Cuando España era un ghetto medieval para los gays

La revista Gay Sunshine publicó en 1974 un informe en el que describía la situación de los homosexuales en España, analizaba la represión sexual de la sociedad española y certificaba del poder revolucionario del movimiento gay para hacer caer la dictadura.

En 1970, pocos meses después de los disturbios de Stonewall, comenzó a publicarse en Berkeley, California, una publicación independiente llamada Gay Sunshine. En sus páginas los jóvenes gays reivindicaban su identidad, sus derechos y hablaban sin tapujos de literatura, entrevistaban a autores como Allen Ginsberg, William S. Burroughs, Jean Genet, Christopher Isherwood, Peter Orlovsky o Gore Vidal, hacían críticas de cine, se preocupaban de la realidad de otros homosexuales en el mundo y, en definitiva, abordaban cualquier otro tema que se les antojase sin importarles que sus contenidos pudieran ser censurados por obscenidad.

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Uno de sus colaboradores, el escritor Richard Hall recordaría con motivo del décimo aniversario de la publicación el primer día que cayó en sus manos uno de los ejemplares de Gay Sunshine: «De repente el movimiento hippie se había vuelto gay. Qué maravilloso. Y solo pudo haber sucedido en California. […] Compré una copia y me la llevé a casa. Tenía la poesía más sucia que jamás había leído. Bosques de pollas florecían en sus páginas con asombrosa regularidad y parecía haber un orgasmo por pulgada de columna».

En su número 21, correspondiente a la primavera de 1974, Gay Sunshine centraba su atención en la situación de los homosexuales en España. Bajo el título de Spain: Medieval Ghetto for Gays (España: Un ghetto medieval para gays), el corresponsal de la publicación en Alemania y miembro del Gay Liberation Center de Hamburgo, Eckart Ranke, narraba su experiencia en el país durante el invierno de 1973-1974, especialmente cuando fue detenido en una redada en un club de ambiente.

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En el texto que reproducimos a continuación, el periodista alemán analiza la represión sexual de los españoles de los setenta, la criminalización de la homosexualidad por parte de las autoridades y avanza el potencial revolucionario del movimiento gay como motor del cambio social capaz de acabar con la dictadura, la iglesia católica y el capitalismo.

España: un ghetto medieval para los gays

«La vida nocturna en un bar del ghetto gay español no se diferencia demasiado de sus equivalentes en Alemania. La gente se emborracha, baila, se exhibe. La música ensordece. La taberna, situada en un sótano de una calle lateral, también es visitada por turistas.

Mientras visitaba una de esas tabernas, fui sorprendido por una redada policial. Policías uniformados aparecieron por sorpresa de todos lados. Siempre llegan en varias furgonetas al mismo tiempo. Rodean el bar y tratan a los clientes inocentes como terroristas sedientos de sangre. Las sillas y los platos caen al suelo y retumban. Las órdenes y los gritos de los gays se mezclan en un contraste de sonidos humanos. La policía arrestó directamente a tantos gays como cabían en las furgonetas. Yo estaba incluido entre los arrestados. El resto se quedó atemorizado en el bar.

Todos los que fuimos arrestados fuimos metidos a presión con malos modos en una celda común. Pasó toda la noche. Por la mañana algunos españoles fueron autorizados a abandonar la celda. Si eran capaces de identificarse, justificarse y no tienen antecedentes como personas sospechosas, son liberados. Los extranjeros siempre tienen que esperar por su incapacidad para negociar con los oficiales. La celda común estaba sucia y fría, y teníamos que sentarnos en el suelo. Solo había un agujero para hacer pis, no un váter. Aquellos que no tenían ánimos estaban lamentándose, culpando a Dios, al mundo o a sus compañeros también encarcelados. No había nada que comer. Pero sí mucho tiempo para hablar y preguntar algunas cosas:

-¿Te han arrestado alguna vez?

-Sí, pero en otra ciudad.

-¿Qué le sucede a una persona a la que la cogen varias veces?

-Eso es diferente. La primera vez te fichan.

-¿Te castigan la primera vez?

-No, tienes que poder identificarte. Si no puedes hacerlo, te quedas encerrado.

-¿Están perseguidos los homosexuales en España?

-No, no se les castiga, no hay castigos para los homosexuales en España.

-Cuentan que hay campos de concentración para homosexuales.

-No, solo hay campos de concentración para criminales.

-¿Y son los homosexuales criminales en España?

-No, los homosexuales no existen en España.

-¿Tú no eres homosexual?

-No, eso no existe.

-¿Entonces, porqué te han arrestado?

-Porque el Estado nos protege contra el crimen.

Me quedé sin palabras. Comparado con lo abiertos de mente que eran los españoles en el bar del ghetto, en la celda se volvían reservados. Esperan pacientemente, como si vivieran una experiencia trivial. Sin embargo los detenidos extranjeros cuentan historias terribles sobre torturas, malos tratos y operaciones cerebrales. ¿Cuál es la verdad? Es complicado descubrir la verdad en este régimen militar. Desde el asesinato del Primer ministro Carrero Blanco en diciembre de 1973, el español medio no está abierto a la conversación política. Tiene miedo de la policía del régimen y de una nueva guerra civil. Independientemente de los rumores sobre el campo de concentración, lo que es un hecho es que los homosexuales están aterrorizados en España. En realidad la homosexualidad no le interesa demasiado al régimen. Su temor es que los homosexuales sean revolucionarios políticos. Por eso la persecución actual se manifiesta en controles y actos de terror. Se deja al juicio de los policías determinar quién es sospechoso y quién no. Nadie sabe qué les pasa a los homosexuales sospechosos. Pero todo el mundo sabe lo que les sucede a los delincuentes. Y ser homosexual es un delito en un régimen militar como el de España-

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Las redadas siempre tienen lugar donde los homosexuales se reúnen. Habitualmente todo el mundo es liberado después de un determinado periodo de detención. Pero no es algo aceptable que un ser humano pueda sobrevivir solo después de que haya probado que no es homosexual. Es creíble pensar que esos homosexuales españoles cuya homosexualidad se ha podido probar, son sometidos a tratamiento en campos de concentración. Sin embargo, esto no es fácil de demostrar.

La estrecha conexión entre la Iglesia y el régimen militar refuerza las tradiciones conservadoras en el seno de la sociedad cristiana española. Esos estándares prescriben que los hombres y las mujeres tienen que cumplir con sus roles tradicionales: casarse y tener hijos. Las relaciones sexuales solo son permitidas en el matrimonio y solo con objeto de procrear. Cualquier otra relación sexual está prohibida en España. En consecuencia, las redadas mencionadas más arriba no están dirigidas solo contra los homosexuales sino también contra la prostitución, sexo en grupo o cualquier otra relación extramatrimonial. Incluso una persona que se masturbe es considerada diabólico e indigno de pertenecer a esa sociedad. Por eso es fácilmente comprensible que un mercado del sexo ilegal está prosperando en España.

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Las consecuencias de esta opresión sexual son, además de la forma nuclear de la familia, insuficiente educación sexual, desequilibrios e insatisfacción, que puede verse en las caras de los españoles. La violencia contra el ser humano a través de la presión por mantener los roles marido-mujer no puede ser más evidente que en España. La influencia de la Iglesia, protegida por el régimen militar, es ilimitado en España. La gente española actual está tan oprimida por la disciplina Cristiana como lo estuvo en la Edad Media. La Iglesia católica, salvo algunos curas radicales, ejerce el sadomasoquismo a través de la presión psicológica. La homosexualidad es solo uno de los muchos males que se dice son engendrados por el demonio. Y como el demonio está prohibido en España, el país también ha sido declarado libre de homosexualidad. Sin embargo, la homosexualidad, aunque ilegal, existe y crece.

En un mercado español un vendedor ambulante vende ropa y paños en su puesto. Pero no es esa la principal atracción. Excita la curiosidad de la multitud con un muñeco vestido de bandido. Cuando aprieta un botón, del muñeco sale un enorme pene de goma. Ese muñeco de un hombre negro que no puede ser más feo, es ofrecido a los clientes por el vendedor con las palabras: «¡grande, blandito!». Este es un ejemplo de un desprecio público hacia el pene. La gente se ríe desdeñosamente del órgano sexual masculino. El deseo del acto sexual expresado a través de la erección del pene, la belleza natural de del órgano sexual masculino está asociado con la brutalidad, con el crimen, con los bandidos y los ladrones. De este modo, el español aprende que es inmoral expresar su deseo sexual. En consecuencia, es criminal y, por tanto, punible cuando el hombre español se comporta como un ser humano.

Algunos de los espectadores se ríen de la oferta del vendedor; otros se sienten atraídos por la actuación. Esos últimos son ejemplos de la sexualidad oprimida. Su necesidad les hace excitarse con un material que es ofrecido como algo moralmente despreciable. Estoy convencido de que el inteligente vendedor está haciendo un capital gracias a la opresión. Los fabricantes del muñeco matan dos pájaros de un tiro: apoyan la horrible moralidad de la represión legalizada por la ley y además explotan el deseo natural de la gente oprimida sin ningún escrúpulo. Ni que decir tiene que los «bandidos sexuales» se venden a precios elevados.

Este es solo uno de los muchos ejemplos de la denigración del sexo en España. Hay otros: en tarjetas postales, en tebeos, en revistas y libros. Este material es comprado con ansia por los reprimidos. Funciona como una forma de compensar esa sexualidad natural que está prohibida. He ahí lo inhumano de la legislación moral. En lugar de reducir la delincuencia, la sociedad la provoca al bloquear las salidas naturales para el sexo. La imaginación de los individuos está estimulada por actos criminales. Todas las personas inteligentes saben cómo los crímenes de tipo sexual se pueden explicar a través de la represión sexual. La moral cristiana desvía el desarrollo sexual del ser humano.

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España tiene una dictadura militar. Por lo tanto, la idea de la liberación gay no puede ser promovida del mismo modo que en otros países. No hay libertad de expresión. Todas las reuniones públicas de homosexuales están prohibidas. Incluso si tres o cuatro hombres de los que se pueda sospechar que actúan como gays, se reúnen, la policía interviene y los dispersa. En muchos casos pueden ser arrestados durante una temporada.

De este modo no hay más opción que organizar un movimiento clandestino o influir sobre la sociedad desde el exterior. El ejemplo del apoyo internacional a los científicos y escritores rusos son casos semejantes. Se puede aprender de todo esto que tal vez sea necesario para el movimiento de liberación gay internacional contactar cuando sea posible con homosexuales españoles progresistas. Creo que no hay que sobrevalorar el poder político de esos homosexuales que estén vinculados al movimiento de liberación gay.

La agresividad del régimen español contra la homosexualidad es solo un pretexto. Lo que ellos pretenden es atemorizar a los homosexuales revolucionarios. Temen su oposición a la represión y las consecuencias que podría tener en el orden social ortodoxo. Sin embargo intentan arrancar al demonio y extirpar la homosexualidad de cuajo. Los representantes de la sociedad española son totalmente conscientes de la inteligencia de los homosexuales. Cuando esa inteligencia se utilice conscientemente para liberar a los españoles y otras personas oprimidas por el orden social cristiano capitalista y otras ideologías, los opresores temerán por su propia existencia».

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