones es King’s Road, pero se les puede ver, provocativos y obscenos, por los alrededores de Gloucester Road y Earls Court, junto a las bocas de salida del metro, lugares donde suele reunirse la juventud sin trabajo y sin hogar [...]. A un punk se le reconoce en seguida. No es necesario haber oído hablar de ellos para saber que algo nuevo está ante nosotros. Se diría que el punk viste de uniforme: camisa sin mangas, a ser posible rota y pantalones, también rasgados vaqueros. Los grandes huecos de los rotos, burdamente “cosidos” por imperdible. Los más elegantes llevan pantalones de cuero negro y camisas militares con inscripciones bélicas, esvásticas, banderas, o fotos de personajes a quienes se pretende insultar. Al cuello suelen portar cadenas y de ellas penden hojas de afeitar y navajas. Algunas chicas lucen cadenas y collares de perras por los que se dejan conducir dócilmente por sus acompañantes. Los sandalias, de plástico: los calcetines, si los llevan, rotos y multicolores».