A navajazos y dentelladas: así pelearon los gitanos en la Guerra Civil


«En Sevilla, los gitanos de la Cava, de Pagés del Corro y del Puerto Camaronero se batieron contra Queipo de Llano. En Barcelona, los gitanos de Sans, con escopetas de caza, viejos pistolones y navajas, cortaron el paso a los fascistas. En Mallorca había gitanos que pelearon como leones en un parapeto que se llamó de la Muerte. Y ahora mismo, en una columna de Caballería que se está formando, los primeros inscritos son gitanos». Helios Gómez, el gran artista gitano que ilustró las luchas callejeras, la represión y las aspiraciones de los revolucionarios, combatió por la libertad y defendió a su gente de los estereotipos. La revista Crónica, el 18 de octubre de 1936, le entrevistó.

Reportaje en Crónica dedicado a Helios Gómez (18 de octubre de 1936)

Reportaje en Crónica dedicado a Helios Gómez (18 de octubre de 1936)

 

Helios Gómez está en Madrid. Tenía que estar aquí. El sino de este gran artista, gitano y revolucionario, le manda siempre estar donde el pueblo —no importa en qué parte del mundo— viva horas de lucha dramática. Desde hace quince años, y Helios Gómez tiene treinta, donde quiera haya estallado un movimiento de rebeldía, una conmoción de protesta popular, en España, en Francia, en Bélgica, en Alemania, allí ha estado Helios Gómez: la pistola al cinto para combatir, y en la mano el lápiz para plasmar en magníficos dibujos de viril dinamismo, de patética emoción, los episodios de las luchas proletarias.

Helios Gómez es sevillano, trianero, de esa raza de artistas intuitivos, individualistas, celosos de su libertad, que forjan filigranas de hierro en las fraguas de la Cava y decoran con espontaneidad genial las maravillas cerámicas de la Cartuja. Helios, pese a su juventud, es una personalidad de prestancia internacional como revolucionario. Puede considerársele un recordman de persecuciones: ha sido detenido por las autoridades de distintos países setenta y un veces y ha estado sometido a cuarenta y dos procesos. Expulsado de España, de Francia, de Bélgica y Alemania, se refugió en Rusia, el único país cuyas cárceles no hospedaron al dibujante. En Rusia, Helios Gómez ha vivido dos años. Interesado por la gran experiencia laboriosa de los Soviets, Helios abandonó los lápices, y fue a trabajar en las famosas fábricas de Kuznettroy, en la Siberia Occidental, donde conquistó el título de «Udarnik», es decir, «obrero de choque», que es en Rusia una especie de «legión de honor» del trabajo.

Helios Gómez, a la izquierda de la imagen, en la lucha contra el fascismo (Visions de guerra i de reraguarda. Serie A, Retrospectiva. 24 de abril de 1937)

Helios Gómez, a la izquierda de la imagen, en la lucha contra el fascismo (Visions de guerra i de reraguarda. Serie A, Retrospectiva. 24 de abril de 1937)

El estallido de la guerra civil española sorprendió a Helios en Barcelona. La primera ametralladora que se tomó a los facciosos en la calle de Caspe estuvo en manos de Helios. Luchó en las rúas barcelonesas, y luego, en campos de Aragón. Cuando el capitán Bayo fue a Ibiza y a Mallorca, Helios Gómez iba de comisario político de la columna Baleares. Actuó en todas las operaciones; fue herido por unas esquirlas de metralla, y ahora convalece en Madrid, en la residencia de la Alianza de Intelectuales Antifascistas.

Retrato de Helios Gómez, años treinta

Retrato de Helios Gómez, años treinta


«Los gitanos son víctimas en España de una injusticia tradicional. Se les ha hecho una atmósfera de pintoresquería, de picardía, de un falso casticismo de pandereta»

He aquí una vida extraordinaria, colmada de sucesos y de riesgos, como una línea recta de formidable ímpetu al servicio de las causas revolucionaria. Helios no quiere hablar de sí mismo; desdeña su gran caudal de anécdotas, que tejerían una gran novela de aventuras. Puesto en el trance de la información periodística, Helios se acoge a un tema que es para él tan apasionante como el de la política: el de los gitanos. En el gran artista constituye una obsesión el combatir el tópico pintoresco de la gitanería perezosa y arbitraria, el llegar a conseguir la reivindicación de los gitanos, su incorporación plena a la vida social, el reconocimiento de sus virtudes raciales.

Los gitanos —dice Helios Gómez— son víctimas en España de una injusticia tradicional. Se les ha hecho una atmósfera de pintoresquería, de picardía, de un falso casticismo de pandereta. Hay quien no concibe al gitano sino como un ente arbitrario y enredador, o un motivo de diversión para las «juergas». No se quiere reconocer que los gitanos tienen la categoría de una raza conservada casi en su pureza aborigen; una raza como la judía o la árabe, tan capacitada como cualquier otra para el trabajo, para el arte y para las concepciones ideológicas.

Ilustraciones de Helios Gómez durante la Guerra Civil

Hace una pausa, como ordenando sus recuerdos, y continúa:

—Ese tópico es peculiar de los países que viven retrasados políticamente. Una de mis mayores emociones en Rusia fue comprobar que los gitanos han sido allí totalmente integrados en la vida social. En la gran República de los Soviets, los gitanos tienen la misma categoría social que todos los demás habitantes. Trabajan en todas las industrias; han formado kholjos agrícolas, que, organizados y dirigidos por gitanos, dan un magnífico rendimiento. Técnicos en el comercio de ganadería, ellos lo controlan y fomentan en varias Repúblicas. En el Cáucaso se dedican a la cría caballar para las necesidades de la famosa caballería roja. En Moscú existe el Tzigane-Teatro, exclusivo para los gitanos, y de esta raza son hoy muchos de los principales artistas del Teatro de la Opera. En Rusia, el gitano, considerado como individuo de una raza tan apta como todas para las actividades sociales, tiene una categoría política y social igual a la de todos. Esto es lo que hay que conseguir en España.

—Se lucha aquí —le interrumpo— con toda una tradición: el gitano es uno de los componentes de lo que hemos dado en llamar «la pandereta española». Lleno de fe, Helios me interrumpe:

—Ese es uno de los tristes absurdos con que acabará la guerra civil. Ya se está viendo de lo que el pueblo español es capaz. Lo pícaro y lo pintoresco con que especulaban el señoritismo y los «intelectualoides» se han transformado, sorprendiéndolos, en un formidable dramatismo, en una heroica epopeya popular. Con los gitanos ha ocurrido lo mismo. Esta guerra es su justificación y su reivindicación. En Sevilla, los gitanos de la Cava, de Pagés del Corro y del Puerto Camaronero estuvieron diez días batiendo desesperadamente contra Queipo de Llano. En Barcelona, los gitanos de Sans, la barriada de mayor significación proletaria, fueron los primeros que se movilizaron, y con escopetas de caza, con viejos pistolones, con navajas, cortaron el paso, en la plaza de España, a las fuerzas del Cuartel de Pedralbes. Luego he visto a los gitanos batirse como héroes en el frente de Aragón, en Bujaraloz y en Pina. Gitanos vinieron con la columna Bayo a Mallorca y desembarcaron en Puerto Cristo, y allí, en una centuria del Partido Socialista Unificado de Cataluña, había gitanos que pelearon como leones en un parapeto que se llamó de la Muerte. Y ahora mismo, en una columna de Caballería que se está formando, los primeros inscritos son gitanos. Yo te digo que de esta guerra civil que alumbrará tantas cosas magníficas ha de salir, también en España, la reivindicación de loa gitanos, su integración total a la vida civil. Y Helios Gómez, el gran artista, al hablar de los suyos, tiene en el gesto y en la mirada un fervor de iluminado. J. F.