«Eres mi hermano y te quiero»: un ángel salvador llamado Muhammad Ali

En 1981 el legendario boxeador y símbolo del black power se ofreció voluntario para hablar con un suicida, a quien convenció para que no se arrojase desde un noveno piso

«Eres mi hermano y te quiero. No podría mentirte», dice el rostro que aparece en una de las ventanas. A pocos metros, en otra ventana, un joven desesperado de veintiún años está a punto de arrojarse al vacío desde el noveno piso de un edificio de apartamentos. Los dos son negros. Al principio, el potencial suicida no sabe quién es. Se muestra incrédulo, hasta que poco a poco lo va comprendiendo: quien le habla es Classius Clay, es decir, Muhammad Ali, uno de los símbolos más importantes y poderosos de la historia negra, un ejemplo humano de esfuerzo y coraje. «¿Por qué haces esto por mí?», pregunta el chico mientras llora. «No soy nadie». La escena dura veinte minutos, durante los cuales el legendario boxeador fue calmándolo, al tiempo que le aseguraba que quería hablar con él y presentarle a varios amigos suyos. «Quiero que vengas conmigo», añade con calma.

Sucedió en enero de 1981 en Los Ángeles. Ali se ofreció voluntario para mediar e intentar salvar al chico. El final, captado por las cámaras de la CBS,  es hermosísimo: ambos se funden en un abrazo, aunque tiempo después el mismo chico intentaría, nuevamente sin éxito, quitarse la vida. Había abandonado la ciudad escapando de la publicidad que le dio su extraordinario encuentro con Ali. En Tustin nuevamente quiso suicidarse, pero fue detenido por la policía.