Doane Powell, el hombre de los mil rostros

«En sí misma, una máscara es un adorno. Y la fotografía de una máscara puede generar un efecto interesante; pero usada por la persona adecuada, cobra auténtica vida». Fabricadas artesanalmente entre 1940 y 1950, las extrañas máscaras diseñadas por Doane Powell han resucitado en manos de las nuevas generaciones y por fin ocupan el espacio que les corresponde en un museo de Historia.


«Cuando era niña, me parecían espeluznantes recuerda su antigua propietaria, Karen Schnitzspahn No me dejaban dormir. ¡Casi podía escucharlas respirar por las noches!». Durante años, aquellos rostros la acecharon, inmóviles, desde cada rincón de la casa; colgando de alcayatas como si fueran trofeos de caza en la pared del vestíbulo, expuestos en vitrinas en la sala de estar o descansando sobre la repisa de la chimenea. «Nunca llegué a acostumbrarse del todo a su presencia y, cuando mi madre falleció en 1999, no supe muy bien qué hacer con ellas, así que las guardé bajo llave en armarios para no tener que volver a verlas». Pero con el paso del tiempo comenzó a sentirse culpable. «Pensé en lo mucho que ella amaba aquellas máscaras y decidí hacer algo con ellas».

«Cuando era niña, me parecían espeluznantes. No me dejaban dormir. ¡Casi podía escucharlas respirar por las noches!».

Karen se puso en contacto con la Sociedad Histórica de Nebraska para que se hicieran cargo de la herencia familiar: cerca de un centenar de piezas modeladas en papel maché y distintos estados de conservación que reproducían los rasgos de algunas de las personalidades más célebres del siglo XX. Para Laura Mooney, representante de la Sociedad Histórica de Nebraska y una de las principales responsables de su restauración, «no estamos hablando de unos simples accesorios para Halloween, sino de una forma de arte atemporal cuyos orígenes se remontan a los albores de la civilización». En el caso que nos ocupa, más concretamente a comienzos de los años cuarenta, cuando un artista local decidió poner en práctica los conocimientos en escultura clásica que había aprendido en París, antes de la Gran Guerra.

Se llamaba Doane Powell y comenzó su carrera como caricaturista para el periódico Omaha Daily Bee, antes de mudarse a Nueva York a principios de los años veinte para intentar ganarse la vida como diseñador y atrezzista. Tras más de una década consagrada al humor gráfico, Powell decidió aplicar su enfoque satírico al modelaje y parodiar a los famosos más reconocibles del momento. Por sus manos pasaron los rostros de Mark Twain, Winston Churchill, Joan Crawford, Adolf Hitler, Walt Disney o Benito Mussolini. «Desde la Antigüedad, el hombre ha experimentado la necesidad de fabricarse máscaras con las que participar en diferentes ceremonias reflexiona Mooney ya sea para pedir los espíritus ayuda en tiempos de guerra o rogarles por coraje y fertilidad». En cambio, las máscaras diseñadas por Powell se emplearon en producciones teatrales, representaciones circenses, cine y televisión, campañas publicitarias, escaparates de tiendas y fiestas privadas. «Fue una extensión de sus caricaturas concluye Mooney exagerando las facciones por diversión para encarnar a cada personaje en su propia máscara»

En su libro Máscaras (y cómo hacerlas), publicado en 1948, Powell explicaba al detalle el proceso que utilizaba para crearlas, elaborando una pasta o pulpa a base de papel de estraza macerado y cocinado en agua, y posteriormente mezclada con engrudo, yeso o tiza hasta obtener la consistencia necesaria para moldearla cómodamente sobre un molde facial de plastilina. Los materiales eran tan frágiles que cada máscara era única e imposible de reproducir. «Como las auténticas obras de arte», aseguraba de su autor. A su muerte en 1951, a los 69 años de edad, el negocio pasó a manos de su aprendiz, Kari Hunt, quien heredó el grueso de la obra de Powell y continuó promocionándola durante años en el programa de televisión Masquerade Party. Tras contraer matrimonio, Kari cambió su apellido por Schnitzspahn y crió a una pequeña asustadiza que acabaría rescatando el legado de ambos para la posteridad.

a la derecha, con gafas de sol, kari HUNT posa junto a cuatro enmascarados. de izquierda a derecha: winston churchill, joan crawford, lucille ball y clark gable. (nueva york, 1955).

«No estamos hablando de unos simples accesorios para Halloween, sino de una forma de arte atemporal cuyos orígenes se remontan a los albores de la civilización»

Para entonces, algunas piezas habían pasado más de sesenta años criando polvo en un baúl del desván. Las orejas y narices estaban dañadas o se habían perdido, y las capas de pintura se estaban descascarillando. Así que el equipo de restauradores tuvo que emplearse a fondo para devolverles el lustre de antaño, desoyendo los consejos del propio Powell: «Al igual que ocurre con la pintura al óleo, uno de los mejores métodos de limpieza es cortar a la mitad una patata cruda y frotarla sobre la superficie». Gracias a su minuciosa labor, Las extrañas y maravillosas máscaras de Doane Powell pueden visitarse en el Museo de Historia de Nebraska desde julio de 2017.

WALT DISNEY

BENITO MUSSOLINI

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ELSIE, THE BORDEN COW