El linaje maldito de los Millán Astray

El padre del fundador de la Legión estuvo imputado en el famoso crimen de la calle Fuencarral. También fue un polémico director de cárcel. Su hijo parece que continuó el rastro de la sangre y los vivas a la muerte. Su otra hija, sin embargo, fue la «tonta del bote»

«Tuerto como Polifemo, diríase que espiritado su ojo izquierdo por lo muy abierto y renegrido. Debajo del párpado le cruza el pómulo un terrible costurón. El otro ojo no es sino una cuenca hueca y oculta con un parche negro [...]. Unos puntiagudos colmillos y unos incisivos mellados y amarillentos, perdidos en su oscura sonrisa y entre dos grandes orejas de perdiguero, le dan un aspecto entre goyesco y solanesco», así describió el historiador Carlos Rojas el aspecto físico de Millán Astray, fundador de La Legión y ostentador de la triste frase convertida en manifiesto «¡Viva la muerte!».

Millán Astray hijo

Millán Astray hijo

«El legionario español es también samurái y práctica las esencias del bushido»

Astray fue la representación en carne viva (o la misma muerte en vida que también fue) de la cultura de la sangre y el martirio, algo que sorprendentemente tomó prestado del pasado español pero también del samurái japonés: «El legionario español es también samurái y práctica las esencias del bushido». Sobrecoge los testimonios del amor a la muerte del legionario, que se inspiraba en Astray y su físico, la muerte como «ofrenda». Cientos de páginas escritas por otros cientos de legionarios que acabaron hechos trizas, martirizados, casi corriendo y compitiendo en pro de la muerte violenta, refuerzan aquella exaltación por la guerra. Podía haber tomado quizás otro rumbo la militarizada vida de Astray, pues su padre José Millán Astray quiso que este estudiase derecho.

Ilustración del crimen en la prensa de la época

Ilustración del crimen en la prensa de la época

Sin embargo, el ardor y amor por la sangre y el martirio del fundador de la Legión lo conecta con su padre y el mayor crimen del siglo XIX en una España que, de refilón, miraba a Londres, el mismo año (1888) que en el barrio de Whitechapel sembraba el terror el infame Jack el Destripador. Nos referimos al crimen de la calle Fuencarral, que cubriría entre otros Pérez Galdós y que fue llevado exitosamente al cine y la literatura, y generó una gran conmoción en la España de entonces. Fue el primer gran crimen que siguió y aireó la prensa día a día, con grandes reportajes y polémicas. La muerte de Luciana Borcino, salvajemente apuñalada y achicharrada en su vivienda, dio lugar a una división de la sociedad madrileña, entre partidarios y detractores de Higinia Balaguer, la sirvienta y principal sospechosa que acabaría siendo ajusticiada tras su condena.

Los principales sospechosos del crimen

Los principales sospechosos del crimen

«Ambos se conocían: la criada había servido en casa de Astray poco antes de marchar a trabajar a la de la víctima»

Lo cierto es que Astray, padre del futuro fundador de la Legión, fue imputado en el procedimiento. Por entonces era director de la cárcel Modelo de Madrid, adonde había sido enviada Higinia. A pesar de encontrarse  incomunicada, se supo que se veía con Higinia, aunque autorizado por el juez, quien intentó así sacarle alguna confesión a la sirvienta. Ambos se conocían: la criada había servido en casa de Astray poco antes de marchar a trabajar a la de la víctima. Se le acusó de estar compinchado con la criada para repartirse el botín robado a la asesinada. Los presos, igualmente, señalaban al director, de quien habían sospechas de corrupción y malas artes. También se afirmo que el crimen había sido planificado entre él y el hijo de la víctima. Ambos, más tarde, se repartieron el dinero robado. Uno de los presos que lo acusó poco después fue hallado muerto en extrañas circunstancias.

Exterior de la cárcel Modelo e ilustraciones del interior

Exterior de la cárcel Modelo e ilustraciones del interior

Las relaciones de Astray eran muy turbias. Tenía contactos con personajes del hampa madrileña, como Evaristo Abad Mayoral, alias «El cojo Mayoral», antiguo amante de la criada y que regentaba una cantina junto a la cárcel que solía visitar el propio Astray y donde paraban toda clase de tipos metidos en la delincuencia. Higinia, durante el juicio, acusó a Astray como responsable de su ingreso en la casa y de sus supuestos planes junto con el hijo de la víctima, todo ello dirigido a tender una trampa a la sirvienta para que fuese acusada del asesinato.

Los hechos que acusaban a Astray habían sido inicialmente aireados e insinuados por la prensa, lo que dio lugar a una feroz cruzada de este contra los medios de comunicación, exigiendo incluso que fuesen estos condenados en costas cuando resultó absuelto, algo que obviamente no sucedió a pesar de que dos magistrados votaron de forma favorable. Los choques entre Astray y la prensa venían de mucho antes. Al parecer era un secreto a voces que había sido «enchufado» en el puesto de director gracias a las influencias de sus buenos amigos Eugenio Montero Ríos, presidente del Tribunal Supremo, y Manuel Alonso Martínez, titular de la cartera de Gracia y Justicia, ministerio en el que Astray había ocupado diversos cargos.  

Tras abandonar su puesto en la cárcel madrileña, marchó hasta Cádiz para hacerse con el penal de Santa María en 1891. Su rastro llega hasta A Coruña, donde también se puso al frente de la cárcel. Pero ya era muy mayor y eran además los años en que irrumpía con virulencia la personalidad de su hijo y sus vivas a la muerte. Publicó sus memorias, una sucesión de episodios espantosos, criminales que conoció y picarescas. Extraña familia, entre encausados por el crimen de Fuencarral, polémicos directores de penales y su otra hija, María Pilar Millán Terreros, que pasó a la posteridad como la autora de La tonta del bote, lo que le valió un reconocimiento nacional como gran comediógrafa.

María Pilar Millán Terreros

María Pilar Millán Terreros

Pilar apoyó a su hermano tras el golpe fascista. Fue enviada a prisión durante un tiempo. No estaba sola. Le acompañaban Rosario Queipo de Llano, Carmen Primo de Rivera o Pilar Jaraiz Franco. La cárcel Modelo que un día dirigió Astray fue derribada, pero poco cambió. En su solar se levanta hoy el actual Cuartel General del Ejército del Aire.