El evangelio según Elvis

«Yo no soy el Rey. Jesucristo es el Rey. Lo mío es el espectáculo». Por sus actos le conoceréis: estrella inmortal del rock’n’roll y a uno de los iconos culturales más populares del siglo XX. ¡Elvis, levántate y anda!


Tupelo (Mississippi), 8 de enero de 1935. Gladys había pasado el día entero de parto y, aunque hasta esa noche nadie le hubiese tomado por un tipo supersticioso, Vernon interpretó aquella tormenta como un mal presagio. Su primogénito había nacido muerto y si no detenían pronto la hemorragia su esposa tampoco viviría para contarlo. En el preciso instante en que el viento dejó de soplar, los cristales parecieron vibrar bajo los efectos de una detonación lejana y se asomó a la ventana en busca de un relámpago. Ni siquiera contaban con luz eléctrica cuando aquel inexplicable fulgor azulado inundó la casa que los Presley habían construido con sus propias manos. Cegado por el resplandor, Vernon intentó llegar hasta el porche pero, al poner el pie en el umbral de la puerta, el extraño fenómeno había cesado. Lo único que se escuchaba era un llanto.

«Cuando nació Jesús, en Belén de Judea, bajo el reinado de Herodes, unos magos de Oriente se presentaron en Jerusalén y preguntaron: "¿Dónde está el rey de los judíos que acaba de nacer? Porque vimos su estrella en el este y hemos venido a adorarlo"» –Mateo 2:1-2

«El sábado te da lo que te roba el domingo/ y un niño ha nacido pisándole los talones a su hermano/ Llega el domingo por la mañana y el primogénito está muerto/ dentro de una caja de zapatos atada con un lazo rojo», cantaba Nick Cave en The Firstborn Is Dead (1985). Tanto el vídeo como la canción arrancan con una ominosa tormenta azul eléctrica que dota de especial relevancia a los versos finales: «Mamá, mece a tu pequeño despacio/ (…) El Rey caminará por Tupelo/ (…) Sólo recogerás lo que sembraste». Cuentan que, a los quince meses, Elvis Aaron Presley estuvo a punto de ser arrebatado de los brazos de sus padres por un tornado, como si la Madre Naturaleza quisiera llevárselo “de vuelta” antes de tiempo; a la tierra de Oz o al lejano planeta Krypton. Porque en lo único que existe consenso es que su Reino no es de este mundo.

El pequeño posando con sus padres, Vernon y Gladys, en su casa de Tupelo (circa 1942)

«Y al entrar en la casa, encontraron al niño con María, su madre, y postrándose, le adoraron. Luego, abriendo sus cofres, le ofrecieron dones: oro, incienso y mirra». –Mateo 2:12

Graceland (Memphis, Tennessee). 16 de agosto de 2021. Alrededor de 5000 personas participan en una vigilia con velas para rendir pleitesía a su ídolo con motivo del cuadragésimo cuarto aniversario de su desaparición. Pero no se trata de una conmemoración a título póstumo, puesto que sus corazones no albergan el mínimo atisbo de escepticismo a la hora de afirmar que el Rey sigue vivo. Se calcula que más de 750.000 fieles visitan la mansión cada año y que varios millones sueñan con poder hacerlo algún día. Un sorprendente poder de convocatoria que rivaliza con sus ventas discográficas y es seguido vía satélite por creyentes de todo el mundo. El periodista británico Ted Harrison llegó a comparar la procesión de fanáticos con los orígenes del cristianismo en su libro Elvis People: The Cult of the King (1993): «¿Seguirán siendo objeto de culto los santuarios erigidos en su nombre dentro de doscientos o incluso dos mil años después de su muerte?». Le responde la cantante de country Dolly Parton: «A Elvis lo veneran con el mismo fervor religioso que a Jesucristo. No sabría cómo explicarlo, pero puedes sentir su presencia. Es real. Por eso la gente le adora». A Bob Dylan tampoco se le caen los anillos a la hora de referirse a Elvis como «la deidad suprema de la religión del rock and roll tal y como la conocemos hoy en día».

‘TRINIDAD: ELVIS, JESÚS Y ROBERT E. LEE’ DE CLYDE BROADWAY. ACRÍLICO SOBRE LIENZO, (1994).

«Señor, yo no soy digno de que entres a mi casa. Pero una sola palabra tuya bastará para sanarle» –Mateo 8:8

Durante décadas, su amiga y confidente Wanda June Hill formó parte de la legión de fans que alzan la vista al cielo en busca de respuestas. Elvis y ella se conocieron a través de una amiga que interpretó un papelito en Girls! Girls! Girls!, la película que rodaron en Hawai en 1962. Una noche, mientras caminaban por la playa aprovechando una pausa del rodaje, lejos de oídos y miradas indiscretas, la estrella señaló un punto en el firmamento y le susurró al oído: «De allí es de donde yo vengo».

Si nos ceñimos a los datos regurgitados por Wikipedia, Orión es la constelación más conocida del cielo. Sus estrellas brillantes y visibles desde ambos hemisferios hacen que sea reconocida universalmente, formando la imagen del Cazador de la mitología griega del que recibe su nombre. Podéis localizarlo cerca de la constelación del río Eridanus, apoyado por sus dos perros de caza, Canis Maior y Canis Minor, peleando con la constelación del Tauro. Según el testimonio de Wanda, el Mesías del Rock apuntó inequívocamente a la nebulosa que representa la espada del gigante y que pende del cinturón de estrellas. De hecho, podría tratarse de Rigel, la más brillante de todas, por encima de Betelgeuse. Y si nos remontamos al Nuevo Testamento, podríamos ubicarla próxima a la Estrella de Belén: es decir, la vecina Sirio, a unos 860 años luz de la Tierra.

En su polémico libro Elvis Face to Face (1978), Wanda transcribió una serie de conversaciones telefónicas que reconfiguran el mito desde una perspectiva ufológica. Una de ellas nos sitúa a escasos días de su muerte: «Me habló de una estrella azul y de un planeta con varias lunas. Me dijo que los terrícolas deberíamos aprender de sus habitantes, poseedores de una tecnología avanzada capaz de curar enfermedades mortales como el cáncer». Años más tarde, Myrna Smith, una de la coristas de gospel que acompañaron al Rey en directo como The Sweet Inspirations en más de mil conciertos, se estremecía al recordar el momento en el que los médicos desahuciaron a su compañera Sylvia Shemwell, víctima de un cáncer de estómago. Consternado por la noticia, Elvis entró en el camerino para consolarla. Se arrodilló ante ella y comenzó a rezar mientras posaba ambas manos sobre su vientre. Inexplicablemente los doctores cambiaron su diagnóstico a los pocos días: el tumor no solo había remitido, sino que había desaparecido por completo.

Mary Tyle Moore Y Elvis Presley en Cambio de hábito (William A. Graham, 1969).

«¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto» –Juan 20:29

Cuentan que Vernon intentaba meter en cintura a su hijo de ocho años encerrándolo en el armario. Al pequeño no le gustaba la oscuridad y canturreaba salmos en voz baja para ahuyentar a los fantasmas que solían visitarlo. Soñaba con ellos a menudo y, para tranquilizarlo, su madre le contaba historias sobre los ángeles de la guarda que le salvaron del tornado. Él pudo verlos de cerca y sabía no tenían alas, pero les gustaba escucharle cantar Old Shep, la canción que le enseñó su maestra, la señorita Grimes, y que hablaba de los perros que van al cielo. A veces era como si aquellos ángeles se metieran en su cabeza, para mostrarle a un hombre vestido de azul que hacía aspavientos sobre un escenario. Se parecía bastante a Dios.

El azul siempre fue el color de la suerte de Elvis. Lucía camisas celestes, monos añil y capas turquesa, calzaba zapatos de gamuza azul y conducía un Cadillac azul eléctrico. Entre los mayores éxitos de su carrera se encuentran las canciones Blue Suede Shoes, Blue Moon On Kentucky, Blue Christmas y películas tan taquilleras como G.I. Blues (1960) y Blue Hawaii (1961).

Las señales estaban ahí y, en su afán por interpretarlas, Elvis atesoró una envidiable colección de volúmenes en la biblioteca de su mansión de Graceland. Junto a la Biblia, su libro de cabecera era Chariots of the Gods? Unsolved Mysteries of the Past (1968) de Erich von Däniken. Incluso llegó a tomar notas a mano en los márgenes de sus páginas. Comulgar con las teorías del suizo exigía más fe que la del Agente Mulder, pero para alguien capaz de recitar el capítulo 10 del Libro de Ezequiel casi de memoria, resultaba sencillo ver la mano de Dios en todas partes. «Durante los desplazamientos por carretera solíamos hacer largas paradas para tumbarnos en el suelo a mirar las estrellas y le escuchábamos hablar durante horas sobre sus amigos de otros mundos», recordaba su road manager Joe Esposito. En cuanto creía vislumbrar el menor destello en el horizonte, ordenaba a los conductores que pisasen el acelerador a fondo y lo siguiesen. «Una noche le preguntamos: si de verdad quieren algo de nosotros, ¿por qué no aterrizan delante de la Casa Blanca y charlan con el presidente Nixon, en lugar de aparecerse delante de un puñado de paletos en mitad del desierto?».

«Platillos volantes del rock and roll / No pude entender nada de lo que dijeron / pero su ritmo loco me noqueó». –Billy Lee Riley, ‘Flying Saucers Rock’N’Roll’ (1957)

Corría el año 1955 cuando experimentó su primer avistamiento en algún lugar de Nuevo México: «Viajábamos por la autopista y de repente vimos algo en el cielo, como una luz moviéndose raro, ¿sabes? (…) ¡Demonios, se acercó tanto que nos tapó la visión de la luna! Tenía una forma oblonga y redondeada, como la de un cigarro, con dos compuertas a cada extremo y luces azules en la parte de abajo. Se mantuvo allí, flotando sobre nosotros. ¡Ni siquiera tenía alas! (…) Salimos corriendo del coche y aquello se detuvo sobre nuestras cabezas emitiendo un ruido eléctrico, un zumbido metálico. ¡Nunca había escuchado nada parecido! Hizo que se me erizase el cabello. Sentí que flotaba en el aire, como si tirasen de mí hacia arriba. ¡Por un momento pensé que iban a llevarme con ellos!».

Desde entonces, aquellos encuentros se convirtieron en una constante de la vida privada del Rey. En UFO’s Among the Stars: Close Encounters of the Famous (1992) su autor, Timothy G. Beckley, relata el episodio en que otro “platillo volante” sobrevoló el domicilio de Presley en Bel Air (California) en verano de 1966, emitiendo el característico fulgor azulado. Uno de sus guardaespaldas, Sonny West, acudió en su auxilio en cuanto saltaron las alarmas: “Registramos la casa pero había desaparecido sin dejar rastro. Estábamos a punto de dar parte a la policía cuando le escuchamos en el jardín gritando: “¡Venid! ¡Estoy aquí!”». Pero, ¿a quiénes iban dirigidos esos gritos? ¿A los de arriba o a los de abajo?

A LA DIESTRA DEL “REY DEL ROCK”, EL CORONEL TOM PARKER. A LA SINIESTRA, EL PELUQUERO LARRY GELLER (PRIMAVERA DE 1964).

Otro de sus hombres de confianza, Jerry Schiling, señala al estilista Larry Geller como el máximo responsable del ego trip mesiánico que Elvis experimentó en el ocaso de su carrera. Con apenas veinticuatro años, el joven peluquero contaba con la clientela más selecta del mundo del espectáculo: Frank Sinatra, Paul Newman, Marlon Brando, Peter Sellers, Steve McQueen, Peter Fonda, Roy Orbison, Sam Cooke, Tony Bennett, Jackie Gleason... Tal y como él propio Geller se ha encargado de constatar en al menos media docena de libros, sus destinos se cruzaron el 30 de abril de 1964, bajo el signo de Geminis. «Parecíamos predestinados a conocernos. Era cuestión de tiempo que nos hiciésemos inseparables», declaró en el delirante Elvis’ Search of God (1998).

Una amistad inquebrantable que, dicho sea de paso, fue muy mal vista por el círculo íntimo de Presley. «El Coronel Tom Parker no iba a permitir que nadie le llenase la cabeza de pájaros», apostillaba Schiling. «Para él, Larry no era más que un rufián aprovechado, así que lo despidió y ordenó que quemasen toda aquella propaganda comunista». Elvis montó en cólera al descubrir la obra de Aldous Huxley y Madame Blavatsky reducida a cenizas, readmitió a Geller como su consejero espiritual y a punto estuvo de darle la patada a su manager.

El 15 de agosto de 1977, mientras le retocaba el peinado momentos antes de salir al escenario, Elvis se sinceró ante al espejo. «La gente cree saber quién soy, Larry, pero no tienen ni idea. Cuento contigo para que algún día se sepa la verdad». Aquella noche interpretó por última vez Blue Eyes Cryin’ in the Rain, horas antes de abandonar nuestro mundo. ¿Para siempre?