El día que en Oregón llovieron pedazos de ballena

El cadáver de una ballena varada puede provocar infinidad de problemas en el entorno. Sin embargo, el peso y las dimensiones del animal hacen que las tareas para retirar el cuerpo no sean sencillas. Lo sucedido en Oregón en 1970 da buena prueba de ello.

Según la Biblia, la segunda de las diez plagas de Egipto fue que llovieran ranas. Si el autor del libro sagrado hubiera necesitado incluir dos más, tal vez podría haber sumado la de llover trozos de ballena y la de las autoridades incompetentes.

Ambas plagas coincidieron en 1970 en Florence, localidad costera del estado de Oregón donde, en noviembre de ese año, quedó varado un cachalote de catorce metros de largo y ocho toneladas de peso que acabó muriendo en la playa.

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Según los expertos, las ballenas varadas pueden ser un grave peligro. Además del intenso hedor que emanan, que puede ser un reclamo para tiburones, los gases producidos en el interior del cuerpo durante el proceso de putrefacción pueden hacer que el animal estalle, provocando heridas a los que se encuentren alrededor. Para evitarlo, se suelen realizar hendiduras en el cuerpo del animal que permitan la salida de los gases, pero, incluso resuelto ese aspecto, el mayor problema sigue siendo qué hacer con un animal de semejante volumen  y peso.

Si bien es habitual que las ballenas sean retiradas empleando grúas o enterradas una vez troceado el cuerpo, las autoridades de Florence consideraron que eso era un trabajo excesivo. En su opinión, la mejor solución era hacer estallar al animal en mil pedazos. En su imaginación, con una buena cantidad de dinamita, el cachalote quedaría completamente desintegrado y, en caso de quedar algún trozo, estaban convencidos de que las gaviotas darían buena cuenta de ellos.

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Para llevar a cabo la operación, los responsables decidieron que la carga explosiva fuera de media tonelada de dinamita, aunque George Thirnton —ingeniero encargado de supervisar la operación después de que el verdadero responsable se hubiera marchado de cacería— afirmó que tal vez sería necesario utilizar algo más en una segunda explosión. No se equivocaba.

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Después de enterrar algunas cajas de dinamita bajo el cuerpo del animal y colocar el resto alrededor del cadáver, los responsables detonaron la carga. Los explosivos no solo no fueron suficientes para desintegrar la ballena, sino que provocaron una lluvia de pedazos de carne que cayó varias decenas de metros del lugar, poniendo en riesgo la vida de los que se encontraban en los alrededores. Para mayor espectacularidad, algunos de esos trozos destrozaron los automóviles de varios curiosos que asistían a la explosión.

Finalmente, la ballena tuvo que ser retirada con máquinas excavadoras y enterrada. Antes de ello, los miembros de la División de Autopistas de Oregon tuvieron que recorrer la playa y sus inmediaciones recogiendo pedazos de cachalote, algunos de ellos, de varios kilos.

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Todo el proceso fue documentado por un equipo de la emisora KATU-TV de Portland (Oregón), formado por el cámara Doug Brazil y el redactor Paul Linnman que, cuando se produjo la explosión, tuvieron que dejar de rodar y salir corriendo para protegerse. En su crónica posterior, Linmann afirmaría que «en caso de que se vuelva a necesitar retirar una ballena varada en el Condado de Lane, aquellos encargados de hacerlo no solo recordarán lo que hay que hacer, sino que, desde luego, recordarán lo que no hay que hacer».

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Nueve años más tarde, nada menos que cuarenta y una ballenas quedaron varadas en Florence. Esa vez, las autoridades decidieron dejarse de experimentos y enterrarlas en la playa para evitar situaciones como las de 1970. A pesar de todo, los habitantes de Florence son conscientes de que el estallido de la ballena es una de las cosas más importantes sucedidas en el lugar en toda su historia. Por eso, cuando recientemente fueron consultados para decidir el nombre de un nuevo parque, la mayoría se decantó por Exploding Whale Memorial Park. Abierto el pasado 13 de junio, en el lugar se instaló un letrero que, además del nombre del lugar, tenía el dibujo de una ballena que, eso sí, en lugar de explotar, lanza agua en forma de corazón.

Entrada al Exploding Whale Memorial Park. (Foto: New York Times).

Entrada al Exploding Whale Memorial Park. (Foto: New York Times).