Proust, Debord y la música de las fieras

En la primera imagen, un divertido Proust posa en compañía de varias personas. Está inclinado, de rodillas, y sostiene una raqueta de tenis. Para nosotros está claro: Proust simula tocar una guitarra. Es su muñeca aniquiladora en pleno air guitar.

La segunda imagen, fechada en noviembre de 1962, es aún más desconcertante. De izquierda a derecha vemos a una mujer desconocida y, seguidamente, a los miembros de la Internacional Situacionista J. V. Martin, Raoul Vaneigem, a los bongos, y Guy Debord, que ¡toca unas maracas! 

Lo repitió hasta la saciedad en sus mejores películas y libros: el pop era un ejemplo de alienación, puro espectáculo. Los fotogramas de The Beatles se confundían con los de Marilyn Monroe y los dictadores de la época. El propio Debord conspiró para romper relaciones con los situacionistas ingleses, debido a la fascinación de estos por las subculturas juveniles, el rock and roll y la subversión pop. Lo mismo pasó entre Debord y Ben Morea. Nunca llegaron a conocerse personalmente, pero el primero hizo todo lo posible para evitar todo contacto con aquella «banda callejera politizada» (Motherfuckers), a los que acusó de místicos. Hace tiempo, un amigo que conoció a Debord y que incluso visitó su apartamento de París a finales de los sesenta, nos confesó que guardaba celosamente su biblioteca en una habitación cerrada a cal y canto. Muy pocos vieron sus libros. Con la música era distinto. No le interesaba. Pero tenía un puñado de discos en su salón, cantantes franceses y viejos discos. De los bongos y maracas, no sabemos nada. Ni rastro.